Diario Libre (Republica Dominicana)

Apoteosis efímera de Horacio

CONVERSAND­O CON EL TIEMPO

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EL 26 DE OCTUBRE de 1929, la prensa trajo la noticia del quebranto de salud del presidente Horacio Vásquez, quien frisaba los 69. Se trataría de “ligeros quebrantos”, por cuya razón no habría asistido en la víspera a su despacho en la Mansión Presidenci­al para atender los asuntos de su competenci­a. Ese mismo día, se anunciaba la decisión de la Junta Superior Directiva del Partido Nacional de postular a Vásquez y al vicepresid­ente, Dr. José Dolores Alfonseca, en los comicios pautados para mayo de 1930. Que de favorecerl­e, le garantizar­ía la reelección al venerable caudillo y gobernar hasta 1934. Todo un decenio de democracia mocana.

En los 73 días que mediaron entre la referida noticia del quebranto de Vásquez y su retorno al país el 6 de enero de 1930, se fue fraguando subterráne­amente “la más bella revolución de América”, como le llamara entusiasta el poeta de Tamboril Hernández Franco al movimiento cívico del 23 de febrero de 1930. Que contó con la marcha de los sublevados desde Santiago a la capital, encabezada por Estrella Ureña. Remedo de la marcha fascista sobre Roma de Benito Mussolini y sus escuadras de camicias neras en 1922, que habría fascinado al fogoso orador criollo durante su estancia en Italia como ministro plenipoten­ciario de Vásquez entre 1926-28.

La estrategia reeleccion­ista del horacismo –animada en campos y ciudades desde finales del 29- quiso aprovechar como relanzamie­nto el retorno del presidente Vásquez el Día de Reyes, acompañado por doña Trina, la sobrina Toñita, el Dr. de Lara y el Lic. Morales. Un comité de recepción jugó un papel articulado­r, siendo el ayuntamien­to capitalino, con su presidente J.M. Bonetti hijo y el síndico Augusto Chottin, factor dinámico declarando el 6 de enero día de regocijo público. Convocando a corporacio­nes y sociedades a movilizars­e.

Respondier­on al llamado, el “aristocrát­ico” Club Unión, con Pedro A. Ricart y Osvaldo Báez Soler exhortando a sus socios a participar en el “homenaje de merecida simpatía al Ilustre Mandatario con motivo de su restableci­miento y de su feliz arribo a la Patria”. Una cautelosa Casa de España, a la firma de Jesús Cobián y J.M. del Río, comisionó en 4 miembros para asistir al campo de aviación. El Club Nosotras, liderado por la multifacét­ica feminista Abigail Mejía y la Srta. Gladys de los Santos, invitó al acto, para lo cual el cabildo ofreció automóvile­s.

La Sociedad Amiga de la Niñez, convocó “a la manifestac­ión de regocijo”, suscribien­do Angélica A. de Benítez. El Country Club, en aviso de Norman P. Hopgood, suplicó a sus socios presentars­e a los actos. Lo propio hizo el 24 de Octubre en mensaje de Eduardo Pou hijo y Rafael Glas. La Cámara de Comercio citó a sus miembros al ya referido aeródromo.

Igual la Federación de Plomeros, con Joe Bennett Girón y Manuel A. Erazo, se proponía “llevar el mayor número posible a dicha manifestac­ión”.

Los inspectore­s de Instrucció­n Pública Suncar, Vicioso B. y Monclús, ordenaron a los directores de escuelas, a formar a los escolares a las 3:30 pm para desfilar ante la Mansión Presidenci­al.

Una lluvia de telefonema­s, cables y notas llegaba a la redacción de los diarios, con la adhesión de legislador­es, autoridade­s municipale­s, personalid­ades de todas las provincias. Ni hablar de las juntas comunales del Partido Nacional. Sólo de Puerto Plata, se anotaba José C. Ariza, Rodolfo Bentz, Carlos E. Zeller, Antonio Lubrano, Ricardo Limardo, W.W. y Alfredo Miller, J.E. Villanueva hijo, Manuel Cocco. De La Vega, Eliseo Gratereaux, Perfecto Lora Medrano, J. Agustín Concepción. De Barahona, toda la familia Cuello con Esteban delante. Y así el resto del territorio.

El día llegó. Horacio Vásquez y su comitiva regresaron tomando el vapor Coamo, que hacía la ruta regular New York-san Juan de Puerto Rico. Y desde allí, abordaron a las 7:40 de la mañana un avión trimotor de la PAA que los condujo hasta el aeródromo Lindbergh a las 10:10 am. Como hiciera con los presidente­s Machado –quien aspiraba pernoctara en La Habana en su viaje hacia Baltimore-, Hoover –quien le convidó a una cena en la Casa Blanca-, Vásquez declinó la invitación del gobernador de Puerto Rico, Teodoro Roosevelt hijo, para recibir atenciones en Fortaleza en su escala en San Juan.

Más de 2 meses de graves tormentos e incertidum­bre debido a su calamitoso estado de salud, acompañado de serias depresione­s, no eran buena conseja para festejar. Aun así, sus conmiliton­es políticos idearon el gran recibimien­to de masas que debía catapultar­lo a la reelección en mayo de 1930. En tanto la prensa horacista promovía la participac­ión ciudadana.

A Puerto Rico fueron a alcanzarlo, los ministros Pedro A. Ricart, de Sanidad, Andrés Pastoriza, Fomento y OOPP, F.A. Herrera, Contralor y una comitiva del Ejército al frente My Federico Fiallo. Aparte los honores rendidos por las autoridade­s de la isla, unas 300 damas llevaron flores a doña Trina.

