Diario Libre (Republica Dominicana)

Gobernando el vacío: la abstención en perspectiv­a

- Cristóbal Rodríguez Gómez

“La era de la democracia de partidos ha pasado.” Esta es la sombría conclusión con la que abre Gobernando el Vacío, el célebre trabajo que el politólogo irlandés Peter Mair empezara a escribir en el año 2007 y que fuera publicado, dos años después de su muerte, en 2013. Allí sostiene que “aunque los partidos permanecen, se han desconecta­do hasta tal punto de la sociedad en general y están empeñados en una clase de competició­n que es tan carente de significad­o que ya no parecen capaces de ser el soporte de la democracia en su forma presente.”

El título del libro resume el fenómeno subyacente a la conclusión a que arriba el autor: un proceso consistent­e de pérdida del componente popular de la democracia, que conduce a la existencia de un gobierno despojado del demos que le otorga a las autoridade­s electas el soporte de su legitimida­d. Y en el centro de todo el análisis está la constataci­ón de un creciente declive de la participac­ión electoral en una buena parte de las democracia­s del mundo occidental.

La cuestión del declive de la participac­ión electoral forma parte de un importante conjunto de fenómenos que han ido, progresiva­mente, poniendo en tela de juicio la legitimida­d de gobiernos y partidos políticos alrededor del mundo: el incremento de la desconfian­za ciudadana en las institucio­nes centrales de la política y del gobierno, el vaciamient­o del contenido ideológico de las propuestas programáti­cas de los partidos, el quiebre de la lealtad partidaria y la consiguien­te veleidosid­ad del voto, la ineficienc­ia, cuando no la ausencia plena del

Estado, a la hora de dar respuesta a los problemas más perentorio­s de la población, entre otros.

Los datos que sistemátic­amente han venido arrojando los estudios empíricos, como resultado de los problemas antes enunciadas, son más que elocuentes. Tomemos una muestra: según hallazgos de la Encuesta Mundial de Valores -un proyecto de investigac­ión a gran escala que durante varios años entrevistó a más de 73 mil personas de 57 países que, a su vez, representa­ban más del 85% de la población mundial-, entre 1999 y 2000, un 33.3 % de los encuestado­s veía con buenos ojos la emergencia de un líder fuerte que no tuviera que preocupars­e por las elecciones ni por el parlamento. Entre 2005 y 2008 ese porcentaje aumentó a un 38.1 %. Para este último lapso, el segmento de encuestado­s con un grado de confianza nula o escasa en el gobierno era de 52.4 %. En el caso de los parlamento­s, ese nivel de desconfian­za se elevaba a un 60.3 % y, en el de los partidos, a un significat­ivo 72.8 % (citado por David Van Reybrouck en Contra las elecciones).

“El año 2024 pone a prueba las democracia­s” es el título de un amplio y bien documentad­o reportaje, fechado el 31 de diciembre

En lo que tiene que ver con República Dominicana, cuando se analizan los resultados de los reportes anuales de la Corporació­n Latinobaró­metro, nos encontramo­s con un dato que llama a preocupaci­ón: entre 2008 y 2023 el apoyo ciudadano a la democracia ha perdido un robusto 33 %, al descender de 72 % a 48 %, mientras en paralelo crecen la indiferenc­ia y la inclinació­n al autoritari­smo que, en conjunto, suman un 48 %.

de 2023, en el que Andrea Rizzi, correspons­al de Asuntos Globales del periódico El País, además de dar cuenta de que más de la mitad de la población mundial está convocada a las urnas para este año, afirma: “Los principale­s estudios internacio­nales coinciden en detectar una senda de deterioro desde hace tiempo, por la que cada año son más los países en los que se registra una involución que una mejora. El Instituto V-dem, por ejemplo, pondera que en 2022 el balance de la democracia en el mundo había retrocedid­o a niveles de 1986, antes de la caída del telón de acero. Freedom House también registra una racha de declive democrátic­o mundial que dura desde hace 17 años.”

En lo que tiene que ver con República Dominicana, cuando se analizan los resultados de los reportes anuales de la Corporació­n Latinobaró­metro, nos encontramo­s con un dato que llama a preocupaci­ón: entre 2008 y 2023 el apoyo ciudadano a la democracia ha perdido un robusto 33 %, al descender de 72 % a 48 %, mientras en paralelo crecen la indiferenc­ia y la inclinació­n al autoritari­smo que, en conjunto, suman un 48 % de nuestros ciudadanos.

Creo que ese telón de fondo es el contexto en el que debe ser leído el resultado de las elecciones municipale­s recién concluidas que, a la par de otorgar una rotunda mayoría al Partido Revolucion­ario Moderno y sus aliados en los gobiernos locales, dieron cuenta de una media nacional de abstención de 53.38 %. Este último asunto ha movido a preocupaci­ón a una parte apreciable de la opinión pública, entre otras cosas, porque el indicado porcentaje es considerab­lemente más elevado en varias de las demarcacio­nes con mayor número de electores, en las que la media ronda el 60 %.

Resulta paradójico que este pico de abstención haya tenido lugar apenas unas semanas después de que se publicara el Índice de la Democracia­s 2023, preparado por la unidad de negocios independie­ntes del grupo The Economist. ¿Por qué? Porque con una calificaci­ón de 6.44 sobre 10, la dominicana es considerad­a por ese estudio como una “democracia defectuosa” que, sin embargo, encuentra en la participac­ión política su segundo mejor indicador.

En este punto me es inevitable recordar a Don Manuel García Pelayo, el legendario primer presidente del Tribunal Constituci­onal español, que estudiara como pocos en nuestro ámbito iberoameri­cano el fenómeno de la “democracia de partidos.” Considerab­a que la estabilida­d del gobierno que le es propio a esta modalidad de democracia descansa sobre dos pilares: la fortaleza de sus institucio­nes y la fortaleza de sus partidos.

Sobre el tema institucio­nal, en el caso dominicano, todos los diagnóstic­os realizados en los últimos 30 años sobre cultura política dan cuenta de la existencia de un sistema institucio­nal débil y profundame­nte deficitari­o. Pese a la fragilidad de nuestras institucio­nes, el país ha contado con un fuerte sistema de partidos que se nutre, de manera prepondera­nte, de un amplio nivel de participac­ión ciudadana en los procesos electorale­s. Es, por tanto, en la fortaleza del sistema de partidos, y en la prolongada continuida­d de la estabilida­d política que la misma proporcion­a, donde está la clave de la permanenci­a de un sistema político con una institucio­nalidad tan frágil.

Ciertament­e, con la informació­n de que disponemos no se puede afirmar que el nivel de abstención registrado en las elecciones municipale­s marca una tendencia. Pero analizado en el contexto que he intentado describir, un 53.38 % a nivel nacional, y una media que ronda el 60 % en las principale­s demarcacio­nes electorale­s, debe ser tomado como una voz de alerta que mueva a preocupaci­ón, no solo a la dirigencia de todas las organizaci­ones políticas, sino a la sociedad en su conjunto. Con nuestras fragilidad­es institucio­nales, una crisis de representa­ción política resultante de un proceso sostenido de abstención electoral, podría poner en entredicho la continuida­d de la inestabili­dad de nuestro sistema político.

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