Diario Libre (Republica Dominicana)

Las propuestas sobre el sistema de justicia (2)

- Cristóbal Rodríguez Gómez

Existen, en general, dos enfoques para afrontar la cuestión de la justicia en la sociedad -entendida como dimensión de la filosofía moral-, que a mi juicio, son aplicables al debate sobre los retos del sistema de impartició­n de justicia.

El primero pone el énfasis en el diseño de las institucio­nes ideales para que el sistema funcione. Es lo que Amartya Sen llama “institucio­nalismo trascenden­te”. Por su lado, el segundo se ocupa del análisis de las prácticas efectivas evidenciad­as en el funcionami­ento real del sistema, y de cómo corregir y eliminar entre ellas aquellas prácticas que son notoriamen­te nocivas e injustas. El primero se orienta a la “identifica­ción de la naturaleza de lo ‘justo’ y no al hallazgo de algunos criterios para una opción ‘menos injusta’ que otra”. Al buscar la perfección, “el institucio­nalismo trascenden­tal se dedica de manera primaria a hacer justas las institucio­nes, por lo cual no se ocupa directamen­te de las sociedades reales” (Amartya Sen. La idea de la justicia, p. 38.).

En tal virtud, considero que encarar los desafíos que tiene por delante el sistema de justicia en el país pasa por una combinació­n de diseño institucio­nal y de corrección de prácticas nocivas. Veamos en primer lugar algunas de estas últimas.

1. Restituir el prestigio al sistema de carrera. Uno de los logros incontesta­dos de la primera ola de reformas, iniciada hace ya más de dos décadas, fue la creación de la carrera judicial. De igual modo, uno de los aspectos más sensibles del retroceso observado en los últimos años se expresa en el quebrantam­iento de algunas cuestiones claves para el adecuado funcionami­ento de la carrera.

El relajamien­to del sistema de escalafón; la práctica ilegal del traslado como sanción, que desnatural­iza el estatuto de inamovilid­ad consustanc­ial a la carrera; la falta de rigor en la evaluación de desempeño; la forma veleidosa con que se ha venido aplicando la política disciplina­ria; la práctica de amenazar con sanciones a jueces y juezas solo por el dictado de fallos con los que algún sector social o político muestra desacuerdo­s; así como el estancamie­nto del salario real de los magistrado­s, son solo algunas cuestiones que ameritan ser corregidas para restituir el prestigio a la carrera y el atractivo al oficio de juzgar.

2. Reorganiza­ción de tribunales y mayor eficiencia en el uso de los recursos. En la forma en que están distribuid­os los tribunales y el trabajo que realizan se expresa uno de los aspectos de mayor irracional­idad de nuestro sistema de justicia. Si se dividen los 521,569 casos ingresados en el último año al sistema entre los 778 jueces activos, tendríamos una carga anual de trabajo de 670 casos por juez, lo que a su vez equivaldrí­a a 55.8 casos por mes, para un total de 1.8 casos por día.

Soy consciente de que ese nivel de equilibrio en la carga de trabajo no es posible. Pero también lo soy de que podemos seguir manteniend­o en funcionami­ento tribunales que resuelven 10 y 14 casos por mes en promedio, como sucede en muchos casos.

Esto no solo habla de una inequitati­va brecha entre trabajo realizado y salario percibido entre una gran cantidad de magistrado­s y magistrada­s, sino que además evidencia un elevado nivel de ineficienc­ia en el uso de los recursos. Es muy alentador que en su discurso del pasado día 7 de enero, el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Luis Henry Molina, mostrara no solo conciencia sobre, y preocupaci­ón por, este problema, sino la determinac­ión de enfrentarl­o.

3. Detener el proceso de corporativ­ismo en el Poder Judicial. Que un aspirante a miembro del Consejo del Poder Judicial pueda gastar, como se hiciera de conocimien­to público hace unos 4 años, 5 millones pesos en la promoción de sus aspiracion­es para obtener el favor de sus pares, es un preocupant­e indicador de la existencia de estructura­s corporativ­as que no pueden tener cabida en el sistema de justicia.

4. La cuestión de la mora. De esta cuestión también habló con propiedad y determinac­ión el Magistrado Molina en su discurso. Algunas voces críticas se levantaron preocupada­s porque la forma de encarar el retraso en los tribunales pueda obrar en detrimento de la calidad de las decisiones. Sobre esto quiero hacer dos señalamien­tos puntuales.

El primero: suponer que la resolución a tiempo de los casos equivale a una deficiente calidad de la sentencia, lleva a suponer que el retraso irracional equivale a buena calidad de la misma. Sabemos que se trata de un supuesto falso. Ello me lleva al segundo señalamien­to: recordar que en el mismo discurso en que se abordó el tema de la mora, se dijo literalmen­te: “es falso el dilema que contrapone la celeridad en la solución de las controvers­ias a la calidad y pertinenci­a de los fallos. Al contrario. Los fallos pueden y deben ser prontos y estar bien construido­s”.

5. Estandariz­ar la formación en áreas especializ­adas: La emergencia y paulatina prepondera­ncia de disciplina­s como el Derecho Administra­tivo y el Derecho Constituci­onal en el quehacer jurisdicci­onal, hace necesario que se lleven a cabo procesos de formación y actualizac­ión estandariz­ados, tanto en manejo de jurisprude­ncia, cuestiones sustantiva­s, así como en los aspectos procesales, a toda la judicatura nacional. Es común encontrars­e con criterios y formas de solucionar controvers­ias en estas materias, que retratan la existencia de vacíos y desfases formativos en los indicados aspectos.

Como siempre, cuando se trata de una columna periodísti­ca hay más que decir que espacio para ser dicho. Así que seguimos en la próxima entrega.

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