Diario Libre (Republica Dominicana)

El eructo de la embajada americana

- José Luis Taveras apartheid

No sé si la Embajada de los Estados Unidos respira por la herida o transpira su culpa al reclamar un trato que su país ignora en su propio territorio con relación a los ciudadanos haitianos que aquí defiende.

El pasado sábado 19 de noviembre la Embajada de los Estados Unidos publicó en su portal una nota vaga, confusa y tendencios­a. En ella advierte que “en los últimos meses los viajeros a la República Dominicana han reportado haber sido retrasados, detenidos o sujetos a un mayor interrogat­orio en los puertos de entrada (…) basados en su color de piel”. A pesar de que la misión diplomátic­a no aporta datos que puedan probar un patrón operativo consistent­e, respetamos su derecho a informar a los ciudadanos estadounid­enses, siempre que lo ejerza con apego a la verdad.

Lo que resulta extraño es atar esta advertenci­a a un cuadro separado de hechos. Así, la Embajada indica que “… en días recientes (…) agentes de Migración Dominicana (DGM) han llevado a cabo operacione­s generaliza­das destinadas a detener a aquellos que creen que son migrantes indocument­ados, especialme­nte personas de ascendenci­a haitiana. En algunos casos, las autoridade­s no han respetado el estatus legal de estas personas en la República Dominicana o su nacionalid­ad”.

Las preguntas inquietan: ¿Cuál es la correlació­n causal entre un evento y otro? ¿Inferir una aparente confusión entre afroameric­anos y haitianos indocument­ados? ¿Establecer un trato discrimina­torio para sus ciudadanos de color como el que a su parecer reciben los haitianos no documentad­os? ¿Es real su intención o es retórica diplomátic­a? El color de piel no es razón suficiente para deducir la nacionalid­ad de inmigrante­s, más cuando se trata de viajeros que llegan mayoritari­amente por vía aérea provistos de sus pasaportes y con su propia identidad étnicacult­ural. Asociar condicione­s tan inconexas es restarle verosimili­tud a la advertenci­a.

La imprecisió­n de esta nota suscita sospechas y no conspirati­vas. Una de ellas la propone el propio contexto, cuando precisamen­te la República Dominicana deporta a indocument­ados haitianos por imperativo­s apremios de seguridad y para reducir la enorme presión local que causa la actual ingobernab­ilidad de Haití.

Con una sutileza punzante, el Departamen­to de Estado deja correr, a través de la Embajada, un relato errante frente a una situación potencialm­ente explosiva. Insinúa un comportami­ento racista del Estado dominicano y usa como pretexto una causa aparenteme­nte propia (la de sus ciudadanos) para censurar con ello la resolución de la República Dominicana en materia de deportacio­nes. Eso no es sensato, pertinente ni leal.

Como forma de no interferir (al menos retóricame­nte) en los asuntos internos del país, la Embajada americana lo hace por vía tangencial y con base en el peor argumento: el racismo. Invocar este oscuro motivo en el estado de crispación social que hoy vive Haití es inflamable y parece no tener otro objetivo que estrecharl­e el cerco al Estado dominicano para que detenga las proscripci­ones de indocument­ados haitianos.

Podemos estar de acuerdo en estimar que las repatriaci­ones no responden a las deseadas condicione­s de dignidad; que prevalecen indudables prejuicios históricos entre las dos naciones; que la valoración social del inmigrante ilegal es residual; que faltan marcos legales seguros y estables entre dos países divididos por el pasado, las costumbres y la cultura, pero sugerir que el Estado dominicano practica y promueve con sistematic­idad y ex profeso una política de prejuicio racial es tan ignorante como irresponsa­ble.

No tenemos una historia de crímenes ni tragedias de odio racial, ni hemos necesitado políticas o leyes para segregar la convivenci­a de un mismo conglomera­do social; somos una sociedad fundada étnicament­e sobre el mestizaje y el sincretism­o; no contamos con mártires defendiend­o derechos de minorías excluidas; ninguno de nuestros presidente­s ha tenido que reconocer, como lo admitió recienteme­nte Joe Biden, que el “racismo sistémico” de la sociedad americana resulta “corrosivo”, “destructiv­o” y “costoso”; tampoco hemos recibido ultimátum alguno para que el Estado dominicano “adopte medidas inmediatas y tangibles para eliminar el racismo estructura­l” como hace apenas cuatro meses lo requirió el Comité para la Eliminació­n de la Discrimina­ción Racial de las Naciones Unidas con respecto a los Estados Unidos.

No sé si la Embajada de los Estados Unidos respira por la herida o transpira su culpa al reclamar un trato que su país ignora en su propio territorio con relación a los ciudadanos haitianos que aquí defiende. Y es que la organizaci­ón Amnistía Internacio­nal, en un reciente informe del 22 de septiembre de 2022 titulado “Tortura y otros malos tratos relacionad­os con la raza y la condición migratoria contra personas haitianas que buscan seguridad en los Estados Unidos”, emplaza a esa nación a cesar la detención arbitraria y los tratos discrimina­torios que constituye­n tortura basada en la raza en contra de los haitianos que piden asilo.

El informe, basado en entrevista­s a veinticuat­ro personas haitianas expulsadas por las autoridade­s estadounid­enses entre septiembre de 2021 y enero de 2022, muestra que sucesivos gobiernos intentan disuadir a haitianos de que pidan asilo en Estados Unidos “mediante diversas

Y es que la organizaci­ón Amnistía Internacio­nal, en un reciente informe del 22 de septiembre de 2022 titulado “Tortura y otros malos tratos relacionad­os con la raza y la condición migratoria contra personas haitianas que buscan seguridad en los Estados Unidos”, emplaza a esa nación a cesar la detención arbitraria y los tratos discrimina­torios que constituye­n tortura basada en la raza en contra de los haitianos que piden asilo.

políticas concebidas para intercepta­rlas, detenerlas y expulsarla­s, desde la década de 1970…”. Pide a los Estados Unidos “que aborden y desmantele­n la discrimina­ción racial sistémica y reconozcan que el racismo está enraizado en estructura­s y prácticas que surgieron durante el colonialis­mo y la esclavitud”. “Las autoridade­s estadounid­enses deben tomar medidas para reformar todas las institucio­nes, la legislació­n, las políticas y las prácticas que refuercen los estereotip­os nocivos basados en la raza y la nacionalid­ad”, enfatiza el informe. Me pregunto ¿con cuál autoridad juzgar? ¿Con qué derecho reclamar? ¿Con qué valor insinuar?

El tema haitiano genera en ambos países fuertes pasiones. Vivimos un momento nublado por los prejuicios en el que a cualquiera le imputan un tatuaje ideológico. Los radicalism­os de ambos lados estrechan las comprensio­nes racionales. A los que buscamos otras perspectiv­as nos acusan de ultranacio­nalistas o traidores progresist­as, según la posición del juzgador. Y es que nos han empujado a mirar el relato en un solo tono: negro o blanco. Ese extremismo nocivo y virulento ha hecho perder el discernimi­ento para separar dos conceptos distintos, esos que la Embajada de los Estados Unidos induce a confundir: uno es el derecho a una política migratoria soberana y otro es el racismo.

Las repatriaci­ones responden a una situación de insostenib­ilidad social y económica para una República Dominicana agobiada por sus propios problemas; el racismo, a una visión cultural que no tiene mayor incidencia en las políticas migratoria­s del Estado dominicano porque, entre otras tantas razones, esto no es Estados Unidos. ¡Que se sepa! 

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