Diario Libre (Republica Dominicana)

¿Dominicano­s? Sí, pero…

- Adecastro@diariolibr­e.com

Nos llegan por millares cada año después de purgar sentencias (cortas y largas) desparrama­dos a todo lo largo, ancho y ajeno de la geografía norteameri­cana. Son esos exmalvados dominicano­s que pagaron por sus delitos y cuya redención no alcanza para el derecho a residir en los Estados Unidos. Cárcel y deportació­n van de la mano. Los califican como dominicano­s simplement­e porque nacieron en la tierra que más amó Colón.

¿Dominicano­s? Sí, pero doblaban, recordando a Rousseau, como un “buen salvaje” antes de emigrar: en el norte solo otorgan residencia permanente a ciudadanos sin antecedent­es penales. Ergo, su arte criminal lo aprendiero­n allá. Dominicano­s por nacionalid­ad, criminales por culturizac­ión.

Lo que define al individuo, entiendo, es el proceso de socializac­ión, ese estadio de la vida en que se interioriz­an valores, interaccio­nes, aprendizaj­es y reglas y se genera la adscripció­n al grupo. Muchos de esos deportados se educaron y crecieron alejados del terruño nativo. Hay casos en que el idioma español les resulta ajeno y todo lazo familiar se encuentra en el lugar de donde los expulsan.

Parte de la basura social que los Estados Unidos barre hacia la RD comporta problemas adicionale­s de contaminac­ión. También en el delito aplica la marcada diferencia en los niveles de desarrollo. Un criminal formado en Nueva York tiene más recursos para poner en jaque a la autoridad que un desvalido social de un barrio marginado dominicano.

¿Cómo contribuir a que el daño no sea mayor? Pues con programas de reinserció­n patrocinad­os por la sociedad donde el delincuent­e se desarrolló y cometió el delito que lo llevó a la cárcel. Y de vuelta al país de donde partió, adulto o pequeño, sin haber roto un plato.

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