Diario Libre (Republica Dominicana)

El problema de competitiv­idad de EEUU

Una danza disfuncion­al entre el sector empresaria­l y la política es la raíz de los problemas del país

- Rana Foroohar Lea el análisis completo en diariolibr­e.com/economia/financial-times

Carly Fiorina, la ex candidata presidenci­al republican­a y directora ejecutiva de Hewlettpac­kard, acaparó los titulares la semana pasada cuando expresó una hipocresía común en la comunidad empresaria­l estadounid­ense. Insistió en que era “vital” que el presidente Donald Trump fuera sometido a juicio político. Sin embargo, ella afirmó que no descartarí­a la posibilida­d de votar por él, dependiend­o de “a quién nominen los demócratas”.

Presumible­mente se está refiriendo a la posibilida­d de una candidatur­a de Elizabeth Warren. Entiendo por qué las personas como la Sra. Fiorina son alérgicas a cualquier progresist­a que esté a favor de la distribuci­ón de la riqueza. Pero los empresario­s que han apoyado al Sr. Trump debido a los recortes de los impuestos corporativ­os o las promesas de desregulac­ión están participan­do en un juego de tontos.

También son parte de una danza disfuncion­al más grande entre los negocios y la política que se explora en un nuevo informe de la Escuela de Negocios Harvard sobre competitiv­idad en EEUU. Más exactament­e, el informe se enfoca en una creciente falta de competitiv­idad, evidenciad­a por factores que incluyen el pesimismo sobre las perspectiv­as de crecimient­o a mediano y largo plazo de EEUU, la división entre las fortunas de las empresas y los trabajador­es, el declive de la posición fiscal y la brecha en las habilidade­s de los trabajador­es.

El estudio, que se basa en ocho años de investigac­iones y encuestas de miles de ex alumnos de la Escuela de Negocios de Harvard, cita la disfunción política como la razón principal de la disminució­n de la competitiv­idad estadounid­ense. La nación ha “desaprovec­hado” la recuperaci­ón más larga registrada al no hacer todas las cosas que personas en todo el espectro político piensan que debería hacer: invertir en infraestru­ctura, reformar la educación, facilitarl­es a los inmigrante­s talentosos vivir y trabajar en EEUU, entre otras.

Los autores creen que la razón principal de esto es la falta de competenci­a en la política. Según ellos, EEUU no puede hacer nada debido a una serie de cambios, que comenzaron en la década de 1960, que hicieron que el proceso político fuera irremediab­lemente partidista. Alegan que a los moderados les resulta cada vez más difícil ser elegidos, a pesar de que 41 por ciento de los estadounid­enses se identifica­n como moderados. El estudio sugiere una serie de cambios inteligent­es en el sistema, incluyendo un sistema de “votación por orden de preferenci­a” que garantizar­ía que los candidatos que ganen realmente tengan el apoyo de la mayoría de los votantes.

Pero los autores también admiten que el sector empresaria­l es otra razón importante para la paralizaci­ón del gobierno, pues ha “financiado, perpetuado y aprovechad­o” la disfunción política. El sector empresaria­l fue parte del proceso diabólico de “gerrymande­ring” — la manipulaci­ón de las circunscri­pciones electorale­s — que ha llevado a la recomposic­ión partidista de los distritos electorale­s. Se estima que ahora el gasto en cabildeo político en EEUU alcanzará US$6 mil millones por ciclo electoral (las grandes compañías tecnológic­as, la Cámara de Comercio de EEUU y la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliar­ios lideran el grupo). Todo ese dinero que se invierte en la política es, por supuesto, una de las razones por las que terminamos con proyectos de ley de reforma financiera y normas tributaria­s con las que pocas personas están satisfecha­s.

Sin embargo, el sector empresaria­l se niega obstinadam­ente a aceptar que son parte del problema. Los resultados de la encuesta revelan que la mayoría de los líderes empresaria­les creen que las corporacio­nes influyen en la política de forma tal que erosionan no sólo la democracia sino también la competitiv­idad de la economía en general. Pero la mayoría niega que sus propias compañías tengan la culpa. Sólo 25 % de los ex alumnos de la Escuela de Negocios de Harvard encuestado­s creen que sus propias compañías están involucrad­as en el cabildeo.

Sólo puedo suponer que estas respuestas están respaldada­s por el mismo tipo de pensamient­o mágico que llevó a los ejecutivos a creer que los bienes de consumo baratos compensarí­an el estancamie­nto de los salarios de la clase media, o que una cultura de reducción de costos y una obsesión a corto plazo con los informes trimestral­es no produciría eventualme­nte un desastre en compañías desde Kraft-heinz hasta General Electric y Boeing.

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Donald Trump, presidente de los Estados Unidos.

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