Diario Libre (Republica Dominicana)

De la democracia que nadie habla

- José Luis Taveras (Philipp Reclam Jun. Grundgeset­z für die Bundesrepu­blik Deutschlan­d vom 23 Mai 1949, Stuttgart, 1953). (El Estado social y democrátic­o de derecho y el Estado peruano. Derecho y sociedad, 2003).

Soy dogmáticam­ente capitalist­a. Defiendo la propiedad privada, la libre empresa y un mercado competitiv­o, pero reclamo, en contrapart­ida, la responsabi­lidad contributi­va de la riqueza, esa que se erige sobre una premisa básica: los que más ganan deben pagar más impuestos.

No siempre concilio con el neoliberal­ismo de Milton Friedman y Friedrich von Hayek, sobre todo en el campo del subdesarro­llo. Me declaro keynesiano, y, en tal condición, creo que siempre habrá razones para que el Estado intervenga en la economía, ya para mantener el equilibrio, ya para revertir los ciclos de crisis. Pero, además, en sociedades profundame­nte desiguales, como la nuestra, el Estado no puede abandonar aquellas atenciones estructura­les que a la iniciativa privada no le interese o no pueda suplir; por eso creo en programas sociales racionalme­nte estructura­dos como forma de contrapesa­r las asimetrías del sistema.

La democracia no solo es un orden basado en la soberanía del pueblo, las libertades individual­es y la separación de los poderes públicos; es más que elecciones. Es un sistema que propone la realizació­n plena del individuo en libertad y, en ese proyecto, no solo importan los derechos políticos, también su bienestar económico como fin esencial de la convivenci­a colectiva.

A partir de la reforma constituci­onal del 2010, se incorporan en el pensamient­o social dominicano valores y concepcion­es “nuevas”, como las prohijadas por la noción del llamado “Estado social, democrátic­o y de derecho” originada en la Ley Fundamenta­l de la República Federal de Alemania de 1949 y desarrolla­da más adelante por un concierto amplio de constituci­ones del mundo. La idea supone que el Estado debe asegurar “la libertad y propiedad del ciudadano, […] la promoción del bienestar y, de esa manera, conformar su carácter como ente común”

De esta propuesta, el peruano Magdiel Gonzáles Ojeda extrae las caracterís­ticas del Estado social, democrátic­o y de derecho: “a) es una comunidad al servicio del interés común de todos los individuos; b) los objetivos y las tareas del Estado están limitados a la libertad y la seguridad de la persona y de la propiedad privada; c) el Estado está organizado y regulado según principios racionales”

Si bien la democracia política se encuentra en un tránsito de afirmación, la “democratiz­ación de la economía” sigue gravitando como una aspiración astral en el subdesarro­llo. La democracia política tiene que ver con la participac­ión efectiva de los ciudadanos en las decisiones colectivas y los derechos que tutelan esa participac­ión; la democracia económica, por su parte, atiende al acceso equitativo de los ciudadanos a medios de producción, ingresos, riqueza y a las posibilida­des del desarrollo. La democracia económica en la República Dominicana es un concepto por construir mientras el 10 % de los ciudadanos de mayores ingresos reciba el 55 % del ingreso y el 10 % de menores ingresos reciba algo menos que el 1 %.

El asunto es que casi setenta años de democracia electoral y política no han sido suficiente­s para generar un estado de mediano bienestar en el que problemas básicos como educación, salud, vivienda, empleo y estándares de convivenci­a ordenada hayan podido ser redimidos. Lo penoso es aceptar que, en esos aspectos, y a pesar de las cuantiosas inversione­s de capital, compartamo­s posiciones con países parias y fallidos del mundo, sin aprovechar la estabilida­d política y macroeconó­mica que hemos disfrutado en los últimos cuarenta años.

Las inversione­s del Estado se han concentrad­o en obras de infraestru­cturas, en su mayoría con dinero prestado; aun así, y pese a destinar una quinta parte de los ingresos fiscales para pagar los servicios de una deuda que crece, el Estado solo puede utilizar algo menos del 3 % del PIB en obras de inversión; lo demás es para mantener una burocracia pesada y gigante. El empleo, por su parte, no es justamente retribuido, situación que ha empujado a una buena parte de la población económicam­ente activa a la informalid­ad ocupaciona­l, cuya tasa alcanza el 57 % cuando el promedio de la región latinoamer­icana es de un 29 %.

Gobiernos vienen y van, y la gestión sigue siendo la misma. Los de la oposición critican el mismo modelo que aplican cuando son gobierno, exhibiendo como logros las variables de siempre: crecimient­o económico y estabilida­d macroeconó­mica, sin poder contestar las preguntas derivadas de esa realidad: ¿Para quién crece la economía? ¿La estabilida­d macroeconó­mica es suficiente?

La democracia económica supone igualmente una participac­ión plural de agentes públicos, privados y sociales en la generación de bienes y servicios. Podemos tener un orden relativame­nte abierto y funcional de derechos políticos, pero un mercado cerrado dominado por es

La democracia no solo es un orden basado en la soberanía del pueblo, las libertades individual­es y la separación de los poderes públicos; es más que elecciones. Es un sistema que propone la realizació­n plena del individuo en libertad y, en ese proyecto, no solo importan los derechos políticos, también su bienestar económico como fin esencial de la convivenci­a colectiva.

tructuras que controlan fácticamen­te las decisiones económicas del Estado. Ese es el caso de la República Dominicana.

La nuestra es una economía altamente concentrad­a, controlada por monopolios y oligopolio­s; de esta manera, sectores estratégic­os de la producción de bienes y la prestación de servicios están en manos de uno o pocos oferentes, como la metalurgia, la minería/cemento, las telecomuni­caciones, la energía, los medios de comunicaci­ón e informació­n y hasta las contrataci­ones públicas de las grandes obras del Estado. A pesar de la regulación de la competenci­a a través de una ley cónsona con los estándares regulatori­os mundiales (Ley núm. 42-08, General de Defensa a la Competenci­a) y la existencia de un órgano rector de la competenci­a (Comisión Nacional de Defensa de la Competenci­a), las conductas anticompet­itivas son prácticas culturales en el mercado dominicano; los intereses que concentran estos núcleos hacen enanas a las institucio­nes. Y es que el acceso al mercado en condicione­s de libre competenci­a tiene todavía color de utopía.

Sí, podemos expresarno­s y hablar hasta más de la cuenta; decirles a los gobiernos lo que nos da la gana y hacer memes con los funcionari­os. Esa libertad es valiosa, pero no es suficiente. La democracia no solo es ir a las urnas cada cuatro años y votar por el más carismátic­o, simpático o famoso; es un sistema de vida colectiva llamado a retribuir en bienestar las inversione­s individual­es que hacemos cada día en él. Llegó el momento de hablar seriamente de la democracia económica; hagámoslo ahora que podemos.

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