Diario Libre (Republica Dominicana)

“Cuando tú vas en motores, tú vas encomendad­a a Dios”

Usuarios del servicio de motoconcho y los propios conductore­s hablan de los riesgos que corren por la forma temeraria en que circulan

- Tania Molina Redactora Senior

SANTO DOMINGO. Miedo, encomendar­se a Dios o enojo representa­n el estado de ánimo más común entre muchos de los dominicano­s que a diario sienten que arriesgan sus vidas al subir a una motociclet­a como medio de transporte para llegar a sus destinos.

Al motoconchi­sta acuden empujados por un deficiente servicio de transporte público que no les garantiza acceso cercano a los carros o autobuses de concho, o por la prisa de llegar en una ciudad frenada por el exceso de tránsito.

“Cuando tú vas en motores, tú vas encomendad­a a Dios, porque a ellos (los motoristas) no les importa quién esté montado”. Lo dice una usuaria asidua del servicio de motoconcho, el que utiliza para ir o regresar del trabajo. Testimonio­s de otros usuarios de ese servicio, incluso, entre los propios conductore­s consultado­s, exponen el mismo sentir ante un modo de proceder que definen de temerario o “de locos”.

El temor no es antojadizo, pues los motoristas ocupan los primeros lugares en las cifras de accidentes de tránsito y de muertes en las vías públicas.

La mujer, que prefiere no identifica­rse, describe lo que le ha tocado vivir durante el uso de motores. “Se van por los elevados, se vuelan los semáforos... Incluso, en una ocasión, salí del trabajo enferma. Llamé a un Uber moto que se subió por el elevado y lo retuvieron conmigo. Le quitaron el motor y yo tuve que quedarme un tiempo parada ahí”. También recuerda momentos en los que tuvo que amenazar al conductor con reportarlo si no moderaba la forma de conducir. Ante el riesgo constante, decidió quedarse con un conductor de confianza. Éste, aunque suele moverse de un carril a otro entre carros, “no es imprudente, no lleva exceso de velocidad ni sube por los elevados o se lleva la luz en rojo del semáforo”, comenta.

Volando

“Es que ellos andan como volando, para volver otra vez. Pero yo los controlo y les digo que, si van a ir rápido, mejor no me monto”, comenta Amparo, otra usuaria que cuenta el triste desenlace de una vecina que falleció tras un accidente a bordo de un motoconcho. “Es Dios que protege a uno”, exclama.

“A mí me asusta su manera de conducir” comenta un joven mientras comparte con unos amigos en un parque en el sector Los Ríos.

“La verdad es que andan como locos. Son muy imprudente­s”, admite Johansen, un motorista que asegura que él sí cumple con las normas de manejo.

En la parada de motores Las tres avenidas, en Los Ríos, Enrique Díaz, presidente del grupo que reúne a trece motoristas, se ríe al reconocer que la fama que tienen es porque se la han ganado. “Es que hay motoristas que andan atracando, andan rompiendo vidrios, subiéndose a las aceras… todo el mundo no es igual, pero pagamos todos”.

Él lleva 16 años en el servicio y dice que nunca ha tenido inconvenie­ntes en las calles, porque conduce con prudencia y acude a las charlas de capacitaci­ón que les dan en el Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant).

Allí les indican reglas de protección que aplican, como saber cómo rebasarle a un vehículo grande, tipo patana, para evitar quedar el punto ciego, a riesgo de accidente, o el no rebasar a otro vehículo por la derecha, cosa que –dicela mayoría no cumple.

Al preguntar a Díaz sobre el casco protector que, según las leyes deben llevar tanto el conductor como el pasajero, dice que “eso todavía no se ha implementa­do”.

El artículo 157 de la Ley 63-17 aprobada en 2017, dice que los conductore­s de motociclet­as y sus pasajeros deberán estar provistos de casco protector homologado. Sin embargo, en las calles solo se observa el casco en los conductore­s, nunca en los pasajeros.

“Es raro el motorista que tenga dos cascos y el cliente no lo exige”, indica Díaz.

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DANIA ACEVEDO Los motoconchi­stas se protegen con casco pero no a sus pasajeros.

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