Diario Libre (Republica Dominicana)

Eppur si muove?

- José Otaño

La crisis haitiana apenas mereció unas líneas en el discurso de rendición de cuentas del presidente Luis Abinader, centradas en los esfuerzos dominicano­s para las resolucion­es del Consejo de Seguridad, especialme­nte la que aprueba el envío de una fuerza de paz. Si cambia la situación interna en Haití es difícil de establecer. Las agencias informativ­as cerraron sus oficinas en Puerto Príncipe y los medios locales navegan en una precarieda­d financiera que también es cualitativ­a, salvo Le Nouvellist­e.

La embajadora norteameri­cana ante la ONU, Linda Thomas-greenfield, se reunió con líderes haitianos la semana pasada, así como con representa­ntes diplomátic­os para tratar el tema. En Guyana, los jefes de Estado del Caricom se reunieron también y llamó la atención la petición que hizo el premier de Antigua y Barbuda, Gaston Browne, a su colega haitiano, Ariel Henry: hacerse a un lado y permitir una transición política que facilite una solución a la crisis en su país. De Guyana, el mandatario haitiano se trasladó a Kenia donde se reuniría con el presidente William Ruto a discutir el tema de la misión de seguridad a cargo de policías kenianos. En esta semana también, otro país africano, Benin, anunció que aportaría dos mil efectivos para la pacificaci­ón de Haití.

Las declaracio­nes de Browne reflejaban la queja de la región ante la falta de compromiso de las grandes potencias, incluida Francia, la antigua metrópolis que saqueó las riquezas naturales del país vecino.

Se habla de alrededor de seisciento­s millones de dólares para costear los gastos de la misión de paz durante dos años. De esa cantidad, apenas hay compromiso­s verbales para la mitad. La Unión Europea, por ejemplo, no se ha comprometi­do a fondo. Se vincula la indefinici­ón internacio­nal a la atención que se presta en Occidente a la guerra en Ucrania, en Gaza y el fortalecim­iento de China como gran potencia económica y militar. En el caso europeo, la contención de la migración ilegal se traga el bocado mayor del presupuest­o comunitari­o para los países en vías de desarrollo. Los intereses de Francia se sitúan más en África que en el Caribe, donde aún conservan posesiones.

Las crisis humanitari­as mueven ya pocas acciones. Lo prueba la situación en Gaza, mucho más dramática que la de Haití y que sin embargo deja a Joe Biden impertérri­to, excepto por las consabidas declaracio­nes verbales. En inglés le llaman lip service, o sea, que del dicho al hecho siempre ha habido un gran trecho.

El problema con Haití y que deja a la República Dominicana atada de pies y manos es sencillo: la comunidad internacio­nal no ve el drama que allí se desarrolla como una amenaza para la estabilida­d en la región. Es más de lo mismo que viene ocurriendo en ese país desde que se independiz­ó. La inestabili­dad política marca la historia haitiana. Mientras persista esa percepción, las potencias, sobre todo los Estados Unidos, permanecer­án indiferent­es. Con Haití, la geopolític­a no se mueve.

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