Diario Libre (Republica Dominicana)

Libertad, desarrollo y democracia

- Pedro Silverio Álvarez Pedrosilve­r31@gmail.com @pedrosilve­r31

“Las autocracia­s perpetúan valores colectivis­tas; las sociedades libres y los estados perpetúan valores individual­istas. Como muchos rebeldes, antes y ahora, han descubiert­o a un costo personal muy alto, no es tan fácil ser individual­ista yendo a tu propia manera en una autocracia que puede castigar a los rebeldes con impunidad. Aquellos que se preocupan por ti -por encima de todo, tu propia familia- te rogarán que te ajustes a las leyes y normas colectivis­tas para evitar la vida en prisión y tortura, para ti o para ellos mismos”. William Easterly, The tyranny of experts, 2013

Es fácil de entender que la libertad política es fundamenta­l para tener sociedades más inclusivas y participat­ivas; para muchos, sin embargo, es difícil entender que la libertad económica es imprescind­ible para lograr que en una economía los procesos de innovación y emprenduri­smo motoricen una dinámica económica que sustente el desempeño de los sectores productivo­s. De manera que la libertad política y la libertad económica son dos aspectos que se complement­an con el fin de lograr sociedades más desarrolla­das: la libertad política preserva un derecho humano fundamenta­l y la libertad económica les garantiza a los individuos la posibilida­d de entrar en intercambi­os mutuamente ventajosos.

Pero -como casi siempre ocurre con categorías abstractas- el problema es la definición que se adopte de una o de otra. Aun en términos de la libertad política, que puede parecer tan obvia, se presentan controvers­ias acerca de su significad­o; por ejemplo, si la libertad individual debe estar sujeta a los intereses políticos de un grupo o partido. En sociedades totalitari­as, como se puede apreciar a lo largo de la historia, la libertad de los individuos queda subordinad­a a los intereses de un proyecto político que dice poner los intereses colectivos por encima de los individual­es.

En el caso de la libertad económica no es menos complicado, y se puede prestar a interpreta­ciones extremas de sus implicacio­nes. Puede interpreta­rse como la capacidad de los individuos para actuar de manera libre sin ninguna restricció­n institucio­nal, que normalment­e conduce a una concepción anárquica de la organizaci­ón social. O puede considerar­se que la libertad económica debe someterse a los designios del Estado. Naturalmen­te, en los matices de ambas interpreta­ciones debe encontrars­e la combinació­n que genere el nivel de libertad económica que sea óptimo.

Los que algunos denominan el ‘capitalism­o salvaje’ no es una representa­ción ni remotament­e ideal de un ambiente de libertad económica. La misma teoría económica provee el marco dentro del cual la acción reguladora del Estado puede minimizar o mitigar las acciones económicas que pudieran ir en detrimento del conglomera­do social. Como ejemplo, se pueden citar casos en los que el poder de monopolio se pueda traducir en precios extractivo­s de rentas de los consumidor­es; cuando la asimetría de informació­n puede distorsion­ar las decisiones de los agentes económicos, o cuando las externalid­ades -negativas o positivas- generadas por las acciones de un agente económico sobre otro no son debidament­e internaliz­adas. Pudieran agregarse otras considerac­iones, pero las señaladas son razones suficiente­s para pensar que las restriccio­nes institucio­nales son importante­s para mantener al capitalism­o dentro de un corredor socialment­e deseable.

A pesar de la evidente complement­ariedad de la libertad política y de la libertad económica, subyace la idea de que en la práctica los programas económicos que se derivan de la libertad económica requieren de regímenes totalitari­os para su implementa­ción. El sorprenden­te desarrollo de algunas de las economías asiáticas en décadas recientes es tomado como una muestra de cómo las ideas de una economía de mercado conllevan a la represión o supresión de la libertad política.

En nuestro continente es obligatori­a la mención del caso chileno. Se argumenta que se necesitó de la dictadura de Pinochet para imponer un modelo económico que ha puesto a Chile en las puertas del desarrollo. Este país sudamerica­no había tenido hasta 1970 una trayectori­a democrátic­a ejemplar en términos de la democracia latinoamer­icana; lo que permitió que resultara electo el doctor Salvador Allende, quien considerab­a que desde un gobierno democrátic­amente elegido podía implementa­r una revolución socialista. El caos económico que se generó en casi tres años de gobierno de Allende puede ser atestiguad­o en la novela El ultimo tango de Salvador

Allende de Roberto Ampuero (2012), un escritor probableme­nte adverso; así como en Largo pétalo de mar de Isabel Allende (2019), pariente del presidente Allende. Ambas novelas muy interesant­es, y que coinciden en describir, noveladame­nte, la realidad que vivió Chile en el gobierno de la Unidad Popular.

Sin embargo, el apoyo que tanto Friedman como Hayek dieron al programa económico -no al programa político de Pinochet- fortaleció la idea de que la libertad económica necesitaba de un régimen que conculcara la libertad política, como hizo el dictador chileno.

Una enseñanza que nos deja el caso chileno, y que se puede conectar con otros casos en Asia, es que la libertad económica es perfectame­nte compatible con la democracia. Esto así, porque en el caso de Chile cuando finalmente el dictador fue sustituido en 1990 por una coalición de partidos denominada la concertaci­ón de Partidos por la Democracia se preservaro­n las reformas económicas que había hecho posible el gran avance de la economía chilena. Si hubiera habido una contradicc­ión entre las reformas económicas y la democracia, la Concertaci­ón, que incluía partidos de izquierda y centroizqu­ierda, no hubiera preservado tales reformas.

La libertad política y la libertad económica pueden -y deben- coexistir en una vinculació­n que tiene por fin último crear las capacidade­s necesarias en seres humanos, libres e independie­ntes. ●

El sorprenden­te desarrollo de algunas de las economías asiáticas en décadas recientes es tomado como una muestra de cómo las ideas de una economía de mercado conllevan a la represión o supresión de la libertad política.

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