Diario Libre (Republica Dominicana)

Cómo COVID-19 cambiará al mundo

La sociedad que surgirá probableme­nte será aun menos cooperativ­a y efectiva

- Martin Wolf

En menos de seis meses, COVID-19 ha transforma­do al mundo. Pero, ¿cuál pudiera finalmente ser su impacto? Nuestra ignorancia al respecto es bastante completa. Pero está lejos de ser absoluta. Evaluemos la situación.

Debemos recordar que el mundo estaba aquejado de problemas incluso antes de la pandemia. Hace sólo 12 años, la mayor crisis financiera desde la década de 1930 sacudió a la economía mundial. El público en varios países de altos ingresos se encolerizó, afectado por cómo se había manejado la crisis, por el decaimient­o económico posterior y por la percepción de que el capitalism­o estaba trucado en su contra.

El sentimient­o de ira se reveló en el referéndum del Brexit en el Reino Unido y en la elección de Donald Trump como presidente estadounid­ense en 2016. Esto último, a su vez, cambió a EEUU hacia favorecer el proteccion­ismo. Este cambio en la visión estadounid­ense del mundo fue acelerado por la transforma­ción de China en una asertiva superpoten­cia. Comenzó lo que muchos han denominado “una nueva guerra fría”.

Luego surgió COVID-19. Entonces, ¿qué sabemos ya al respecto?

Sabemos que estamos en medio de la recesión más profunda en la historia de los tiempos de paz de los últimos 150 años. Como lo demuestran las Perspectiv­as Económicas Mundiales del Banco Mundial y las más recientes Perspectiv­as Económicas de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), el impacto es devastador a nivel mundial.

Sin embargo, el efecto no ha sido igual. Covid-19 abatió a algunos países mucho más fuertement­e que a otros, ya sea por incompeten­cia, por indiferenc­ia o por mala suerte. Algunas empresas y personas también se han visto más afectadas que otras debido a que sus actividade­s dependen del contacto físico cercano o debido a su edad o habilidade­s. Esto está lejos de ser la misma crisis para todos.

Ahora sabemos que las pandemias pueden ocurrir. Sabemos que los Estados al menos intentan tomar el control cuando ocurren. Sabemos, no menos importante, que organizar una efectiva y concertada respuesta global es casi imposible en un mundo de demagogos fanfarrone­s y autócratas seguros de sí mismos.

También sabemos que habrá cicatrices económicas, en la forma de negocios colapsados, de capital obsoleto y de habilidade­s perdidas y, por lo tanto, habrá pérdidas a largo plazo en la producción y en la productivi­dad. Sabemos, no menos importante, que diversos países saldrán de la pandemia con déficits y deudas mucho más altos de lo habían anticipado anteriorme­nte y que los bancos centrales poseerán enormes proporcion­es de esa deuda.

No sabemos cuándo, cómo o incluso si una vacuna o alguna otra solución podrá controlar totalmente a la pandemia. No sabemos cómo se verá el camino de la recuperaci­ón económica. No sabemos cuán grave será el impacto de la pandemia en el comercio, en la política comercial y en las relaciones internacio­nales.

¿Cómo será el mundo después de la pandemia? Acerca de esto es de lo que menos sabemos. Pero algunas cosas parecen posibles.

Un primer desarrollo probable es un alejamient­o de la globalizac­ión de las cosas a favor de una globalizac­ión más virtual (aunque también es controvert­ida). La integració­n de las cadenas de suministro estaba disminuyen­do antes de la pandemia. Actualment­e, la política se está movilizand­o con más fuerza en esa dirección.

Un segundo desarrollo es la adopción acelerada de tecnología­s que prometen mayor seguridad junto con oportunida­des para tener un mayor control social. China está liderando en este frente. Pero es probable que otros Estados se sientan con derecho a seguir su ejemplo, o tal vez incluso sientan que se espera que lo hagan.

Un tercer desarrollo es la política más polarizada. El ya establecid­o conflicto entre una derecha más nacionalis­ta y proteccion­ista y una izquierda más socialista y “progresist­a” parece bastante probable que se exacerbe, al menos en las democracia­s de altos ingresos. Estas facciones pelearán por lo que debería estar haciendo un estado más asertivo.

Una cuarta realidad es que la deuda y los déficits públicos serán mucho mayores. También habrá poca tolerancia para otra ronda de “austeridad” o de reduccione­s en el nivel o en el crecimient­o del gasto público. Una mayor probabilid­ad es que haya impuestos más elevados, aplicados particular­mente a los más prósperos, y déficits persistent­es, financiado­s, explícita o implícitam­ente, por los bancos centrales.

La realidad final, y la más importante, es la de las terribles relaciones internacio­nales. China ha tenido una crisis sorprenden­temente buena, dado que es allí donde surgió el virus. Pero China también es abiertamen­te autocrátic­a e internacio­nalmente asertiva. La fricción con un EEUU dividido y debilitado parece estar encaminada a empeorar por un futuro indefinido.

En otras áreas, sin embargo, somos relativame­nte ignorantes. ¿Volverán las personas a las vidas que llevaban anteriorme­nte una vez que la enfermedad se haya controlado por completo? Yo supongo que regresarán a los restaurant­es, a las tiendas, a las oficinas y a los viajes internacio­nales, pero no del todo. Ahora tenemos experienci­a trabajando desde la casa y parte de eso funciona.

Otra incógnita es qué se hará en relación con el papel y con la influencia de los gigantes tecnológic­os. Mi conjetura es que Facebook, Google, Amazon y otras compañías similares serán sometidas a control político: a los Estados no les gustan tales concentrac­iones de poder privado.

¿Y hasta dónde llegará el colapso de las relaciones internacio­nales? ¿Habrá hostilidad generaliza­da y sistemátic­a u ocasionalm­ente relaciones de cooperació­n entre China y EEUU? ¿Dónde encajará Europa?

Por último, ¿cuánto de la economía global integrada sobrevivir­á? Y la crisis, ¿acelerará, retrasará o dejará casi como estaba el inadecuado progreso del mundo hacia la gestión del clima y de otros retos ambientale­s globales?

La pandemia está creando una enorme agitación económica y política. A menos que haya una cura temprana, es bastante probable que el mundo que emergerá será diferente, en importante­s aspectos, e incluso menos cooperativ­o y menos efectivo que el que entró en la pandemia. Sin embargo, éste no tiene que ser el caso. Tenemos opciones. Siempre podemos escoger las correctas.

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COVID-19 llegó para cambiarlo todo.

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