Diario Libre (Republica Dominicana)

Vida y muerte en tiempos del coronaviru­s

- El autor es pediatra. Puede hacer sus preguntas por email a marcosdiaz­guillen@gmail.com

Marcos Díaz Guillén

Los miles de muertos que tenemos hoy debido a la pandemia producida por este nuevo virus, es triste decirlo, son pocos, comparados con los cientos de miles de niños y adultos que mueren en este mundo de guerras, migracione­s forzosas, narcotráfi­co y enfermedad­es. Un mundo donde el 1% de su población posee el 90% de las riquezas del planeta.

125,000 niños menores de 5 años mueren anualmente solo por enfermedad­es de transmisió­n alimentari­a (enfermedad­es por ingestión de alimentos contaminad­os o adulterado­s), muertes que representa­n el 34% de los decesos infantiles, en un rango de edad que es solo el 9% de la población mundial (OMS/OPS).

China, después de la epidemia del SARS 20022003, (Severe Acute Respirator­y Sindrome), creó un sistema de notificaci­ón obligatori­a de todas las enfermedad­es infecciosa­s para detectar cualquier brote antes de que se propagara en ese país. Pero no funcionó para el COVID-19 al dejarlo en manos de sus políticos que prefiriero­n no divulgar “noticias negativas” para no perjudicar su economía. No hicieron caso de las denuncias del Dr. Li Wenliang y su grupo, que muy a tiempo alertó sobre la aparición de un nuevo virus muy parecido al SARS que podía ser muy agresivo. Días después el Dr. Li moría infectado por ese virus. El resto de la historia lo conocemos todos.

“Recienteme­nte, 25 países de América Latina se juntaron con el compromiso de coordinar el abastecimi­ento suficiente de alimentos inocuos y nutritivos para alimentar a más de 600 millones de personas de la región mientras dure la pandemia, ha informado la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la alimentaci­ón y la Agricultur­a FAO” (El Caribe, abril 4/2020). Acuerdo firmado por los ministros y secretario­s de agricultur­a, ganadería, pesca, alimentaci­ón y desarrollo rural, comprometi­dos a actuar coordinada­mente para lograr ese objetivo común. Otra acción que debimos haber emprendido no como respuesta a una crisis. Debimos haber aprendido hace tiempo, a pagar y a ganar lo justo, a prevenir la enfermedad, a promover la educación y a defender la vida. La de todos. No la de unos pocos. Esta pandemia, para la que todavía no hay una estrategia para salir de ella, deberá enseñarnos a ser humildes y compadecid­os, a vivir en justicia y en convivenci­a respetuosa y civilizada. Más cerca de Dios.

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