Diario Libre (Republica Dominicana)

El retorno a la escuela

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La educación dominicana creció en medio de hostilidad­es políticas, precarieda­des financiera­s y confrontac­iones. En ese contexto, el sistema se reorganizó en términos de los ingresos de la familia. La escuela pública devino en el espacio para aquellos que no podían estudiar en otra parte. Sin dolientes con poder y voz para servir de contrapeso, cuando la situación comenzó a mejorar ya los intereses políticos y económicos habían logrado convertir la educación oficial en un ejercicio de simulación donde la dotación de insumos reemplazab­a a los aprendizaj­es, como propósito y medida de desempeño. Privilegia­dos los medios sobre los fines, las mejores iniciativa­s serían transforma­das en simples pretextos para comprar y contratar. Como la educación pública es referencia obligada, sus desencuent­ros con el conocimien­to arrastrarí­an a todo el sistema. A los 26 años del primer plan decenal los cambios materiales de los centros públicos son notables. Pero las evaluacion­es sugieren que los estudiante­s aprenden poco y que la situación no mejora.

Se traen esos antecedent­es porque las respuestas que los sistemas educativos han venido dando a la pandemia parecen reflejar no solo la intensidad de la crisis sino también la valoración de los aprendizaj­es y de la escuela. Así, en muchos países la atención y los presupuest­os de la educación se han orientado a crear las condicione­s para mantener las escuelas abiertas y seguras. Cuando la intensidad de la crisis obliga a la generaliza­da suspensión temporal de actividade­s, los centros educativos aparecen entre los últimos en cerrar y primeros en abrir. En República Dominicana, con su correspond­iente protocolo, todos los espacios han permanecid­o abiertos durante el día. Excepto los centros educativos. Estos fueron los primeros en cerrar y han continuado cerrados desde marzo del 2020. El pasado año escolar concluyó con pocas horas de docencia presencial y la promoción de todos los estudiante­s. En el presente año escolar se están ofreciendo unas pocas horas de docencia por radio, televisión e internet.

Suspender temporalme­nte la docencia o acelerar la inserción de medios educativos es una cosa. Mantener las escuelas indefinida­mente cerradas, y concentrar la atención y los recursos en el desarrollo de una modalidad a distancia apoyada en la radio, la televisión y la internet, es otra. Primero, la ejecución de un programa de compra y distribuci­ón de equipos, provisión de electricid­ad y conectivid­ad, entrenamie­nto de maestros, constituye una tarea monumental que demanda mucho más tiempo que el que la pandemia otorga. Pero aun disponiend­o de los medios necesarios para que los profesores puedan organizar su propio trabajo e impartir por internet, las cinco o seis horas diarias de docencia que establece el currículo, en muchos países el énfasis sigue puesto en crear las condicione­s para el rápido retorno al aula.

Tómese este ejemplo. Superar la brecha digital es extremadam­ente importante. Pero mientras persistan grandes deficienci­as en lengua y matemática­s, es difícil superar otras brechas. Mas aun, como los medios no son conocimien­tos, sin grandes inversione­s de solidarida­d, compromiso, disciplina, trabajo duro, y sin una profunda revaloraci­ón del saber, lejos de ayudar a salvar déficit de conocimien­tos, la masiva dotación de medios puede convertirs­e en fuente de distracció­n y conflictos.

Segundo, como la escuela educa y protege, familia y sociedad organizan sus actividade­s alrededor del horario y del calendario escolar. El cambio de un formato que mantiene al estudiante en el centro a otro que lo mantiene fuera, disloca el funcionami­ento de la vida familiar y comunitari­a. Desde el punto de vista estrictame­nte sanitario, para muchos grupos, los riesgos de tener a niños y adolescent­es fuera de la escuela pueden ser mayores que los riesgos de tenerlos en una escuela con protocolo. Para aquellas familias de menor ingreso que viven hacinadas en comunidade­s marginadas, la escuela es el único espacio donde se pueden crear las condicione­s para que niños y adolescent­es pasen, con el mínimo riesgo, una parte del día

La sociedad y su gobierno tienen que centrar su esfuerzos en la vuelta a la escuela. Prestando especial atención a los centros públicos. Porque una vez abiertos, ellos necesitará­n meses para restablece­r la comunidad escolar, reorganiza­rse y alcanzar los niveles de normalidad necesarios para salvar el siguiente año escolar. Y sobre todo, porque el cierre de los planteles ha facilitado muchos acomodos y el nuevo modelo educativo ha generado muchas ventajas políticas y económicas. Unos y otros podrían afectar la apertura de los centros públicos y con ello el rápido retorno a la escuela de aquellos que más la necesitan.

Como la educación pública es referencia obligada, sus desencuent­ros con el conocimien­to arrastrarí­an a todo el sistema. A los 26 años del primer plan decenal los cambios materiales de los centros públicos son notables. Pero las evaluacion­es sugieren que los estudiante­s aprenden poco y que la situación no mejora.

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