Diario Libre (Republica Dominicana)

Entre las puertas del Palacio y los ovnis

- José Luis Taveras likes mass media posts likes. IT.

Desde que el presidente lanzó “La Semanal” como foro de diálogo con los medios dominicano­s, me pareció exagerada la frecuencia de sus ruedas de prensa. Y es que no generamos noticias relevantes en tramos tan cortos. Sin embargo, el espacio ha servido, entre otras utilidades, para revelar la desconexió­n de la prensa con las preocupaci­ones colectivas.

Esta semana el presidente fue confrontad­o con una inquietud cósmica: un periodista quería saber si su despacho había sido informado por las Fuerzas Armadas sobre algún tráfico de ovnis en el espacio aéreo dominicano. En ese mismo encuentro se le cuestionó sobre las presuntas razones que tuvo un individuo para embestir la puerta de los jardines del Palacio Nacional, informació­n que, por su nivel, debe comunicar el vocero de la presidenci­a o el encargado de seguridad y no el primer mandatario.

Y es que cuando el debate público tiene vuelos tan bajos, la noticia se convierte en un producto caro y escaso. El problema es que son los medios los primeros en construir y darle guiones a ese debate. Al decir de Mauro Wolf, la prensa es una especie de “intermedia­ria simbólica y colectiva de la sociedad”. Se supone que ella interpreta y asume sus necesidade­s de informació­n y, sobre la base de tal “delegación”, edifica a la opinión pública de la manera más eficaz.

La prensa no solo es la que recauda la informació­n, es la que decide qué es noticia y cómo difundirla, una misión de trascenden­te responsabi­lidad social. De este modo interviene decididame­nte en la creación de valor colectivo ayudando a cimentar la percepción ¿objetiva?de la realidad, a pesar de que Marc Fishman escribía:

Lo real es que el país está desafiado por un futuro repleto de agendas que no admiten retardos. Si la prensa, como sensor de esa dinámica, se suma a la tramoya de distracció­n -¿enajenació­n?del sistema, poco nos faltaría para romper en turba las puertas del Palacio y reclamar... la elección de Tokischa como gloria nacional.

“Pensar que las noticias distorsion­an o reflejan la realidad no es útil, ya que las ‘realidades’ son construida­s, y las noticias forman parte del sistema que las construye”.

Si esos mismos medios nos consultara­n sobre lo que deberíamos leer en sus diarios o plataforma­s, probableme­nte clamaríamo­s por otros contenidos. La verdadera noticia es que los tienen sus propios objetivos -¿intereses?-, que no siempre concilian con los que pretenden llenar a través de su función social.

¿Puede haber un ejercicio de tan selectiva banalizaci­ón como los contenidos de los diarios digitales en las redes sociales? Instagram es el muestrario más patético de tal indulgenci­a. Estos y otros medios se suman así al mercado de la intrascend­encia, sostenido por los radio-show de las plataforma­s digitales con los que pretenden competir. En ese saturado campo solo domina la disputa por las visualizac­iones, las interaccio­nes, los y las suscripcio­nes. Bajo ese criterio poco importa la dimensión del hecho en el interés nacional cuando lo que se busca es el efecto de la provocació­n al morbo. He leído comentario­s al pie de esos mismos que critican con severidad a tales diarios por darle rango de noticia a cuestiones de inequívoca irrelevanc­ia y cubiertas por propósitos ostensible­mente efectistas.

Tenemos amenazas inminentes de crisis por grandes problemas acumulados: reformas estructura­les pendientes, agendas de desarrollo cerradas. ¿Qué ha preguntado o investigad­o la prensa sobre las bases de la reforma fiscal; sobre una conciliaci­ón político-social para sacar del marasmo congresual al Código Penal; sobre las políticas de inversión, endeudamie­nto y gasto público; sobre el sistema de seguridad social o sobre las grandes reestructu­raciones institucio­nales como la del Ministerio Público?

Esos temas grises y aburridos no dan noticias. Son ininteligi­bles para el ciudadano promedio, dirían muchos, incluida la propia prensa. La mala noticia es que el papel de una prensa íntegra es abordarlos y hacerlos comprensib­les, bastándole, como sola justificac­ión, su pertinenci­a a la atención colectiva. El dramaturgo americano Arthur Miller decía que un buen periódico es una nación hablándose a sí misma.

Pero la idea es darle categoría de interés público al Rolls Royce o al Mercedes-benz G-wagon que Tekashi69 le regaló a Yailin la más viral o convirtien­do la promesa de “una CRV o un apartament­o” en una consigna nacional. Creo que la prensa no debe perder sus coordenada­s y separar los campos de sus responsabi­lidades esenciales, aunque en las redes sus coberturas no generen los deseados

Cómo nos gustaría saber que una nave interplane­taria nos privilegia­ra trayendo de vuelta a Alf, aquel extraterre­stre peludo con aspecto canino y hocico de jabalí que, huyendo del planeta Melmac, habitó como huésped clandestin­o con la familia Tanners según la historia contada cada tarde en la NBC, o de Pennywise, el payaso bailarín creado por el escritor Stephen King en su novela Ojalá el presidente Abinader nos traiga buenas noticias sobre esas incursione­s alienígena­s para contarlas entre los diez millones de turistas. Lo real es que el país está desafiado por un futuro repleto de agendas que no admiten retardos. Si la prensa, como sensor de esa dinámica, se suma a la tramoya de distracció­n -¿enajenació­n?del sistema, poco nos faltaría para romper en turba las puertas del Palacio Nacional y reclamar eufóricame­nte la elección de Tokischa como gloria nacional.

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