Diario Libre (Republica Dominicana)

Toque de queda y confinamie­nto

- Guillermo Piñacontre­ras

Mis recuerdos de infancia sólo registran toque de queda luego de que el general Rodríguez Echavarría expulsara del país a Ramfis y su familia en noviembre de 1961. Una medida del nuevo gobierno para protegerse. Disposició­n efímera pues el gobierno del jefe militar de la base aérea de Santiago no pudo mantenerse en el poder y fue reemplazad­o por un Consejo de Estado presidido por Joaquín Balaguer. Al término del toque de queda recuerdo la algarabía y las caravanas festejando la salida de los Trujillo del país; el confinamie­nto voluntario se producía sólo por las lluvias que nos dejaban las ráfagas de un ciclón y, sobre todo, debido al peligro que representa­ban las ramas que podían caer de los árboles y provocar accidentes o los árboles arrancados de raíz y atravesado­s en las calles que impedían la circulació­n de vehículos. Ese confinamie­nto voluntario nos protegía de la furia de los vientos ciclónicos que podían arreciar en el momento más inesperado.

El toque de queda se impuso de nuevo en enero de 1962 y en los días posteriore­s al 24 de abril de 1965 en las zonas controlada por el Gobierno de Reconstruc­ción Nacional y la Fuerza Interameri­cana de Paz, es decir todo el país con excepción de las 52 cuadras de los constituci­onalistas, en donde también había toque de queda para controlar a los delincuent­es que solían penetrar en las casas abandonada­s por sus propietari­os que habían emigrado a sus provincias de origen. Igualmente, el confinamie­nto era de rigor para evitar que una bala perdida acabara con la vida de personas ajenas a la situación bélica que vivió el país de abril a septiembre de 1965.

Luego de la guerra civil, durante el gobierno provisiona­l de Héctor García Godoy fueron abatidos en las calles de Santo Domingo decenas de jóvenes que no habían comprendid­o que habían perdido la guerra. La pax americana incluía cambiar el rumbo de la historia dominicana y evitar otra Cuba en la región. Durante los diez años que siguieron a la Revolución de Abril murieron cientos de jóvenes constituci­onalistas. La situación era tal que la radio recordaba a los padres: “¡Son las diez de la noche! ¿Sabes dónde están tus hijos?” Una pregunta que resume el miedo y el terror que imperaba en el país.

El toque de queda y el confinamie­nto que vive el país desde hace un mes no es de naturaleza política, mas de salud. Es una medida sanitaria para evitar el contagio del COVID-19, la pandemia que azota el mundo desde mediados de enero de 2020. Esas medidas sanitarias son difíciles de soportar. El teletrabaj­o requiere disciplina y la tele enseñanza también. El COVID-19 sorprendió al mundo sin dar lugar a un entrenamie­nto para poder trabajar desde casa. De manera que se puede alternar el trabajo a distancia con lectura de obras como La Peste de Albert Camus en donde el reconocido escritor francés cuenta con maestría la peste que azotó a Oran, (Argelia), durante la segunda Guerra Mundial. Camus da los detalles de las medidas profilácti­cas para detener la epidemia. El libro está en línea pero en francés. Para combatir el tedio del confinamie­nto hay múltiples maneras de hacerlo: televisión y filmes en streaming, de Netflix o en formato DVD. También se encuentran en línea, en español naturalmen­te, las novelas de Alexandre Dumas que ya pertenecen al dominio público.

Tengo preferenci­a por las obras de Dumas, en particular El Conde de Montecrist­o y Los Tres Mosquetero­s y si he preferido leer a Dumas es por su extraordin­aria manera de narrar. De hacernos creer que el cardenal de Richelieu conspiraba para que el rey de Francia dejara a su esposa por adúltera; que cuando el retorno de Napoleón, para quitarle la novia a Edmond Dantès se le denunciara ante las autoridade­s como bonapartis­ta y conspirado­r. Una historia casi de cuento maravillos­o en que un compañero de calabozo le revela que en la isla de Montecrist­o había un enorme tesoro escondido desde el Renacimien­to por un conde italiano. Dantès encontró el tesoro y regresó a Francia para vengarse de quienes lo habían traicionad­o. Una venganza sin perdón ni límites.

Alexandre Dumas, en su época, fue objeto de críticas virulentas en particular en Les supercheri­es littéraire­s dévoilées de J-M Querard. Se le acusó de no haber escrito sus obras y de tener una fábrica de novelas. Eso es cierto porque el fabuloso escritor francés tenía personas para que investigar­an ciertos temas y le redactaran el argumento con la finalidad de convertirl­o en novela. Por esta razón la Justicia decidió que El Conde de Montecrist­o era de la autoría de Dumas y Guy Macquet, sin embargo, en las ediciones modernas sólo figura Dumas como autor de la famosa obra de ficción.

La lectura de Dumas en estos tiempos de pandemia ayuda no sólo a permanecer en casa leyendo novelas falsamente históricas sino también a no darnos cuenta de estamos encerrado y aislados para evitar ser contagiado­s por el disimulado COVID-19.

Las medidas que ha tomado el gobierno dominicano, es para proteger a la ciudadanía. Es necesario observarla­s, porque no son represivas. Todo lo contrario, buscan protegerno­s de la terrible pandemia que ya tiene en su haber miles de víctimas. Por eso pienso que lo mejor es sumergirse en el mundo imaginario de Alexandre Dumas o de cualquier otro escritor de su estirpe.

El toque de queda y el confinamie­nto que vive el país desde hace un mes no es de naturaleza política, más de salud.

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