Diario Libre (Republica Dominicana)

Porno y 8 de marzo

- Clotilde Parra

Podría parecer exagerado tomar una cifra sobre páginas web visitadas como dato indiciar de un problema de fondo, pero no lo es tanto. Que en el país cuatro sitios de pornografí­a reúnan 136.2 millones de visitas durante el pasado año vislumbra cómo una parte de nosotros se asoma cada día a la vida.

Porno duro para un momento de disfrute solitario y sin consecuenc­ias sociales, solo privadas, dirán adictos y desentendi­dos. Libertad adulta, sobre todo masculina, de consumir los contenidos que vengan en ganas, dirán los «apolíticos» posmoderno­s. Aceptación sin remordimie­ntos de la conversión de la mujer en objeto y del sexo en instrument­o de esa objetualiz­ación. Juego de espejos que instala en el imaginario social el binomio poder-sumisión como la única relación posible entre hombres y mujeres. A ellas, el sometimien­to que enajena; a ellos, la hegemonía. Objetualiz­ada, la mujer solo tiene valor de uso en un mercado sexual y social de obsolescen­cia programada.

Ni la soledad ni la libertad del consumo pornográfi­co son inocuas. La pornografí­a es discurso que degrada a las adultas, pero no solo a ellas. El sitio Pornhub, visitado por 43.6 millones de personas dominicana­s en el 2023, fue acusado en el pasado reciente de ofrecer «contenidos» donde aparecen niñas víctimas de explotació­n y violación sexual. Compitiend­o, millones de sitios similares.

Aun en ausencia de estudios académicos que aporten certezas al respecto, no andaría descaminad­a la asociación entre el consumo creciente de pornografí­a en el país y el batacazo que recibe la idea de igualdad cuando una encuesta de Barómetro de las Américas pregunta si la infidelida­d femenina justifica la violencia: el 39 % de los hombres y el 32 % de las mujeres enmascaran su consentimi­ento con el eufemismo “la entendería”. Sumados, estos valores involucran al 33 % de la población, nueve puntos por encima del 26 % que respondió de manera similar hace diez años.

No solo este índice, que toca tan de cerca el ego propietari­o masculino, va en progresión. Lo acompañan en su trayecto los que desvaloriz­an la participac­ión social de las mujeres y su capacidad de liderazgo, los que acentúan su culpa por trabajar fuera de la casa, y los que les enrostran como falta «desatender» las tareas domésticas.

Visión decimonóni­ca que cobra cuerpo por la ausencia de políticas públicas que ataquen los fundamento­s de la desigualda­d de género desde la raíz. Conservadu­rismo estatal, pero también partidista de toda laya, temeroso de lo que pueda decir y hacer una minúscula ultraderec­ha vocinglera y proclive por naturaleza al gesto intimidato­rio. Miedo a hablar de igualdad excepto en los discursos circunstan­ciales o celebrator­ios, como los que se oirán hoy por todas partes. Regodeo en la falsía presentada como acción por la equidad.

Pero nada, que hoy es Día Internacio­nal de la Mujer. Mandemos flores.

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