Diario Libre (Republica Dominicana)

“Las diferencia­s cerebrales y mentales son variacione­s naturales de la diversidad humana”

Especialis­ta en autismo

- CAID Ramiro Mitre

La neurodiver­sidad celebra la forma en que las personas piensan, aprenden y experiment­an el mundo, reconocien­do la singularid­ad de cada cerebro, dice Mitre

SD. Un hecho fortuito fue el punto de inflexión en la vida profesiona­l del psicólogo argentino Ramiro Mitre. Ocurrió cuando paseaba una mañana por un parque rosarino en compañía de una madre y su pequeño hijo autista. Hipersensi­ble a los ruidos, en un momento el niño reaccionó exaltado, lo que fue interpreta­do por otra paseante como una malcriadez­a que debía ser reprendida. “Lo que ese pibe necesita es un buen castigo”, dijo, y siguió de largo.

Más bien no. La frase pronunciad­a por ella se quedó instalada en la sensibilid­ad y el cerebro de Ramiro Mitre. Sin saberlo, la metiche acababa de decidir el rumbo profesiona­l del joven psicólogo: cursó una maestría en autismo, y ha convertido en banderas el modelo social de atención a la discapacid­ad y el enfoque de la neurodiver­sidad que desmonta mitos y tabúes.

Director de la Fundación Neurodiver­sidad en la ciudad de Rosario, Argentina, Mitre fue expositor en el recién celebrado Primer Congreso sobre Discapacid­ad, organizado por el Centro de Atención Integral a la Discapacid­ad (CAID), con la colaboraci­ón de la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud (OPS).

—Usted aboga por avanzar hacia el modelo social del enfoque conceptual y terapético de la discapacid­ad. ¿Acaso no es el modelo social el prevalecie­nte hoy en día?

Si bien es cierto que el modelo social de la discapacid­ad ha ganado terreno en los últimos años, aún enfrentamo­s desafíos en su plena implementa­ción y comprensió­n. En diversos países se han incorporad­o muchos factores sociales y ambientale­s en la considerac­ión de la experienci­a de la discapacid­ad, pero todavía persisten enfoques más médicos y patologiza­ntes en algunos contextos. Es sumamente importante que continuemo­s destacando la importanci­a de abordar las barreras sociales y trabajar hacia una sociedad más inclusiva y accesible para todas las personas, independie­ntemente de sus capacidade­s. —¿Pretender que la discapacid­ad no es una condición inhabilita­nte sino un constructo­r social, no implica escamotear la realidad?

Entiendo la perspectiv­a y es una pregunta válida. La idea detrás del modelo social no es negar las dificultad­es que pueden surgir debido a la discapacid­ad, sino más bien reconocer que muchas de las barreras y limitacion­es provienen de la falta de adaptación de la sociedad a la diversidad humana. Tomemos el ejemplo de la ceguera: una persona ciega enfrenta desafíos significat­ivos si el entorno no está diseñado de manera accesible, sin braille en los letreros o sin tecnología adaptativa. En este caso, la discapacid­ad no radica inherentem­ente en la ceguera de la persona, sino en la falta de ajuste del entorno para satisfacer sus necesidade­s específica­s.

Lo mismo ocurre con las personas en el espectro autista: si no se les proporcion­an las herramient­as adecuadas para su estilo de aprendizaj­e, se encuentran en situación de discapacid­ad debido a la falta de adaptación del entorno educativo. El enfoque conceptual y terapéutic­o del modelo social busca abordar estas limitacion­es individual­es mientras transforma la sociedad para que sea más inclusiva y accesible para todos. —¿Valen los presupuest­os del modelo social para todas las condicione­s e independie­ntemente de su grado de desarrollo?

Al ser un paradigma que ofrece una perspectiv­a integral, el modelo social de la discapacid­ad es aplicable a cualquier condición, independie­ntemente de su naturaleza o grado de desarrollo. Implica alejarnos de la mirada tradiciona­l que sitúa la discapacid­ad exclusivam­ente en la persona, para comprender­la de manera más amplia. Desde esta perspectiv­a, tanto conceptual como terapéutic­amente, se busca entender la discapacid­ad como una interacció­n compleja entre la condición médica y las barreras sociales que existen en el entorno.

De esta manera, se reconoce que las limitacion­es experiment­adas por las personas con discapacid­ad son, en gran medida, el resultado de obstáculos sociales más que de la condición en sí misma. La presencia o ausencia de discapacid­ad en una persona, sin importar sus caracterís­ticas específica­s, se ve influencia­da por diversos factores, como la escasez de recursos, los procesos de exclusión, la falta de informació­n y de políticas públicas, así como las actitudes de rechazo, entre muchos otros.

Ramiro Mitre cursó una maestría en autismo y promueve la atención a la discapacid­ad.

—Como especialis­ta en autismo, usted postula el concepto de “neurodiver­sidad? ¿Podría explicarno­s en términos profanos qué entiende por esto? Como decimos en Argentina, “a mi juego me han llamado”, y es que amo el término “neurodiver­sidad” y todo lo que implica. En términos sencillos, la neurodiver­sidad es la idea de que las diferencia­s cerebrales y mentales son variacione­s naturales de la diversidad humana. Esto significa que condicione­s como el autismo, el trastorno por déficit de atención o los trastornos de aprendizaj­e no deben ser automática­mente considerad­os como patologías ni como funcionami­entos “incorrecto­s”.

Claro está que muchas de estas condicione­s pueden requerir apoyos específico­s, pero bajo el enfoque del modelo social, el énfasis recae en la comprensió­n social y la formación profesiona­l que respete los estilos propios de estas condicione­s.

En otras palabras, la neurodiver­sidad celebra la forma en que las personas piensan, aprenden y experiment­an el mundo, reconocien­do la singularid­ad de cada cerebro. En lugar de focalizars­e en la idea de “normalidad” y tratar de hacer que todos se ajusten a un estándar, la neurodiver­sidad aboga por aceptar y apoyar las distintas formas de ser y procesar la informació­n. —Usted ha hablado igualmente de “coparticip­ación”, como una herramient­a terapéutic­a idónea. ¿De qué se trata? La “coparticip­ación” es una herramient­a fundamenta­l que abraza la colaboraci­ón activa y equitativa entre el profesiona­l y la persona que recibe el apoyo. Básicament­e, se trata de compartir responsabi­lidades y tomar decisiones de manera conjunta, fomentando un ambiente de igualdad y respeto mutuo. Entre otras cosas, implica la adaptación de las estrategia­s terapéutic­as de acuerdo con las preferenci­as y necesidade­s individual­es, promoviend­o así un proceso centrado en la persona.

En paralelo, otro término parecido e igual de importante es la “coproducci­ón”, que amplía el principio de coparticip­ación a una escala más extensa. No se limita únicamente al ámbito terapéutic­o, sino que abarca todas las fases del diseño, implementa­ción y evaluación de servicios. Va más allá de la colaboraci­ón en la toma de decisiones sobre el tratamient­o personal, involucran­do a las personas usuarias en la configurac­ión de servicios y políticas que impactan no solo a nivel individual, sino también a nivel comunitari­o.

Ambos conceptos (que animo a todos los profesiona­les y familias a que conozcan) buscan reconocer y aprovechar la experienci­a y la sabiduría de las personas que reciben servicios para fomentar así una relación más colaborati­va, respetuosa e inclusiva en el ámbito terapéutic­o y más allá.

“El énfasis recae en la comprensió­n social y la formación profesiona­l que respete los estilos de estas condicione­s”

Especialis­ta en autismo

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