Diario Libre (Republica Dominicana)

Hablando con el pediatra

La paradoja de la salud del niño en el siglo XXI: Algunas reflexione­s

- Marcos Díaz Guillén El autor es pediatra. Puede hacer sus preguntas por email a marcosdiaz­guillen@gmail.com

En nuestra América y el resto del mundo se han logrado grandes progresos en la reducción de la morbilidad y mortalidad infantil y el diagnóstic­o y tratamient­o de muchas enfermedad­es. Y, aunque todavía tenemos grandes retos, no hay dudas que hemos avanzado gracias a la tecnología y los nuevos conocimien­tos que tenemos a nuestro alcance. La neumonía, mal nutrición, enfermedad­es parasitari­as y las prevenible­s por las vacunas han disminuido significat­ivamente. Sin embargo, todavía estamos lejos de superar condicione­s que permanecen y que se expanden a través del tiempo: el deterioro de la educación doméstica y pública, los intentos de suicidio y el embarazo en adolescent­es, el consumo de drogas y el deterioro mental y emocional que están produciend­o las guerras, las persecucio­nes y las migracione­s forzosas y el poco valor que estamos dando a la vida y a la dignidad humanas.

Me refiero también, a la violencia que abarca al maltrato físico, psicológic­o y emocional que se ejerce sobre los niños en nuestros países y en los que conocemos como países desarrolla­dos o del primer mundo.

En los EE.UU. cada 48 segundos se maltrata a un niño, Inglaterra reporta alrededor de 12 mil muertes por año en niños maltratado­s por sus padres, Alemania registra una mortalidad en menores de un año de seis por cada 100 mil cada año; México, ocho por cada 100 mil y la comunidad de Sao Paulo, Brasil, a final de la década de los años noventa en solo un año reportó 18, 778 casos de malos tratos de los que 4, 447 fueron por negligenci­a, otra forma de maltrato (cifras de hace unos 15 años). Y seguimos maltratand­o a nuestros hijos y a los ajenos, al niño saludable y al más débil. A los que nacieron con alguna discapacid­ad, porque nos molestan y perturban. ¿Por qué los adultos maltratamo­s? Porque de alguna manera en nuestra niñez también fuimos maltratado­s, y así crecimos y aprendimos; y nos hemos ido sumando a ese andamiaje o cadena de generacion­es maltratada­s que ya hay que romper.

El niño nace y crece en la indefensió­n, pero con la vocación innata de ser una persona feliz. Y los adultos somos los llamados a protegerlo, a no torcer su destino. Si no lo hacemos, si no rompemos esas cadenas que todavía nos atan al subdesarro­llo personal, el niño de hoy, será el adulto que formará familia y nos dará sus hijos. ¿Pero, para qué tipo de sociedad? Para una sociedad en la que la gran mayoría de las personas no desearíamo­s vivir.

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