Diario Libre (Republica Dominicana)
Esta vez, pequeños negocios y consumidores individuales deberían recibir los rescates
En la crisis anterior, Washington rescató a los bancos. Actualmente, está a punto de rescatar a las grandes empresas. El sector corporativo se parece mucho al sector financiero antes de 2008: cargado de deudas, con algunos sectores altamente apalancados, y la mayoría de ellos dependen de la ingeniería financiera para crear la ilusión de crecimiento e innovación.
Las compañías estadounidenses solían reinvertir sus ganancias para aumentar la capacidad de producción. Ahora, principalmente generan “valor” reduciéndose y dándoles dinero a los estadounidenses más ricos.
La pregunta, ahora que toda la economía está colapsando simultáneamente, es ¿quién será el primero en la fila en ser rescatado?
¿Serán las aerolíneas, que gastaron la mayor parte de sus abundantes flujos de caja en los últimos años en recompras?
¿O serán los fabricantes como Boeing, uno de los grandes subcontratistas de todos los tiempos, que dice que necesita US$60 mil millones para conservar los empleos en su cadena de suministro?
¿O deberían escribírseles los primeros cheques a las grandes compañías petroleras, a la industria de los cruceros, a los hoteles, hospitales, casinos o restaurantes? Incluso los productores de carne de cerdo, las compañías farmacéuticas y los fabricantes de drones ven la oportunidad de subirse al tren del estímulo fiscal.
Antes de considerar a quién se le debe permitir ponerse al frente de esta larga cola, consideremos por un minuto cómo llegamos a esta situación. En 2008, la crisis de las hipotecas subprime desencadenó una crisis financiera sistémica que requirió un rescate de los bancos para evitar lo que podría haberse convertido en una segunda Gran Depresión. Pero los más fuertes de estos bancos prosperaron y se volvieron más ricos y más concentrados que antes de la crisis. Mientras tanto, a millones de estadounidenses les quitaron sus casas porque no podían pagar sus hipotecas.