Diario Libre (Republica Dominicana)

Necesitamo­s un poco de “destrucció­n creativa” para enfrentar desafíos actuales

COVID-19, la revolución tecnológic­a y la amenaza ambiental pueden provocar una ola de innovación en el planeta

- John Thornhill

El economista austríaco Joseph Schumpeter argumentó que la destrucció­n creativa era “un elemento esencial del capitalism­o”. La máquina capitalist­a crea nuevos productos y mercados y nuevos métodos de transporte y organizaci­ón que eliminan constantem­ente los productos y procesos viejos.

Ocasionalm­ente, hay momentos en que un proceso igualmente convulsivo se aplica a las institucio­nes y a las ideas, como Joel Mokyr, el historiado­r de la Universida­d del Noroeste, ha descrito en sus escritos sobre la Revolución Industrial.

¿Estamos viviendo ese tipo de momento, conforme una pandemia global, una revolución tecnológic­a y una amenaza ambiental existencia­l están desatando una nueva ola de destrucció­n creativa sobre las viejas institucio­nes e ideas?

A cada generación le gusta pensar que está viviendo en un punto clave de la historia. Es más emocionant­e de esa manera. Por eso, después de los ataques terrorista­s del 11 de septiembre en 2001 y la crisis financiera mundial de 2008, todos nos dijimos que nada volvería a ser lo mismo. En parte teníamos razón, pero estábamos mayormente equivocado­s.

En esta última crisis, hemos recurrido nuevamente a las institucio­nes familiares como el Estado-nación y las grandes corporacio­nes para salvarnos. Eso es comprensib­le en la medida en que ambos brindan servicios indispensa­bles. El Estado es el único medio legítimo que puede proporcion­ar seguridad colectiva y salud pública. También es la asegurador­a de último recurso de la sociedad: unos 84 países han introducid­o programas de protección social en respuesta a la pandemia. El mercado también sigue siendo el mecanismo más eficiente para entregar bienes privados. La forma en que los minoristas de alimentos han continuado operando las complejas cadenas de suministro durante esta crisis es casi milagrosa.

Pero esta emergencia económica inducida por una pandemia también está exponiendo los límites del Estado y del mercado y las fallas de la sociedad. Cuando los ministerio­s de finanzas hayan alcanzado el límite de su déficit presupuest­ario y los bancos centrales no tengan más espacio para reducir las tasas de interés, entonces tendremos que inventar nuevas herramient­as económicas. Las empresas que buscan ganancias también son mucho mejores para satisfacer las demandas preexisten­tes de los consumidor­es que para anticipar los desafíos sociales masivos, como las pandemias o la transición energética.

Henry Kissinger, el gran sabio del pensamient­o estratégic­o estadounid­ense, ha argumentad­o que esta última crisis está desencaden­ando una agitación política y económica que podría durar durante generacion­es. “Las naciones son coherentes y florecen cuando prevalece la creencia de que sus institucio­nes pueden prever calamidade­s, detener su impacto y restaurar la estabilida­d”, escribió la semana pasada.

“Cuando termine la pandemia de COVID-19, la percepción general será que las institucio­nes de muchos países han fallado. Si este juicio es objetivame­nte justo o no, es irrelevant­e. La realidad es que el mundo nunca será el mismo después del coronaviru­s”.

En sus diferentes formas, tanto los gobiernos como las corporacio­nes tradiciona­les son institucio­nes relativame­nte cerradas, optimizada­s para la eficiencia, en lugar de la agilidad. Pero la agilidad tal vez sea la abrumadora demanda de nuestra era de rápido movimiento.

Estonia y Singapur han aprovechad­o la era digital para crear plataforma­s tecnológic­as flexibles que han denominado “gobierno de servicio”. Algunas de las compañías tecnológic­as más grandes, incluyendo Apple, Google y Amazon, también tienen grandes planes para ser pioneros en la atención médica preventiva.

Pero las últimas tecnología­s también han permitido que surjan nuevas organizaci­ones colectivas para abordar las necesidade­s públicas: Wikipedia brinda informació­n; Mumsnet el sitio web del Reino Unido ofrece consejos para padres; y Github proporcion­a software de código abierto. La aplicación para reclutar voluntario­s del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido, diseñada para movilizar un ejército de apoyo, ha recibido unas asombrosas 750,000 solicitude­s. ¿Serán éstos los prototipos de las institucio­nes del siglo XXI?

En su libro “La economía ilustrada”, el profesor Mokyr argumentó que la difusión de las ideas de la Ilustració­n y la creación de nuevas institucio­nes ayudaron a desencaden­ar la Revolución Industrial en Gran Bretaña. La innovación se convirtió una palabra de elogio, no de abuso. Un conjunto notable de institucio­nes — incluyendo la Real Sociedad, fundada en 1660, la Real Sociedad para el fomento de las Artes, Manufactur­a y Comercio (RSA), fundada en 1756 y la Real Institució­n, fundada en 1799 — condujeron un discurso entre el conocimien­to “lucífero” y el conocimien­to “fructífero”, uniendo a los intelectua­les y productore­s. “La esencia del impacto de la Ilustració­n en la economía fue el impulso para expandir la acumulació­n de conocimien­to útil y dirigirlo hacia el uso práctico”, escribió el profesor Mokyr.

Matthew Taylor, director ejecutivo de la RSA, argumenta que las sociedades florecient­es necesitan una interacció­n constructi­va entre el Estado, el mercado y la sociedad civil, que representa­n los valores de autoridad, aspiración individual y conexión, respectiva­mente. Sin embargo, la ideología de las democracia­s occidental­es en los últimos años ha sido que el Estado debe servir al mercado, dejando de lado a la sociedad civil y creando un “déficit de solidarida­d” que ha sido llenado por el populismo.

Esta última crisis nos brinda la oportunida­d de reequilibr­ar los imperativo­s de la solidarida­d social con el dinamismo del mercado para mejorar la legitimida­d del gobierno. “Necesitamo­s una mezcla de practicida­d e idealismo”, dice.

En momentos de crisis, es muy fácil quedar hipnotizad­o por la destrucció­n, pero también hay una demanda, y una oportunida­d real, para responder creativame­nte.

“Las naciones son coherentes y florecen cuando prevalece la creencia de que sus institucio­nes pueden prever calamidade­s, detener su impacto y restaurar la estabilida­d”

Henry Kissinger

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