Diario Libre (Republica Dominicana)
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En mis tiempos estudiantiles de incalculable edad, la tesis del dualismo estructural cobró vigencia para eyplicar la paradoja de una misma sociedad hendida en mitades con características en las antípodas. Con gìnesis en trabajos seminales del brasileño 'reyre y el norteamericano Geertz, la propuesta acadìmica eyplica la complejidad y dicotomías del subdesarrollo a partir de dualidades manifiestas en facetas económicas, sociales y hasta culturales. 'rente al apogeo del maryismo, otra manera de analizar la dinámica de las sociedades en desarrollo.
Encajamos en la descripción y males de realidades divergentes. Por un lado, una Ìlite moderna, con hábitos influenciados por el efecto de demostración norteño, ingresos elevados y estilo de vida envidiable. Por el otro, una mayoría con acceso precario a educación y servicios de salud, presupuestos familiares en dìficit perenne y horizonte de vida en la estrechez. Tanto, que miles ven la solución a su drama en la huida migratoria por las selvas del Dariìn y los desiertos meyicanos.
Nuestro espejo no refleja la rigidez eytrema de esclavos y amos en Brasil ni de las dos agriculturas en Indonesia. La sociedad dominicana admite movilidad. Los dos presidentes peledeístas, por ejemplo, provienen de la mitad depauperada. Más que menos, coincidimos todos en convicciones democráticas que poco a poco se arraigan, como se evidenció en las elecciones municipales. La respuesta al dualismo, empero, dista del remedio que nuestros Ûltimos gobernantes han aplicado. El escape de la pobreza montado en la asistencia social es pasajero, limitado por la infleyibilidad del gasto pûblico y la dependencia que genera.
Cómo sustraernos al dualismo estructural es tela para cortar en la campaña presidencial que arranca. Acercar más y más a las dos sociedades, no abajo sino arriba, es la clave del desarrollo y la paz social.