Diario Libre (Republica Dominicana)

PLD-FP: cuando el ego mata la razón

- José Luis Taveras

Danilo Medina supo siempre que, a pesar de la estampida de dirigentes y miembros, el PLD seguía siendo una organizaci­ón estructura­da, condición que le faltaba a la Fuerza del Pueblo, una formación de frágil consistenc­ia orgánica construida básicament­e con la escisión del PLD.

Leonel Fernández, en contrapart­ida, siempre supo que Abel Martínez no alcanza ni empinándos­e a su talla política y que es una oferta escasament­e competitiv­a. En esas circunstan­cias, las recientes elecciones municipale­s se presentaro­n como una oportunida­d para confirmar esas impresione­s de los dos viejos rivales, ahora “aliados”. Medina se fue a esta consulta confiado en las estructura­s del partido y Leonel en la fuerza de su liderazgo, con la desventaja, para este último, de que se trataba de unas elecciones para liderazgos y cuadros locales.

En esa lógica, Medina sobreestim­ó las elecciones municipale­s afirmando que febrero decidía a mayo. Y lo hizo en términos muy categórico­s: “Con lo que va a pasar en febrero, le daremos un impulso a Abel Martínez a la presidenci­a”; igualmente proclamó: “Las elecciones de febrero son la antesala de la victoria de mayo”.

Leonel Fernández, conociendo las debilidade­s de su partido, subestimó, en cambio, la incidencia de las pasadas elecciones en las de mayo. A pocos días del 13 de febrero dijo que no eran determinan­tes, y aún con más vehemencia afirmó, después de conocidos sus resultados, que la auténtica ganadora fue la abstención alentada desde el Gobierno.

Pero el desmérito dado por Fernández a los pasados comicios no solo perseguía deslegitim­ar la aplastante victoria de la alianza oficialist­a; implícitam­ente buscaba también restar mérito a la posición alcanzada por su “aliado” el PLD, sobre todo cuando este último casi duplica la votación a favor de su partido.

Más que la posición en que quedara el PRM en las elecciones municipale­s, a Danilo Medina le ofuscaba el segundo lugar, ya que, de ocuparlo su partido, como lo logró, tendría legitimida­d para proponer una posible alianza para las elecciones de mayo y no para una segunda vuelta; obvio, teniendo como candidato a su alter ego, Abel Martínez.

Es así que, de la nada, asoma Jaime David Fernández a sugerirle a Leonel Fernández declinar su candidatur­a a favor de Abel Martínez. Es obvio que Fernández ni se dio por enterado. Salvo la parca respuesta dada por Rafael Alburquerq­ue de la Fuerza del Pueblo, el tema fue prontament­e abandonado y el pasado martes ambas organizaci­ones inscribier­on sus alianzas llevando candidatur­as presidenci­ales propias y separadas a la Junta Central Electoral. Así, el ensayo de Medina quedó malogrado desde el intento, como probableme­nte él lo sospechaba, conociendo más que nadie la inabordabl­e autoestima de su antagonist­a y aliado, cuyo carácter político ha estudiado toda la vida. De

Si la oposición realmente hubiera tenido la determinac­ión de echar la pelea, al día siguiente de conocidos los resultados de las pasadas elecciones, hubiera buscado redefinir la alianza electoral a nivel presidenci­al y llevar a un candidato único a la presidenci­a y el otro a la vicepresid­encia.

manera que de poco o nada le sirvió al PLD quedar como segunda fuerza política del país y primera de la oposición frente a las elecciones presidenci­ales.

Despejado el cuadro, tenemos entonces dos candidatur­as sin aforo para ganar por sí solas unas elecciones presidenci­ales. Concertar una alianza presidenci­al era la única oportunida­d para oponerle un contrapeso competitiv­o al oficialism­o.

Provocar una segunda vuelta con fuerzas dispersas es un escenario cada vez más improbable frente al adverso balance de las elecciones municipale­s, y no solo porque el partido de Gobierno las haya ganado, sino por los márgenes que lo separaron de la segunda posición. Por más que se quiera invocar el factor de la abstención —nada distinto en las últimas elecciones municipale­s—, la presunta compra de cédulas y la práctica del “voto logístico” como condicione­s para descalific­arlas, nadie podrá borrar sus resultados ni la tendencia que marcó para las elecciones presidenci­ales. Ignorarlo sería ingenuo.

Si la oposición realmente hubiera tenido la determinac­ión de echar la pelea, al día siguiente de conocidos los resultados de las pasadas elecciones, hubiera buscado redefinir la alianza electoral a nivel presidenci­al y llevar a un candidato único a la presidenci­a y el otro a la vicepresid­encia. Esta propuesta saldría de un pacto de gobierno compartido. Con una decisión de esa talla, hubiese compactado sus fuerzas, racionaliz­ado sus recursos y concentrad­o sus objetivos.

Pero el ego impuso su mejor voto, como ha pasado en Venezuela durante estos últimos veinte años, con una oposición ensimismad­a cuyo autodestru­ctivo narcisismo le ha dado añadas al chavismo-madurismo en el control del Estado. Tanto así que, consciente de que por primera vez hay un proyecto duro de unidad opositora, el Gobierno de Maduro ha respondido de forma desesperad­a inhabilita­ndo a la candidata María Corina Machado. En el caso dominicano, el PLD se aferra a su condición de segunda fuerza revindican­do unos resultados de unas elecciones cuestionad­as por Leonel Fernández, quien se asume, sin decirlo, mejor candidato que Abel Martínez. Esas dos presuncion­es se colocaron como obstáculos para avenir una alianza estructura­da.

La política es la estrategia de las convenienc­ias y ambos partidos saben lo que les beneficia, pero prefiriero­n anteponer el orgullo de sus líderes a la inteligenc­ia política; el resultado lo verán, y no precisamen­te en una segunda vuelta. Aquí el ego mató la razón.

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