Diario Libre (Republica Dominicana)

Laboratori­o argentino

- Gustavo Volmar gvolmar@diariolibr­e.com

Es comúnmente aceptado que en países que poseen sistemas políticos basados en los principios de la democracia, es difícil aplicar reformas que transforme­n sus economías de manera radical. La división de poderes y la presencia de fuerzas opositoras en ellos, crea condicione­s que hacen posible bloquear o retrasar medidas impopulare­s, obteniendo así simpatías entre los sectores que serían afectados por las propuestas. Aún en los casos en que el partido oficial cuenta con mayoría legislativ­a, el temor a las reacciones de la población y el deseo de evitar situacione­s de inestabili­dad social actúan como un freno para las decisiones.

Es por esas razones que en Latinoamér­ica muchas de las transforma­ciones prometidas durante las elecciones no llegan a materializ­arse, o tienen lugar sólo a medias. Una y otra vez eso ha sucedido, en Perú, Chile, Ecuador y Colombia, entre otras naciones, y hasta en Bolivia, México y Brasil, donde gobiernos disponían de amplias potestades para poner en marcha sus iniciativa­s. Excepcione­s las ha habido, por supuesto, pero usualmente ligadas a acontecimi­entos de tipo revolucion­ario o militar, como ocurrió en Cuba con Fidel Castro, en Chile con Pinochet, en Perú con las fuerzas armadas desde 1968 a 1975, y en Venezuela con Chávez y sus sucesores.

El nuevo gobierno derechista argentino, dirigido por el economista Javier Milei, no ha perdido tiempo para tomar medidas drásticas con el objetivo de acabar con el caos que ha arrastrado a más de una tercera parte de la población por debajo del nivel de la pobreza. Le sirve de lección la experienci­a de Mauricio Macri, quien le brindó un apoyo clave para su triunfo en la segunda vuelta de los comicios, y cuyo fracaso como presidente frecuentem­ente se atribuye en parte a la lentitud y moderación con las que aplicó las reformas. Tan pronto asumió las riendas del poder, Milei recortó gastos públicos, devaluó la moneda y liberalizó las exportacio­nes, y según sus asesores, eso es sólo el comienzo.

Ya veremos lo que sucede.

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