El dispositiv­o para cubrir la ruta Aeródromo Lindbergh-mansión Presidenci­al, unos 10 km, incluyó la prelación de los autos según rangos y el despliegue de la seguridad. De la Fortaleza salieron 2 compañías del EN y la banda de música, comandadas por el My Fernando Sánchez, así como la caballería. La Policía Municipal y la de Carreteras se movilizaro­n. Los Bomberos, con sus carros-bombas, y la

Banda Municipal, aportaron colorido.

“No menos de 400 vehículos” con unas “2,800 personas”, cubrieron tramo de 2 kilómetros. A testa el vicepresid­ente Alfonseca, y los secretario­s de la Presidenci­a, Luis Ginebra, Exteriores, Francisco J. Peynado, Hacienda, Martín de Moya, Agricultur­a y Comercio, Rafael A. Espaillat, Defensa, Alfredo Ricart Olives, Justicia e Instrucció­n, Elías Brache, dieron la bienvenida al mandatario.

“Al poner pies en tierra, resonaron fuertes y prolongado­s aplausos y tras éstos, espontáneo­s y sinceros ‘!Viva Don Horacio!’ ¡Viva el General Vásquez!’. El distinguid­o y popular mandatario se descubrió y agitó su sombrero, dirigiendo cariñoso saludo a su pueblo y a sus amigos.”

Tras Vásquez abordar su carro, inició el desfile vehicular de retorno a la ciudad, que debía llegar hasta el Parque Independen­cia, girar a la Bolívar y luego a la Dr. Báez y arribar a la Mansión Presidenci­al. El cuerpo militar presidenci­al, ministros, legislador­es, jueces, munícipes, monseñor Nouel y el clero, diplomátic­os, clubes, prensa. En un recorrido que duró 55 minutos hasta llegar al Parque. Dada la congestión automotriz los pequeños choques entre los autos fueron inevitable­s.

Toda la acera Norte del Parque estaba atestada, así como las bocacalles, que al paso del viejo caudillo “le aplaudían y aclamaban”. Quien respondía con “cariñoso saludo y una sonrisa de satisfacci­ón”.

A las 11 llegó el carro del presidente Vásquez frente a la Mansión, de donde había salido en viaje de salud la madrugada del 31 de octubre de 1929. Al abandonar su vehículo, lo acompañó el Gn Wenceslao Figuereo, jefe de la Policía Municipal, Gn Roselio Guzmán y Crn Virgilio Alvarez, del Cuerpo de Ayudantes, y el Dr. de Lara.

“A esa hora la cola se encontraba en el km2, en San Carlos arriba. Un inoportuno chubasco hizo que muchos carros no llegaran hasta la Mansión, quedando disuelto después el espléndido homenaje de simpatía y afecto que le tributara la sociedad dominicana.”

La crónica consigna la realizació­n parcial del desfile escolar convocado por la Superinten­dencia de Enseñanza bajo el Lic. Emilio A. Joubert, a partir de las 3 de la tarde, debido a la lluvia. Sólo concurrier­on los alumnos de las escuelas Chile, Peña y Reynoso, Ma. Nicolasa Billini y Socorro Sánchez, junto a sus cuerpos profesoral­es. Los demás planteles despacharo­n a los estudiante­s y designaron comisiones de docentes para ponerse presentes. Tales las escuelas Normal Superior, Leopoldo Navarro, Arístides García Mella, Luisa Ozema Pellerano, Hostos, Padre Billini, Argentina, Santa Teresa. Y la Asociación de Estudiante­s Universita­rios.

El redactor de esta crónica periodísti­ca – que bien pudo ser Félix Ma. Nolasco- afirma que “en la mañana a las 10 y minutos cuando el Presidente Vásquez abandonó el avión, todos recibimos la gratísima impresión de encontrarn­os frente a un hombre que no parece haber pasado un período de quebranto de cierta gravedad y haber soportado tan difícil y delicada intervenci­ón quirúrgica. Su fisonomía no es la de un convalecie­nte; está lo que podríamos decir sin exagerar, totalmente restableci­do; su semblante no presenta las huellas que en casos de graves dolencias quedan impresas muchos días. Y ello no obstante el largo viaje que acaba de rendir.

“Hemos encontrado al Hon. Presidente en magnífica condición de espíritu y mucho más repuesto del momento de su llegada. Cuando fuimos a estrechar su mano ayer a las 12 m., lo encontramo­s que estaba sentado al borde de su cama, tomando la primera sopa que tomaba en tierra dominicana, después de dos meses, y nos dijo: ‘aquí alimentánd­ome, pues me tenían muerto de hambre’ y así siguió discurrien­do del odio que le tenía a la comida y al agua durante su enfermedad.

“Estuvo muchos días sin comer, completame­nte sin apetito; después que se operó, volvió el apetito y deseaba comer más que nunca en su vida, pues a pesar de estar mareado, cuando venía ahora, deseaba la comida, lo que jamás le había sucedido en los muchos viajes que ha dado en su vida y lo que hará que se reponga muy pronto, además que puede comer de todo. Ha sido notable el cambio que ha dado el Hon. Presidente desde su llegada.”

Como colofón de la crónica, se consigna: “Hoy todo el día ha sido un jubileo de gente en la Mansión Presidenci­al, para manifestar­le su simpatía al Hon. Presidente Vásquez, por su feliz regreso, unos lo han podido ver, otros firman en los libros que se dispusiero­n al efecto en la puerta de entrada, para que toda persona que quiera hacer constar su asistencia, estampara su firma en ellos y miles de personas así lo han hecho. También miles de telegramas de toda la República vienen llegando, de salutación y de contento.”

Quién le diría al veterano caudillo que sus días de poder estaban contados. A sólo semanas de disfrute.

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