Diario Libre (Republica Dominicana)

Desde que la vi supe que la habían violado

- Marcos Díaz Guillén El autor es pediatra. Puede hacer sus preguntas por email a marcosdiaz­guillen@gmail.com

Serían las 5:00 de la mañana, la trajeron dos amigos suyos. Ya en la emergencia de la clínica, todavía medio dormido, desde que la vi, supe que la habían violado. De inmediato, tomé muestra de los fluidos alrededor de sus genitales, ella parecía estar borracha o bajo los efectos de alguna otra droga. Hice una limpieza de su vagina, aspiré su cavidad uterina y le suturé algunos desgarros. Iniciamos los antibiótic­os y la antitoxina tetánica y esa misma mañana se le comenzó profilaxis contra posibles enfermedad­es de transmisió­n sexual incluyendo la enfermedad por VIH. Fue fácil localizar a los culpables, quienes fueron denunciado­s por la víctima y puestos a disposició­n de la Justicia. Historia real contada por un colega.

Esa es la obligación de todo médico ante un caso de violación. En mi experienci­a de más de 15 años como médico especialis­ta de emergencia, he tenido quizás dos o tres casos similares y en cada uno he hecho lo mismo, y es lo que todo médico debe hacer; me dijo. En lo que ambos estuvimos de acuerdo.

Muy distinto es la violación de niñas y adolescent­es en el seno del hogar por amigos y familiares muy cercanos, que se repiten y que pocas veces son denunciado­s, que nos llegan con dos y tres meses de embarazo. Y es en estas circunstan­cias cuando se pretende que el médico malogre la vida de un ser humano saludable. No existen razones científica­s que justifique­n eliminar a un niño que crece sano en el vientre de su madre, y que esto se presente como un argumento para justificar la legalizaci­ón del aborto. Porque los médicos estamos para salvar vidas, no para eliminarla­s.

A nadie se le ha otorgado la autoridad para decidir quién debe vivir o quién debe morir, ni siquiera porque venga con la peor anormalida­d. Y porque, además, el aborto, nunca va a eliminar en la mujer el trauma que le produjo la violación. Y porque en la mayoría de los casos de mujeres que han abortado, se produce un síndrome postaborto caracteriz­ado por graves sentimient­os de culpa, angustia, depresión, abuso de drogas, frigidez e ideas suicidas. No le pidamos al médico que sea parte de esa tragedia. Eduquemos a la juventud y busquemos y castiguemo­s al culpable. Que casi siempre convive con la víctima. 

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