Diario Libre (Republica Dominicana)
La meseta de cenizas de Punta Catalina que deja la pandemia
Ambientalistas han denunciado “una catástrofe” por la montaña de desechos que produce la central termoeléctrica
PERAVIA. La cercanía de la central termoeléctrica de Punta Catalina se siente en el ambiente. No es el ruido de la planta, que es prácticamente imperceptible, es un olor a quemado distinto al acostumbrado en Peravia, una zona donde la combustión de la caña de azúcar es usual.
“Ese olor... Después de la planta es que viene ese mal olor”, dice Pedro María Aybar, un hombre mayor que trabaja en las extensas siembras agrícolas que rodean el patio que se habilitó para depositar las cenizas de Punta Catalina.
Los desechos se ven fácilmente desde la vía. Una meseta de cenizas grises se levanta unos dos kilómetros al noroeste del lugar donde opera la central a carbón. Se trata de un patio a cielo abierto al que se trasladan esos desechos generados por la planta. Actualmente se observan camiones de volteo y grúas operando sobre las cenizas, para descargar las nuevas y para aplanar y humedecer las que ya están allí.
El material, también conocido como fly ash, se utiliza en la producción de cemento, hormigón o concreto, y el de Punta Catalina es adquirido por cementeras locales. Así fue hasta que el COVID19 llegó.
Aybar, acostumbrado a recorrer cada día a caballo los sembradíos que están en los alrededores del patio de cenizas volantes, dice que ha visto cómo los escombros han ido creciendo, sobre todo en las últimas cinco semanas. Relata que en los últimos días los tractores los han comenzado a aplanar porque estaban todavía más altos.
Miguel Berigüete, un agricultor que tiene siembras a un kilómetro de la planta, cree que quizás las cementeras no se den abasto con la cantidad de cenizas volantes que genera Punta Catalina. “Hasta el momento no hemos tenido ningún tipo de roncha (por las cenizas)”, dice.
Pero voceros de las empresas cementeras consultados para este reportaje dijeron que el cese de operaciones no esenciales ordenado por el gobierno para evitar la propagación del nuevo coronavirus, con la consecuente paralización de los proyectos ligados al sector de la construcción, ha provocado que las compras de cenizas volantes que se usan en la fabricación del concreto se detenga. De allí la inesperada meseta de desechos en el patio.
Una “catástrofe ambiental y sanitaria”
El carbón mineral utilizado en las centrales termoeléctricas es un polvo que se introduce en la cámara de combustión para que sea quemado y produzca el calor suficiente para mover las turbinas que producen electricidad. Pero además de ese calor, se generan cenizas de fondo y cenizas volantes, que son los desechos de la quema. Para que no salgan a la atmósfera por las chimeneas de la planta se utilizan filtros y se recogen en unos embudos gigantescos llamados tolvas. De allí se transportan al patio.
El pasado 2 de junio el Comité Nacional de Lucha contra el Cambio Climático habló de “un escenario de catástrofe ambiental y sanitaria” por la existencia de Punta Catalina y de ese depósito de cenizas. Aseguró en un comunicado que el viento transporta las cenizas en dirección a Baní. Aybar, el hombre a caballo en el batey San José, señala que los desechos se levantan por los aires y vuelan hasta Paya, una pequeña población al oeste de Punta Catalina, donde viven menos de 14,000 habitantes. ●
Suhelis Tejero Puntes