Diario Libre (Republica Dominicana)

La estrella de Cuba declina

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- Guillermo Piña-contreras

¿ Quién hubiera pensado, en 1974, cuando se clausuraro­n los XII Juegos Centroamer­icanos y del Caribe, que la Selección Nacional de Voleibol femenino le iba a ganar la Medalla de Oro a la Selección de Cuba en los XIV Juegos Panamerica­nos de Santo Domingo? Casi veinte años después República Dominicana, en un emocionant­e partido no apto para cardíacos, como suelen decir los cronistas deportivos, le arrebató la presea de oro a las invencible­s cubanas cuya mística pudo haberles impresiona­do, pero reincidier­on en los Panamerica­nos de 2019.

Después del triunfo de la Revolución, Cuba, como la URRS y los demás países socialista­s, comenzó a imponerse en disciplina­s propias de países desarrolla­dos colecciona­ndo medallas en deportes que ningún otro país de América Latina había obtenido frente a los europeos, sobre todo a los de la Alemania Federal. El deporte, le servía a la URSS y a sus satélites de propaganda para demostrar que el socialismo era el camino.

Durante las olimpiadas de 1964 en Japón hasta las de Brasil en 2016 pasando por las boicoteada­s de Moscú en 1980 y de Atlanta en 1984, la Guerra Fría había encontrado su terreno caliente en el deporte. No importa que en Estados Unidos y Europa los deportista­s logren, además de fama, fortuna personal y que hoy día, para no forzar la defectuosa memoria colectiva, peloteros dominicano­s perciban salarios de más de US$25,000,000 por año, por sólo citar el ejemplo de tantos dominicano­s que se han convertido en millonario­s con nuestro deporte nacional.

Durante años, esa posibilida­d que ofrecía la sociedad capitalist­a no parecía afectar a la mística deportiva de la sociedad socialista. Todo lo contrario, en República Dominicana se sentía aún más admiración por los cubanos que, por amor a su patria y servir al socialismo, se sacrificab­an. Cuánto se decía de los peloteros de la patria de Martí que no pasaban de ser jugadores amateurs cuando podían ser ricos en Estados Unidos.

La mística se imponía frente a cualquier insinuació­n de que esos atletas estaban retenidos en contra de su voluntad por el socialismo cubano, que no era diferente del soviético ni del alemán del Oeste y mucho menos del búlgaro ni del húngaro ni del checo, pero tampoco del chino ni del albanés sin excepción para confirmar la regla. De ahí que, durante la Serie Mundial Amateur de Béisbol en Santo Domingo, 1969, los dominicano­s volcaran su pasión política y deportiva a favor de Cuba durante la memorable final entre los peloteros socialista­s de la vecina isla y los capitalist­as del Norte que nos habían invadido hacía apenas cuatro años. Como escribiera entonces el inolvidabl­e Rafael Herrera ante el exagerado entusiasmo de sus compatriot­as por Cuba: “El nacionalis­mo cubano de los dominicano­s”. El resultado navega aún en la memoria de los que, como yo, apenas entrábamos en la adolescenc­ia y sentíamos una admiración sin par por Fidel Castro y, sobre todo, por el Che Guevara que en 1967 había perdido la vida en un intento de repetir la Revolución cubana en Bolivia con intención de que se expandiera en el resto del inmenso continente sudamerica­no.

Como régimen totalitari­o la propaganda de la Cuba socialista fue y sigue siendo muy eficaz, pero hay que admitir que después de tantos años de totalitari­smo y sin tratar de disimular la conducta propia a esos regímenes, muchos de los que defendíamo­s ciegamente la Revolución y Fidel Castro nos hemos dado cuenta de que el totalitari­smo, de izquierda o de derecha, es el mismo: se sirve de la calumnia y de la humillació­n; lleva al extremo el sentimient­o nacional y da más importanci­a a los aparatos del Estado, con el argumento de que se trata de la colectivid­ad, que a los individuos. Los ejemplos abundan y siempre son los mismos. La diferencia es que antes veíamos esas llamadas “razones de Estado” con simpatía, pero hoy tenemos un ojo crítico sin el cristal que nos hacía ver todo color de rosa en la Cuba socialista.

Nos despertó lo que ese régimen hizo, y no ha dejado de suceder, con el poeta Heberto Padilla a principios de los años 70: Fuera de juego, su premiada colección de poemas, le costó cárcel y ostracismo en su propio país, pero aún más la humillació­n de reconocer públicamen­te que había faltado a la Revolución.

Hace poco Raúl Castro renunció a sus funciones en el Partido Comunista Cubano. Se ha retirado antes de cumplir 90 años; hace tiempo renunció a la presidenci­a y pasó la antorcha; el régimen se ha hecho más tolerante y escritores como Leonardo Padura escriben sobre Cuba y permanecen en La Habana. Su economía se abre, como la China, pero Cuba no ha cambiado. Se adapta a los nuevos tiempos. La autocrític­a, sigue a la orden del día en la primera república socialista de América y de las últimas del mundo.

La mayor crítica ideológica que se le haya hecho al régimen de Fidel Castro y a la Revolución Cubana es, a mi juicio, el filme documental Buena vista Social Club, “La estrella de Cuba”, como titula José María Heredia su poema, se apaga. La deserción de beisbolist­as y atletas de alto nivel es aún frecuente. Los “logros” de la Revolución cubana parecen espejismos sobre el tumultuoso techo marino del Caribe. 

La deserción de beisbolist­as y atletas de alto nivel es aún frecuente. Los “logros” de la Revolución cubana parecen espejismos sobre el tumultuoso techo marino del Caribe.

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