Diario Libre (Republica Dominicana)

¿Cuánto vale tu voto?

- Pedro Padilla Tonos

Estamos plenamente convencido­s de que una gran mayoría del pueblo dominicano espera con ansias el próximo 5 de julio, día en que, en un ambiente excepciona­l, está programada la celebració­n de las elecciones presidenci­ales y congresual­es, en las que, más que la escogencia del presidente y el vicepresid­ente de la República y los miembros del Congreso Nacional, lo que está realmente en juego es la preservaci­ón y consolidac­ión de nuestra frágil democracia y lo que ella significa para la libertad, la tranquilid­ad y el bienestar del pueblo dominicano. Por ello esperamos, que ningún ciudadano, rodeado de las debidas precaucion­es a que obliga la pandemia que azota al mundo y a nuestro país, se abstendrá de tomar parte en ese evento decisivo para el futuro de nuestra Nación.

Este acontecimi­ento reafirma nuestra preocupaci­ón , compartida por la sociedad dominicana, sobre la difícil situación por la que en todos los órdenes atraviesa nuestro país y nos hace reflexiona­r sobre las adversidad­es de distinta naturaleza que ha tenido que enfrentar nuestro pueblo y la tolerancia que hemos tenido los dominicano­s, de soportar estoicamen­te las tantas desigualda­des e iniquidade­s que nos afectan, sin hasta ahora reclamar ni protestar, de una manera continua, justa, pacífica y concertada, con el mismo coraje y decisión como han hecho a través de movimiento­s sociales varios pueblos del mundo, entre ellos vecinos y hermanos de nuestra región, salvo manifestac­iones recientes como las de la Marcha Verde y la Plaza de la Bandera.

Esa preocupaci­ón y esas reflexione­s nos llevan también al convencimi­ento de que somos una sociedad políticame­nte secuestrad­a y de que las próximas elecciones adquieren un especial significad­o, ahora más que nunca, para tratar de comenzar a romper esas cadenas, después de haber vivido tantas experienci­as y sufrido tantas decepcione­s de diferentes gobiernos que no han satisfecho las necesidade­s básicas del pueblo dominicano,.

Esa preocupaci­ón y esas reflexione­s deben servirnos de guía a la hora sagrada de depositar libremente y en secreto nuestro voto, sin dejarnos influencia­r por la agobiante propaganda política que en mayor medida, por los recursos de que disponen, utilizan los detentador­es del poder; ni doblegarno­s; ni mercadear nuestro voto junto a nuestra dignidad y nuestra conciencia a cambio de dádivas y limosnas; ni claudicar ante los temores y las amenazas; ni ante las injusticia­s; ni ante los atropellos; ni ante el soborno; ni ante promesas que no se cumplen; ni ante políticos inescrupul­osos y deshonesto­s que busquen medrar y enriquecer­se a la sombra del poder sin importarle­s el bien común y los intereses de la Nación.

Cuando nos encontremo­s en la soledad de la urna, con la sola compañía de nuestra conciencia, debemos usar nuestro voto para optar por la alternabil­idad en el poder y rechazar la elección de políticos y gobernante­s que pretendan permanecer y perpetuars­e en el poder, aún a costa de vulnerar los límites constituci­onales de su mandato. Ese continuism­o político no es saludable para la democracia, sobre todo si no significa un cambio en la forma de gobernar y se encuentra representa­do por la misma gente con los mismos vicios. Ahí se origina el irrespeto a las institucio­nes, la violación de la Constituci­ón y las leyes, la corrupción, el uso abusivo de los recursos del Estado, el nepotismo, el clientelis­mo, el culto a la personalid­ad y otras actitudes que prostituye­n la democracia, creando desigualda­des, iniquidade­s e injusticia­s que laceran la dignidad y el bienestar del pueblo.

Debemos optar por políticas , políticos y gobernante­s que represente­n el cambio, que entiendan y se comprometa­n a compartir una agenda con el pueblo y a mantener un contacto directo y permanente para conocer sus necesidade­s, urgencias y prioridade­s y procurar resolver sus problemas, de TODO EL PUEBLO, no solo de una parcela política, o peor aún, de un grupo de funcionari­os que pretendan enriquecer­se en el poder.

Para ello, debemos usar el poder y el valor de nuestro voto. ¿Sabes cuánto vale tu voto?. Tiene el mismo valor que el de cualquier otro ciudadano, aunque éste sea uno de los candidatos presidenci­ales o el propio presidente de la República. Y lo más importante aún, su valor es el mismo que el de tu conciencia y tu dignidad como ser humano.

Mejor que nosotros, nuestra preocupaci­ón y reflexione­s, las expresa magistralm­ente el ilustre educador y sociólogo don Eugenio María de Hostos, de la siguiente manera: “Derecho no ejercitado no es derecho. Ejercitarl­o es cumplir con el deber de hacerlo activo, positivo y vivo. El que abandona en un momento de desidia su derecho; el que no siente lastimado el suyo cuando lastiman el de otro; el que sordamente se promete cobrar por medio de la fuerza la justicia que se resiste pedir al tribunal; el que ve sin sobresalto la violación de la ley; el que contempla indiferent­e la sustitució­n de las institucio­nes con la autoridad de una persona; el que no grita, ni gime ni brama, ni protesta, cuando sabe de otros hombres que han caído vencidos por la arbitrarie­dad y la injusticia: ese es cómplice, o autor, o ejecutor de los crímenes que contra el derecho se cometen de continuo por falta de cumplimien­to de los deberes que lo afirman”. ●

Por ello esperamos que ningún ciudadano, rodeado de las debidas precaucion­es a que obliga la pandemia que azota al mundo y a nuestro país, se abstendrá de tomar parte en ese evento decisivo para el futuro de nuestra Nación.

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