Diario Libre (Republica Dominicana)
El “cambio” va, pero…
La pandemia nos regaló la cuarentena y, con ella, casi cinco meses de encierro. Nos faltó imaginación para hacer cosas. El ocio estrenó antojos y desperdigó tiempo. Con unas elecciones repuestas y otras aplazadas, soportamos la espera más larga para meditar el voto. Empezamos con 33 aspirantes y quedaron siete candidatos.
En teoría este sería el sufragio más reflexivo de todos los tiempos. A esta altura deberíamos saber de memoria los planes de cada candidato, pero insólitamente la mayoría se ha escondido hasta de sus sombras. En evasiones algunos se han hecho acróbatas. La pandemia les dio motivos para huirle al escrutinio electoral y de paso les prestó fachas para ocuparse de una atención que le corresponde al Estado.
Se recuerdan pocas campañas con tantos desplantes a debates públicos y más aun dominadas por la autocensura o la glosofobia. Eso dice mucho de lo inseguros que se sienten la mayoría de los candidatos; de los miedos a ser conocidos (¿o descubiertos?). Han tenido mejores desempeños ocultando carencias que demostrando capacidades. Solo el dinero ha hablado en tono alto, callando toda razón con apariencias embusteras. Las exposiciones sin libretos ni filtros han sido vedadas. Un performance de make up, tomas faciales, tamices digitales y artes gráficas.
Lo más humano han sido las donaciones por la pandemia: pura filantropía de microondas que proclama a viva voz sus fachosas obras. Cuando a algunos de ellos les ha tocado hablar en foros de tradición, si no lo hacen a puertas cerradas, entonces aburren con diagnósticos consabidos y un credo de intenciones abstractas que muchas veces ni ellos mismos entienden. Y es que son teóricos de lo obvio, expertos en clichés y eruditos en naderías.
¿Quién conoce las bases de sus propuestas? Eso no cuenta. Debemos confiar en el “déjamelo a mí”, en las “mangas cortas” o en “el cambio” (¿a qué?). Frente a ese cuadro de insipiencias nos acecha el ojo de una pandemia rebrotada para recibir en semanas el traspaso de mando con una economía en ruta recesiva, presiones especulativas a la tasa de cambio, miles de empresas cerradas, gente en la calle sin dinero ni empleo, un decrecimiento de los ingresos, los bienes, los servicios y las inversiones.
¿Dónde están los planes de emergencia económica de cada candidato para la crisis sanitaria que vivimos? ¿Cuáles son sus políticas, estímulos, controles y bases presupuestarias? El país no acaba ni comienza con las elecciones: al día siguiente seremos los mismos dominicanos, con más expectativas que hoy, condición que le agrega presión a quien en estas circunstancias resulte ganador y le toque sortear una de las crisis más dramáticas de lo que va de siglo.
En parte, el electorado ha consentido las omisiones de los candidatos por el hartazgo de un Gobierno de ocho años, pero a quien gane le cobrará con altos réditos la desatención a deudas pendientes, como la impunidad. Eso es lo que revela la reciente encuesta Greenberg-diario Libre publicada en el día de ayer, en la que un 68 % apoya que se someta a la Justicia a los corruptos del PLD. En esa demanda no habrá vacilaciones. Estoy persuadido de que el Gobierno que resulte de estas elecciones confrontará tempranamente una crisis de estabilidad si se aventura a actuaciones blandas, permisivas o destempladas por arreglos políticos o ataduras empresariales.
Esta sociedad ha mostrado los músculos de su determinación para no dispensar una nueva estafa. Lo reitero: pena del presidente que venga con palideces en el trato de una exigencia que ha movido a una buena parte del electorado al cambio, como lo revela la aludida encuesta Greenberg-diario Libre cuando indica que la mayoría de los encuestados opinan que el deseo de cambio es la mayor motivación para acudir a las urnas y que la salud, el desempleo y la corrupción son los temas de mayor preocupación.
El mensaje es inequívoco y contundente, como para que luego no haya asombros ni excusas: el electorado mayoritario apoya un “cambio”, pero “a cambio” de acciones concluyentes en contra de la corrupción. No hay espacio para el borrón y cuenta nueva. Se trata de una expectativa social prioritaria en las mediciones de los últimos quince años. De manera que el cambio será valorado por los logros en una materia reprobada intencionalmente por todos los gobiernos anteriores. Si hay un tema que convoca indignación es la impunidad, motivo de todas las concentraciones y protestas que Danilo Medina tuvo que tolerar durante sus gobiernos y la razón para que el presidente procurara a través de la relección una salida indemne. Y no nos referimos al montaje de carpas circenses con expedientes espectaculares para excitar el morbo público, ni siquiera a nombrar como procuradora a una persona independiente o de buena imagen moral; se trata de un abordaje estructural que implique reformas operativas, normativas e institucionales sujetas a presupuestos. Si el presidente elegido no revela ese compromiso con una agenda de peso y cumplimiento en los primeros cien días de su gobierno, se ahogará en la desaprobación en medio de las enormes presiones sociales que desatará la recesión causada por una pandemia sin vacuna hasta finales del año 2021. De manera que se quiere el cambio, pero para hacer el cambio… Estaremos vigilantes.
El mensaje es inequívoco y contundente, como para que luego no haya asombros ni excusas: el electorado mayoritario apoya un “cambio”, pero “a cambio” de acciones concluyentes en contra de la corrupción.