Diario Libre (Republica Dominicana)
Música para todos los tiempos
A DECIR COSAS
DÍAS DE TIEMPO SOBRADO para enredarse a conciencia en la maraña de los recuerdos y apurar sorbo a sorbo las muchas contiendas, compensados los marros a la vida con los aciertos. Es ese equilibrio, el justo medio, que nos traslada el sosiego para despedir el recuento con dejos de satisfacción. Quizás.
Propósito de enmienda, empero, por la falta de aplicación para escribir cuando, primero, en el 2008, se cumplieron los 50 años del nacimiento del bossa nova; y un calendario después, el mismo aniversario de otro hito, esta vez por el lado del jazz, como fue la aparición del disco más vendido en toda la historia del género: Kind of Blues. Un jalón cuyos efectos bienhechores palian la deriva triste a que llevan la reclusión forzosa, el alejamiento de los seres queridos aun estén a la vuelta de la esquina y el trastorno de la rutina que nos deja anegados en la Chega de saudade, esa lluvia de nostalgias como titularon Vinicius de Moraes y Tom Jobim a su epifanía que, al igual que el disco de larga duración de Miles Davis, inauguraba senderos musicales.
El toque de queda se alarga, también mi oportunidad para decir algunas cosas — que las hay muchas— sobre los valiosos aportes del poeta, compositor y diplomático brasileño y el sin par Antônio Carlos Brasileiro de Almeida Jobim. Llevaron al Olimpo los ritmos brasileños, y desde allí las notas se derramaron a raudales para influenciar y nutrir de savia creadora al arte, el jazz entre los beneficiados.
En apenas dos sesiones, un 2 de marzo y un 22 de abril a 61 años de distancia, Davis y un quinteto de músicos con mucha gloria en las mochilas individuales revolucionaron el jazz. Tan marcada la impronta que con unanimidad, con ocasión del quincuagésimo aniversario, la Cámara de Representantes norteamericana reconoció “la contribución única de ese álbum al jazz estadounidense”. Los considerandos abarcan un rosario de alabanzas, todas merecidas: número 12 en el catálogo de los 500 mejores discos de todos los tiempos; punto de partida para la popularidad masiva del jazz en los Estados Unidos; el más vendido y, sin duda las razones más sustantivas, porque “redefinió el concepto de jazz para los músicos y cambió las percepciones asumidas por los muchos fanáticos”, además de continuar como “la obra maestra estándar del jazz”.
Miles con su trompeta mágica; Bill Evans al piano, reemplazado por Wynton Kelly en Freddy Freeloader; Jimmy Cobb, batería; Paul Chambers, contrabajo, y John Coltrane más Julian “Cannonball” Alderley en el saxofón modificaron el lenguaje musical del jazz para manifestarse con más libertad. Abrieron las compuertas a nuevas expresiones al adoptar el estilo modal.
Solo cuatro números más complementan Kind of Blue, título con el que Miles Davis buscaba describir su estado anímico: So
What, Blue in Green, All Blues y Flamenco Sketches. Parecería que cada composición se funde en la otra sin hiato y, sin embargo, todas difieren entre sí a los oídos de este profano. No hubo ensayos ni partitura, simplemente unas anotaciones. Con ellas, el trompetista daba rienda suelta a su troupe galáctica. Nueve minutos y veinticinco segundos bastaron para grabar de un tirón Flamenco Sketches. Cada integrante del sexteto brilla con luz propia y hurga en lo más profundo de sí para encarrilar las piezas hacia un bloque de excelencia en el que, no obstante la especificidad, encajan admirablemente todas.
Estos músicos insignes fueron al estudio neoyorquino situado en una antigua iglesia pertrechados de gran sensibilidad, de energía creativa, de emociones en abundancia. Y volcaron toda esa carga íntima en ese álbum histórico, factor de conversión damascena de muchos como yo a la religión del género musical con el que los Estados Unidos verdaderamente han conquistado el mundo.
Primer corte, So What, catalogado como joya musical de matices inagotables. Abre el piano de Evans como si caminara sobre una nube. Le sigue el contrabajo, severo y grave, con la apertura de un riff espectacular, hechizo maestro convertido con los años en carné de identidad. ¿Bolero, de Ravel, en el trastero mental de Miles? Diálogo musical misterioso, con la respuesta en dos notas del piano y los metales acompañados por la batería. Con una llamada de atención repentina, los platinos abren el infinito a la trompeta de Miles. Emociones convertidas en sonido se componen y descomponen en una serie —se me antoja corta— de improvisaciones embriagadoras. Casi en nirvana y entonces explota el saxo tenor de Coltrane. Con prisa autoritaria. Con relevancia. En pleno estado de gracia. Adderley se incorpora con su saxo alto, igualmente creativo y, transportado ya el oyente a un mundo sofisticado, retoma Evans la tarea de crear tonalidades mejores y más inspiradas, inventadas en el momento.
Hay que contener el clímax hasta llegar al tercer track luego de pasar por Freddy Freeloader. Miles desvela su genio en grado superlativo en Blue in Green. Es en la balada donde alcanzó el máximo de esplendor con su instrumento. Asordinada, la trompeta deja una estela de sonidos gloriosos, únicos, románticos sin edulcorante artificial. Pieza clave en Kind of Blue, el nudo gordiano desatado y sus múltiples hilos transformados en lienzo de notas exquisitas, de un lirismo sobrecogedor. Es poesía, música, la materialización de una