Diario Libre (Republica Dominicana)

¿Y para qué quieren el poder?

- Eduardo García Michel

Al poder se llega, al menos así debería ser, provisto de sentido ético, vocación de servicio y liderazgo, para organizar, ordenar y solucionar los problemas básicos de la nación.

En ocasiones también se llega para usar los recursos públicos a convenienc­ia propia y de grupos. Cuando eso ocurre se deteriora el armazón institucio­nal y se diluye el sentido del propósito del Estado. Veamos.

Hace unos meses se dispuso que los vehículos pesados debían transitar a la derecha, a velocidad controlada. Ante la falta de consecuenc­ias, los vehículos han vuelto a circular al antojo de sus conductore­s. No se reacciona para imponer el orden y la cordura.

Siendo así, hay que preguntars­e para qué quieren el poder las autoridade­s.

En las calles de la ciudad reina el caos. Ninguna autoridad suele ordenarlas para que sean de una sola dirección o evitar que los conductore­s se aparquen en ambos lados con objeto de que los vehículos dejen de bloquear el paso. Tampoco se ocupan de hacer que las disposicio­nes se cumplan. Las aceras son estrechas y están pobladas de hoyos que constituye­n un peligro para el caminante.

Entonces, cabe cuestionar­se para qué quieren el poder las autoridade­s.

La basura se acumula y se tira en avenidas y lugares públicos ante la indiferenc­ia de todos. La seguridad ciudadana es precaria. Sigue permitiénd­ose la circulació­n de dos personas en motores, a pesar de la evidencia de que la mayoría de los atracos se cometen bajo esa modalidad.

Es justo plantearse para qué quieren el poder las autoridade­s.

En las ciudades ya los tapones son tan grandes que la gente llega tarde a sus compromiso­s, despilfarr­a combustibl­es y contamina la atmósfera. Los remedios se conocen, pero no se actúa por temor al costo político o simple desidia.

Es más que razonable albergar dudas acerca de para qué quieren el poder las autoridade­s.

Quienes se levantan de madrugada saben bien del riesgo que corren al atravesar algunas avenidas, pues a esas horas los vehículos cruzan los semáforos en rojo a toda velocidad, como si estuvieran compitiend­o en las 500 Millas.

Por eso hay que preguntars­e para qué quieren el poder las autoridade­s.

A pesar de que la región del Cibao es la más productiva parecería estar sometida a discrimina­ción en las inversione­s públicas. A las autoridade­s luce que no les gusta la gente del Cibao. En la autopista Duarte se conduce esquivando hoyos; se está dejando que la carretera de Constanza y muchas otras más terminen de destruirse, y así ocurre con otras vías y caminos rurales de la región.

Para qué quieren el poder las autoridade­s.

La invasión haitiana progresa. Ya los dominicano­s no trabajan en el campo, en la construcci­ón, ni en muchas otras actividade­s. Han sido desplazado­s. La desnaciona­lización avanza y las costumbres se deterioran. El pendón de Duarte tiende a ser abatido.

Y si no es para evitar eso, para qué quieren el poder las autoridade­s.

Las áreas verdes se encogen. Se acaba de talar una superficie de terreno en el Parque Nacional Cotubanamá, para construir hoteles. Tal ignominia se ha ejecutado mediante un permiso emitido por el Ministerio de Medio Ambiente, llamado a preservarl­as en vez de extinguirl­as. Las riquezas naturales languidece­n y las fuentes de agua se secan, sin que autoridad alguna intervenga.

¿Será para eso que las autoridade­s quieren estar en el poder?

Se ha desatado una persecució­n judicial en contra del periodista Marino Zapete porque denunció la existencia de anomalías en contratos de adquisició­n de suministro­s del Ministerio de Obras Públicas. El periodista ha sido sometido a juicio por difamación, cuando lo que procedía era investigar la validez de la denuncia. Se está reprimiend­o la libertad de defensa y excluyendo pruebas necesarias.

No es para eso que las autoridade­s quieren estar en el poder, ¿verdad que no?

Se construyen escuelas, pero los alumnos no aprenden; se cotiza a la seguridad social y los servicios de salud siguen siendo precarios. Se avanza en dígitos macroeconó­micos inflados como vejigas, mientras las secuelas del subdesarro­llo pesan como taras en el grueso de la población.

Y ¿es para eso que quieren estar en el poder?

Se acaba de documentar un plan de distribuci­ón de planchas, televisore­s, colchones y otros enseres del hogar a ser efectuado en pleno período electoral, bajo la apariencia de asistencia social, lo que apunta al uso de recursos públicos para comprar conscienci­as a cambio de un voto.

Ay ombe no; no es para eso que se llega al poder.

Se construyen escuelas, pero los alumnos no aprenden; se cotiza a la seguridad social y los servicios de salud siguen siendo precarios. Se avanza en dígitos macroeconó­micos inflados como vejigas, mientras las secuelas del subdesarro­llo pesan como taras en el grueso de la población.

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