Diario Libre (Republica Dominicana)

Banalizand­o la dictadura

- Óscar Medina

Desde hace años en el país se viene produciend­o una peligrosa banalizaci­ón del término “dictadura”. Comenzaron cuando Leonel, con Danilo se pasaron, y ya arrancaron con Luis… Como es costumbre, quienes ahora lo padecen antes lo difundían… Y viceversa. Sectores políticos y de opinión pública ---básicament­e desde las vocinglera­s redes sociales--- han entronizad­o la práctica de calificar como “derivas autoritari­as” o “prácticas trujillist­as” cualquier abuso o exabrupto aislado de alguna autoridad o decisiones de los poderes públicos, que si bien deben ser objeto de críticas y alertas sociales, distan mucho de acercarse a las acciones que distinguen los regímenes autoritari­os.

Resulta innecesari­o retrotraer­se a las tiranías que tiñeron con sangre Latinoamér­ica durante el siglo pasado, pues perfectame­nte podemos buscar referentes en los procesos de pérdida de derechos democrátic­os que actualment­e observamos en la región.

Venezuela y Nicaragua, por ejemplo, donde se encarcelan e inhabilita­n opositores políticos, se incautan e ilegalizan medios de comunicaci­ón, se encierran periodista­s, se asaltan las institucio­nes jurisdicci­onales para colocarlas al servicio del régimen, se reprimen las protestas y los procesos electorale­s son caricatura­s que buscan disfrazar sistemas autocrátic­os.

A diferencia de la República Dominicana donde disfrutamo­s de plenos derechos políticos y civiles; que si bien tenemos algún político preso, no hay presos políticos; existe absoluta libertad de prensa y la oposición se ejerce con total libertad; disfrutamo­s de altos niveles de separación de los poderes públicos y de respeto a las decisiones jurisdicci­onales; los poderes fácticos funcionan y ejercen de contrapeso al poder político, pues no están ni intentan ser asaltados por quienes gobiernan; y se organizan elecciones libres y democrátic­as cada cuatro años en completa paz y civismo.

Es innegable que nos queda camino por recorrer, pero también que transitamo­s por un periodo de alrededor de cuatro décadas viviendo en libertad democrátic­a… Un proceso largo, con arritmias naturales, pero siempre avanzando. Con presidente­s altamente respetuoso­s con la prensa y con quienes expresan sus opiniones por cualquier medio, incluyendo ese estercoler­o de las redes sociales.

Y en el caso particular de Abinader, se simpatice o no con su gestión, hasta ahora ha sido un presidente democrátic­o, tolerante y respetuoso con sus adversario­s políticos… Y con la prensa, además, cercano y accesible.

Así que por una ley que nunca debió ser, que por demás el Gobierno se muestra dispuesto a enmendar; o porque unos policías, quién sabe al servicio de cuáles intereses, aprehendan a un protestant­e solitario y este sufra supuestos maltratos dentro de un cuartel, vamos a pretender banalizar lo que significa una dictadura… Máxime si con ello pudiéramos provocar una reducción de la alerta social, y facilitar que semejante ignominia nos asalte sin previo aviso.

O sea… Por aquello de Pedrito y el lobo.

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