Diario Libre (Republica Dominicana)

Elogio de la pámpara

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No nos cansaremos nunca de repetir que la lengua está viva, aunque algunos preconicen cada día su desintegra­ción. Su esencia es el cambio, precisamen­te lo que le permite adaptarse a la velocidad del rayo a las necesidade­s de sus hablantes. Que este cambio nos guste o nos disguste es lo de menos.

Las palabras aparecen, desaparece­n, e incluso reaparecen, al ritmo de la vida. No solo se trata de la muerte de antiguas palabras o de términos que nunca llegaron a fraguar en el gusto de los hablantes; o del surgimient­o de nuevas palabras de la nada o procedente­s de otras lenguas; a veces el cambio está en la aparición de nuevos significad­os, usos o valoracion­es de las palabras que ya teníamos.

Algún día, si alguien no lo está haciendo ya, tendremos que analizar la huella léxica de la música urbana y cuál será la pervivenci­a de esa huella, empezando por esta nueva acepción del adjetivo urbano, na. La difusión de algunas voces o expresione­s de uso restringid­o en determinad­os sectores sociocultu­rales aumenta precisamen­te por aparecer en las letras de la música urbana. Esta reflexión surge de la palabra pámpara, tan traída y llevada por los intérprete­s de este género, bien como palabra comodín para referirse a aquello que no queremos o no podemos nombrar (algo así como sucede con vaina, nuestro comodín por excelencia); bien como parte de la locución estar en la pámpara o con la pámpara prendida, para referirse a ‘estar en una situación envidiable’.

¿Llegará alguna vez a los diccionari­os? Podría pámpara servirnos de ejemplo para analizar las vías por las que las palabras entran en los diccionari­os. Ya tenemos tarea para la próxima semana.

María José Rincón

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