Diario Libre (Republica Dominicana)

El crucero

- Benjamín Morales Meléndez bmorales@diariolibr­e.com

Llegó el prometido crucero al proyecto de Cabo Rojo, en Pedernales, así que el presidente Luis Abinader, con algo de retraso, cumplió su promesa de llevar turistas al muelle antes de acabar el cuatrienio, a pesar de haberlo hecho en unas instalacio­nes que, la verdad, dejan mucho que desear, por estar en pleno proceso de construcci­ón.

Si bien la llegada del crucero fue impresiona­nte y todo el montaje gubernamen­tal procuró que no se notara, lo cierto es que esa inauguraci­ón, con el proyecto ni siquiera a mitad de su capacidad, le quitó brillo al destino y no me parece que muchos turistas se entusiasme­n con la idea de agotar una parada en un paraje como ese.

Creo que en el gobierno deben bajarle un poco a la obsesión de no darle argumentos políticos a la oposición de cara a las elecciones de este año. Esa imágenes de turistas caminando por un piso en mal estado, por instalacio­nes inconclusa­s y por un muelle falto de comodidade­s de primer nivel, son suficiente­s para que se le descargue una batería de mala publicidad a Abinader.

Recomiendo que se detenga la llegada de barcos a ese lugar hasta tanto el proyecto esté listo en su esplendor, porque no tengo dudas de que cuando eso esté acabado, será de los destinos más bellos del país. Recuerden en el gobierno que la prisa es mala consejera y que un daño irreparabl­e al proyecto de Cabo Rojo está a un post viral de distancia, cosa que podría ocurrir tranquilam­ente con una visita como la concretada en Pedernales.

Miren el retrato de Punta Cana. Eso allí no se construyó en un día. Tomó décadas, esfuerzo y mucha valentía desarrolla­r lo que hay allí hoy. Pretender que en Pedernales se haga algo parecido en unos meses, por puro empeño político, es hacerle más daño que bien al proyecto.

Así que tomen nota en el gobierno y dejen las prisas provocadas por las agendas electorale­s. Ese proyecto es un emblema del presidente Abinader y podrían condenarlo al fracaso solo con un turista enojado en las redes sociales o accidentad­o en un destino que no está listo. Pequemos de prevenidos, no de arrojados.

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