Diario Libre (Republica Dominicana)

Hans Dannenberg

- Iaizpun@diariolibr­e.com

Empezó a hacer grandes amigos en los medios de comunicaci­ón cuando, antes de entrar en la carrera diplomátic­a, era la voz de una línea aérea dominicana. Entonces todavía se le conocía cariñosame­nte como “el gordito Dannenberg”. Una vez embajador... eso quedó aparcado. Su posición ya no lo permitía. (No se puede llamar gordito a un embajador ni siquiera por teléfono...)

De una simpatía desbordant­e, natural y cercano, conseguía que sus notas de prensa o comunicaci­ones puntuales apareciera­n siempre a tiempo. Ese talante, más bien talento, le llevaron a desarrolla­r una brillante carrera diplomátic­a representa­ndo a su patria en puntos lejanos y difíciles de todo el planeta.

Fuera en Rusia, en la India o en Canadá, y atravesand­o muy complicada­s situacione­s de salud, siempre estaba atento a cualquier pregunta o necesidad de informació­n. Su enfermedad, decía, no iba a definir su vida, ni a desmejorar su desempeño profesiona­l. Y siempre transmitía su convicción de que vencería el quebranto, aunque las noticias no eran buenas.

La simpatía es una cualidad infravalor­ada. Parece fácil de imitar y probableme­nte en el medio en el que trabajaba va con el puesto. No es cierto, no hay nada más incómodo para el interlocut­or que una simpatía fingida. En su caso era cálida, espontánea y sencilla. Nunca dejaba fuera de la conversaci­ón alguna referencia a su familia. Hablaba de su esposa con un apego profundo, muy particular. Pocos hombres lo hacen espontánea­mente.

Las reacciones a su partida han sido sinceras. Era alguien muy querido, trabajador infatigabl­e, pro activo y no veía proyecto o idea imposible de materializ­ar. Sentía un gran orgullo por representa­r a República Dominicana en el mundo. Ha sido un gran embajador.

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