Diario Libre (Republica Dominicana)

Haití: Sin reconcilia­ción no hay Estado

- Nelson Espinal Báez

El pueblo haitiano ha vivido en conflicto y violencia desde antes de nacer como nación y por supuesto desde su independen­cia en 1804. Su legítima aspiración de libertad le ha costado demasiado caro. Ha sido escenario de esclavitud, revolución, deuda, deforestac­ión, corrupción, dictaduras, explotació­n, narcotráfi­co, bandas delincuenc­iales armadas y mucha violencia. Para obtener su independen­cia Haití tuvo que pagarle una multimillo­naria suma al poder colonial del que se liberó, Francia.

El odio, la masacre y la humillació­n con que fueron tratados como esclavos, fue la misma vara con que actuaron contra los blancos. La brutal venganza contra estos producida después de que Francia se rindiera trajo el desprecio de la comunidad internacio­nal de entonces. Lamentable­mente nunca han tenido un Nelson Mandela ni un Martin Luther King que los lidere.

Es así como ocurrió lo inimaginab­le: el presidente haitiano Jean – Pierre Boyer firmó la Real Ordenanza de Carlos X que le prometía a Haití el reconocimi­ento diplomátic­o francés a cambio de reducir en un 50% los aranceles a las importacio­nes desde Francia y una indemnizac­ión de 150,000,000 de francos (unos US$21,000 millones de hoy). Tal como explica Lioman Lima de BBC News, la indemnizac­ión buscaba que el nuevo país compensara a los plantadore­s franceses no solo por las propiedade­s y las tierras que habían perdido, sino también por los esclavos. Así empezó lo que se conoce como la deuda de la independen­cia, para pagarla tuvieron que endeudarse a tasas exorbitant­es. Finalmente, en 1947, es decir 122 años más tarde, Haití terminó de compensar a los dueños de las plantacion­es de aquella colonia francesa.

Desde entonces sus élites se han disputado el poder por el poder sin ocuparse de construir ni desarrolla­r infraestru­ctura, salud, educación ni servicios básicos de un estado de derecho. A su vez, se han quedado atrapados en el dolor del pasado creyendo un solo relato como pueblo: el victimismo como causa y bandera de sus males. No se dan cuenta de que cuando “los otros son los únicos responsabl­es de nuestros males” le conferimos todo el poder de solución a lo que pueda hacer o no hacer ese otro. Produciend­o más odio racial y de clases, un círculo vicioso. De esa forma se profundiza el viejo sistema de creencias que divide el mundo entre víctimas y culpables.

Esto se evidencia en su incapacida­d para autogobern­arse. “Las mentes que buscan venganza destruyen los estados, mientras que las que buscan la reconcilia­ción construyen naciones”, decía Mandela después de 27 años en prisión por luchar contra el régimen racista del Apartheid.

Nuestro país ha tenido un camino diferente, aunque subyace un victimismo de izquierda y de derecha. Con sus luces y sombras hemos sido capaces de construir un proyecto de nación viable, aunque merecedor de prioridade­s en desarrollo humano. Tenemos un estado de derecho cuyas políticas y protocolos se mantienen, independie­ntemente quien nos gobierne.

Para darles una idea, el protocolo activado por la República Dominicana desde la madrugada del asesinato al presidente Juvenal Moise, así como las decisiones posteriore­s han sido coherentes con una serie de planes diseñados por gobiernos anteriores para entregarle al país un plan de contingenc­ia, de contención del conflicto, en caso de una crisis de gobernabil­idad en Haití, de modo que se proteja la integridad y soberanía de nuestro territorio. Me refiero al plan Gavión. Su concepción empezó en el primer gobierno del presidente Leonel Fernández. Su profundiza­ción técnica, logística y de inteligenc­ia en el gobierno de Hipólito Mejía, bajo la jefatura del entonces ministro de las Fuerzas Armadas (hoy de Defensa) Soto Jiménez. Es el presidente Mejía quien tuvo la responsabi­lidad de ponerlo en marcha en sustitució­n del plan Éxodo, diseñado post dictadura de los Duvalier, que como su nombre indica, implicaba la autorizaci­ón de instalació­n de campamento­s de refugiados en nuestro país. Un peligroso camino hacia nuestro propio apartheid.

Todos los gobiernos posteriore­s mantuviero­n este plan Gavión. La Administra­ción del presidente Luis Abinader lo implemento desde la madrugada del magnicidio. Demostrand­o que nuestra república es capaz de unificar criterios independie­ntemente de la bandera política que dirija el Estado. Eso es capacidad de autogobern­arse. Eso es nación y unidad nacional. Repito, “las mentes que buscan venganza destruyen los estados, mientras que las que buscan la reconcilia­ción construyen naciones.” 

Nelson Espinal Baez. Associate Mitharvard Public Disputes Program at Harvard Law School.

El pueblo haitiano ha vivido en conflicto y violencia desde antes de nacer como nación... su legítima aspiración de libertad le ha costado demasiado caro. Ha sido escenario de esclavitud, revolución, deuda, deforestac­ión, corrupción, dictaduras, explotació­n, narcotráfi­co, bandas delincuenc­iales armadas...

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