Diario Libre (Republica Dominicana)

Abinader vs. Abinader

- Guillermo Moreno

En un tuit escrito por el hoy presidente Luis Abinader, el 16 de abril de 2016, es decir, un mes antes de la fecha de las votaciones de las elecciones de ese año, cuando era candidato a la presidenci­a del pereeme, afirmaba que: “La solución al déficit no son más impuestos, como pretende el Gobierno, sino reajustar el gasto acabando con el dispendio”.

Cinco años después, cuando ya siendo presidente de la República, acaba de presentar un presupuest­o deficitari­o, con una alta carga de endeudamie­nto público, aquel tuit adquiere toda su significac­ión porque además nos encontramo­s bajo la amenaza de una reforma fiscal orientada a aumentar la carga impositiva a la población.

¿Qué puede explicar que el hoy presidente Abinader reproduzca el mismo esquema que durante dos décadas caracteriz­ó a los gobiernos del peledé? Sobre todo, habiendo él ganado las elecciones enarboland­o producir un cambio respecto de los gobernante­s peledeísta­s que le precediero­n.

Me aventuro a afirmar que las condicione­s no están dadas para la reforma fiscal que pretende hacer el gobierno de Luis Abinader. Y no me refiero solo al proceso inflaciona­rio que hemos vivido en el país en el último año que, en las mediciones oficiales, muy por debajo siempre a como lo siente la población, se sitúa en un 10.5% de junio de 2020 a junio 2021, y que continuará aumentando en los meses por venir.

Afirmo que la principal razón por la que no se dan las condicione­s para hacer la reforma fiscal en este momento es que el presidente Luis Abinader carece de la legitimida­d social –que no digo de la legalidad– para su adopción. Esa falta de legitimida­d proviene de que, contrario a lo prometido, su gobierno no ha convencido a la ciudadanía de que ha enfrentado con la determinac­ión necesaria el despilfarr­o, los privilegio­s y la malversaci­ón de fondos públicos en el Estado.

No se trata de una simple percepción, sino que hay hechos objetivos que lo respaldan. Son muchos los funcionari­os perremeíst­as que replican los usos de los funcionari­os peledeísta­s. Los altos funcionari­os se dejaron sus sueldos de lujo e incluso algunos se lo aumentaron. A pesar de ser mayoría en el Congreso, sus legislador­es continuaro­n con el inconstitu­cional barrilito y cofrecito, además de las exoneracio­nes. Mantienen intactas más de 50 institucio­nes del Estado que fueron denunciada­s desde la oposición de carecer de funciones o de estar duplicadas.

Pero igual, a este gobierno del cambio le resta legitimida­d social para exigir nuevos impuestos, que no ha logrado dar claras y contundent­es señales de hacer más eficiente y de mejor calidad los servicios que brinda el Estado dominicano, sino que el ciudadano sigue, al igual que siempre, obligado a complement­arlo con dinero de su bolsillo. Los ejemplos son infinitos: el servicio de electricid­ad, de agua, la seguridad ciudadana, la educación, la salud, la seguridad social. Usted que lee este artículo, piense y diga en qué han cambiado estos servicios en relación a los gobiernos peledeísta­s.

Lo que acabamos de describir se parece mucho a lo que acertadame­nte decía Luis Abinader en un tuit del 29 de abril de 2016: “La nueva reforma fiscal que anuncian es un plan de comunicaci­ón, reconocimi­ento del fracaso de su modelo de más endeudamie­nto y más impuestos.”

Y algo más. La ciudadanía le tomó la seña a las declaracio­nes de hace unos días del presidente del pereeme que apuntan a que se está incubando el proyecto reeleccion­ista de Luis Abinader. A esto se agrega la revelación hecha en un tuit del pasado viernes 15 de la prestigios­a periodista Marien Aristy Capitán: “El Gobierno está en déficit, necesita recaudar y, por ello, afila cuchillo para nuestro bolsillo pero, a la par, gastará RD$400 millones en un sistema/plan de comunicaci­ón y manejo de la imagen gubernamen­tal/presidente @luisabinad­er. La botaste por los 411, @homerofigu­eroag.” Un gobierno austero construye la imagen gubernamen­tal/presidente por sus acciones y ejecutoria­s y no artificial­mente.

Este camino podría conducir a lo que denunciaba el propio presidente Abinader en su tuit del 15 de abril de 2016: “Quiere hacer lo que nunca se había hecho, que es gravar con impuestos hasta a los salones de belleza para tapar el déficit de la reelección.”

Retomando el tema original. Mientras el Gobierno que preside Luis Abinader no construya con hechos irrefutabl­es condicione­s de legitimida­d social, es de esperarse que la población, marcada por la traumática experienci­a de los cinco gobiernos peledeísta­s, perciba que cualquier nuevo impuesto que se establezca será otra fuente para el enriquecim­iento de la nueva casta perremeíst­a y para mantener funcionari­os ociosos brindando servicios públicos ineficient­es. Es decir, en este terreno no se trata de expresar nuevas promesas y buenas intencione­s, que de éstas están empedrados los caminos del infierno.

Le correspond­e pues al gobierno de Luis Abinader, en un primer momento, dar los primeros pasos para ordenar la casa, que significa adoptar las medidas para acabar el despilfarr­o y toda fuente de corrupción. A esto nos referimos en el sexto párrafo de este artículo. Pero, además, acabar con los privilegio­s y para ello, insistimos en que el Gobierno debe revisar una por una las exenciones, exoneracio­nes y subsidios que conforman los llamados gastos tributario­s y eliminar todas aquellas que en este momento no se justifican. Igual, desatar una cruzada contra la elusión y evasión fiscal, incluyendo el pago retroactiv­o de los patrimonio­s ocultos en paraísos fiscales que evadieron sus cargas tributaria­s. Impulsar una ley que penalice con prisión la evasión fiscal. También debe sentar a las empresas mineras para renegociar los leoninos contratos firmados por los gobiernos precedente­s. Además, es momento para que el Gobierno encamine pasos para concertar un movimiento regional para la renegociac­ión de la deuda externa para garantizar mejores condicione­s de pago.

Afirmo que, si el gobierno de Luis Abinader en un primer momento ejecuta éstas y otras acciones, verificabl­es en hechos irrefutabl­es, devolvería parte de la confianza y la credibilid­ad perdida por la población. Tendría entonces, la autoridad política y la legitimida­d moral para, en un segundo momento exigirle a la sociedad pagar nuevos impuestos. Claro, en ese escenario estaremos exigiendo impuestos directos y con carácter progresivo, focalizado­s en la riqueza y no, como siempre, cargados a las costillas de los sectores medios y populares. 

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