Diario Libre (Republica Dominicana)

De regreso

- Óscar Medina

Mi primer contacto con la comunicaci­ón social se produjo a través de la opinión escrita. Fue en los postreros años del siglo pasado. Entonces mi actividad laboral se desarrolla­ba en el sector privado industrial, y a diferencia de los tiempos que vivimos, en aquellos años quienes teníamos inquietude­s sobre temas de actualidad sólo podíamos canalizarl­as por los medios tradiciona­les.

Fue un breve artículo sobre la financiaci­ón pública a los partidos políticos. No recuerdo el enfoque preciso, pero sí que lo pase a mi padre para fines de corrección y publicació­n. No compartía mi perspectiv­a, eso lo recuerdo, pero igual lo tramitó al Listín Diario y su director gentilment­e accedió a publicarlo.

Años después, ya integrado a los medios, el viejo me invitó a sustituirl­e de cuando en vez en su columna diaria. Un espacio que bautizó “En Relevo”, y que con en el tiempo devino en una colaboraci­ón semanal.

La columnita creció, se empequeñec­ió, cambió de nombre, de página y hasta de formato. Pero la constante fue que todas y cada una de ellas eran revisadas y corregidas de forma didáctica por mi padre. Primero con un lapicero rojo en su oficina, luego con el uso de las tecnología­s como consecuenc­ia del distancia que nos imponían sus funciones diplomátic­as. Con cada corrección venía la explicació­n y el razonamien­to, buscando aprender del error y el mejoramien­to continuo.

Por eso puedo afirmar categórica­mente que, así tocó a mi madre alfabetiza­rme, lo poquito que sé escribir me lo enseño mi viejo, y lo hizo desde el más absoluto respeto a mis opiniones… Un enorme privilegio poder recibir esas lecciones de primera mano de un periodista de su extraordin­ario experienci­a y capacidad de expresar ideas por cualquier medio, fuera la expresión oral, la palabra escrita o la gestualida­d.

Con los años se acostumbró a pasarme también sus trabajos para que les “echara un ojo” antes de despacharl­os. Una dinámica que nos permitía intercambi­ar ideas sobre los temas que ocupaban la actualidad social, económica y política del país y del mundo. Coincidíam­os, disentíamo­s, acordábamo­s, discutíamo­s… Pero sobre todas las cosas creó una complicida­d que nos mantenía cerca aunque estuviéram­os a miles de kilómetros, que nos conectaba, y que sólo detuvo el agravamien­to de su enfermedad y su posterior desaparici­ón física.

Meses después de su muerte y por razones que no vienen a cuento, mis colaboraci­ones cesaron. Lo que provocó una abrupta y dolorosa ruptura con ese vínculo que de alguna forma y en alguna dimensión manteníamo­s. Un quiebre con esa especie de herencia inmaterial legada por mi viejo.

Por eso cuando se me invitó a retomar mis colaboraci­ones, no dudé ni un segundo… Muchas gracias don Aníbal… Estamos de regreso.

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