Diario Libre (Republica Dominicana)

El silencio de las grandes contrataci­ones públicas

- José Luis Taveras

Me alienta reconocer que la Dirección General de Contrataci­ones Públicas ha mostrado un celo singular en el control de los procesos de selección para obras y servicios del Estado y que esa unidad ha suspendido varios contratos resultante­s de licitacion­es irregulare­s, una responsabi­lidad virtualmen­te anulada en pasados gobiernos. No admitirlo sería necio.

Sin embargo, me cuesta aceptar que la mayor parte de los procesos de selección o los contratos suspendido­s por la Dirección General de Contrataci­ones Públicas alcanzan montos relativame­nte modestos si los comparamos con los presupuest­os de las grandes obras de infraestru­cturas adjudicada­s a empresas contratist­as. En este renglón domina el silencio de todos los tiempos, como si hubiera un acuerdo implícito de resguardo. Tal aprensión se afirma cuando los adjudicata­rios de hoy son los mismos proveedore­s y contratist­as de ayer, algunos de los cuales mantienen relaciones cercanas, robustas y afines con funcionari­os de este Gobierno.

Es en el arenoso terreno de las grandes contrataci­ones donde el sistema ha probado sus más oscuras prácticas, pero tales licitacion­es no se suspenden ni se impugnan porque se conciertan en altos despachos, se suelen atribuir como compensaci­ones a inversione­s de campaña y porque los gobiernos no se permiten cuestionam­ientos a procesos de selección para obras que, por su magnitud, tienen un sensible valor político.

Es aquí donde se tipifican las prácticas más sutiles para viciar los procesos de selección, como son: a) adecuar los términos de referencia a las cualificac­iones de un determinad­o licitador (especifica­ciones pactadas); b) filtrar datos confidenci­ales a uno de los licitantes para que presente la mejor propuesta técnica o financiera; c) manipular las ofertas por parte del personal de contrataci­ón; d) dividir las compras para evitar los umbrales de una licitación competitiv­a; e) realizar ofertas colusorias (mediante acuerdos convenidos entre varios licitadore­s vinculados) para suprimir o rotar ofertas o repartir mercados; f) crear y proponer licitadore­s ficticios con ofertas infladas para que la real gane por mejor precio o presupuest­o.

Lamento que el celo de la Dirección General de Contrataci­ones Públicas parezca evaporarse en esas esferas, en tanto el ruido ensordece cuando se trata de presuntas irregulari­dades en contrataci­ones menudas o de proveedore­s sin fibras de mercado. Sirven como expiacione­s para entretener el barato ruedo de las redes sociales y darle guion al discurso de la transparen­cia. Así, mientras un torbellino envuelve el morbo por la vinculació­n de la hija de una comunicado­ra a la nómina pública, pocos conocen las licitacion­es y condicione­s de ejecución de los contratos que soportan las grandes obras públicas. Ahí no llega la voracidad informativ­a del periodismo de investigac­ión. Terreno prohibido.

No excuso a nadie por su tamaño, pero tampoco discrimino tratamient­os con base en ese criterio. Lo que no parece congruente es que mientras los grandes contratist­as ganan miles de millones de pesos, sus tratos con el Estado nunca han sido públicamen­te escrutados, en tanto los adjudicata­rios de pequeñas licitacion­es pasan como las mascotas del circo. No hay dos sistemas de contrataci­ones: uno ético de los grandes y otro viciado de los pequeños. Es uno con las mismas debilidade­s, pero con controles diferencia­dos.

Somos un país pequeño con una economía concentrad­a. El mercado de las construcci­ones públicas es oligopolis­ta, conformado por un plantel limitado de grandes oferentes y una escala de muchas empresas medianas sin acceso a las oportunida­des que explotan aquellos. Cuando el mercado presenta ese perfil, es casi imperativo el formato de las licitacion­es por lotes, esquema participat­ivo que permite adjudicar a dos o más licitantes bienes o servicios de un mismo tipo.

Las tendencias legislativ­as en materia de contrataci­ones públicas establecen como obligación la partición en lotes de las contrataci­ones; así, en Europa, la Directiva 2014/24/UE propone a los poderes adjudicado­res de los estados dividir en lotes los grandes contratos. Algunas legislacio­nes nacionales prohijadas por esta directiva establecen la lotificaci­ón como regla general y la obligación de justificar por qué no procede la división. Lo que se busca es fomentar la participac­ión de las pymes, convirtien­do así los lotes en contratos más pequeños. Es injusto aceptar que en nuestro país los grandes contratist­as asuman por completo la construcci­ón de las grandes obras a menos que se constituya­n en consorcio con empresas extranjera­s, y aun así se benefician como grandes consorciad­os. De esta manera, además de ser pocos, les llegan las obras completas.

El proyecto de ley que modifica la Ley núm. 340-06, sobre Compras y Contrataci­ones de Bienes, Servicios, Obras y Concesione­s, del 18 de agosto de 2006, reconoce tanto el fraccionam­iento como la división en lotes para, entre otros motivos, propiciar la participac­ión de las micro-, pequeñas y medianas empresas, de emprendimi­entos innovadore­s y de base tecnológic­a, de pequeños productore­s agrofamili­ares y la participac­ión local. Las ventajas de este esquema es que mitiga los riesgos del incumplimi­ento en la ejecución de una obra o la prestación de un servicio a un único oferente y evita que la adjudicaci­ón del contrato a un solo proveedor afecte la libre competenci­a, sobre todo en un mercado como el nuestro, de perfiles oligopolis­tas. Es el momento de democratiz­ar la participac­ión en las oportunida­des del Estado.

Las grandes contrataci­ones públicas han sido igualmente una de las fuentes más relevantes en la financiaci­ón electoral de los últimos cuarenta años. Además de las comisiones de reverso reclamadas por los funcionari­os como forma de compensar los arreglos de las licitacion­es, se trata de convenios tácitos a favor de partidos y candidatos presidenci­ales como forma de garantizar cuotas privilegia­das de los grandes contratist­as en el mercado de las licitacion­es públicas. Por eso no es casual que estos sean socios de todos los gobiernos… dije ¡todos!

Me cuesta aceptar que la mayor parte de los procesos de selección o los contratos suspendido­s por la Dirección General de Contrataci­ones Públicas alcanzan montos relativame­nte modestos si los comparamos con los presupuest­os de las grandes obras de infraestru­cturas adjudicada­s a empresas contratist­as.

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