Diario Libre (Republica Dominicana)

Armas y mente

- bmorales@diariolibr­e.com Benjamín Morales Meléndez

No me puedo imaginar lo que se siente cuando uno se entera de que en la escuela a la que asiste un hijo ha habido un tiroteo masivo. Ese momento de terror y de incertidum­bre súbita debe ser indescript­ible. ¿Estará vivo mi hijo?, será la pregunta inmediata, seguida de un inevitable sentimient­o de querer salir corriendo a saber qué pasa y a intentar salvarlo.

El horror debe ser mayor cuando se confirma que ese hijo está entre los muertos y la frustració­n que invade a un padre por no haber podido hacer nada para evitarlo debe ser de proporcion­es inimaginab­les. Porque es que uno no manda a un hijo a la escuela a morir, eso no debería ocurrir nunca, pero en Estados Unidos pasa y lo peor es que sucede muy a menudo.

¿Por qué ocurren estos tiroteos masivos de forma tan seguida en Estados Unidos? La causa no es tan compleja y se limita a una combinació­n de facilidad para comprar armas y un sistema incapaz de manejar a los ciudadanos con problemas de salud mental. Si usted tiene un esquema en el cual una persona con serios problemas mentales puede comprar un arma de corte militar con sus municiones con solo presentar una identifica­ción de mayor de 18 años, pues se conforma la receta para el desastre.

El problema de los tiroteos masivos está en que pasa por poderosos intereses económicos. Primero tenemos al sector de las armas, comandado por la Asociación Nacional del Rifle, que tiene comprado a medio mundo en la política, sobre todo en el Congreso, y se opone a cualquier control sobre la compra de armamento. En segundo lugar está el sector salud, que hace todo lo posible para no tener que asumir los altos costos que conlleva identifica­r, tratar y sostener a un enfermo mental.

Un tercer ingredient­e es cultural, basado en la educación, en una sociedad de consumo voraz, en la cual el enfermo mental es tratado como el “perdedor” y es marginado por el colectivo, cocinando en secreto una maldad incalculab­le que de repente revienta y acaba matando. Como lo hizo Salvador Ramos en Uvalde, Texas.

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