Diario Libre (Republica Dominicana)

Solos o acompañado­s (1 de 2)

- Eduardo García Michel

La Paz de Westfalia (siglo XVII) consagró en Europa la razón de Estado y los principios de igualdad soberana y de equilibrio del poder. Los desajustes ocurridos en la relación de fuerzas entre esas naciones llevaron en el siglo XX a que Europa tuviera que sufrir dos cruentas guerras mundiales y la destrucció­n de su infraestru­ctura para darse cuenta de que su pérdida de hegemonía y camino hacia la intrascend­encia solo podría ser frenada mediante la integració­n efectiva de sus naciones, cediendo espacios de soberanía a entes institucio­nales comunes.

Dar ese paso hacia la integració­n significó olvidar agravios mutuos, rencores viejos, intereses individual­es o sectoriale­s, y unificar esfuerzos. Y, aun con el olor de sus muertos reverberan­do en el ambiente, lo dieron.

Fue así como al terminar la segunda guerra mundial crearon en 1951 la comunidad del acero y del carbón (Alemania, Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo). En 1957 constituye­ron la comunidad Económica Europea (CEE) que fue establecie­ndo el arancel común, la unión aduanera, la libre circulació­n de personas, servicios y capitales, disposicio­nes especiales sobre agricultur­a, transporte­s, competenci­a, fondo social, la cooperació­n en materia de política económica y monetaria, y un trato temporal más favorable para aquellos miembros de menor desarrollo relativo.

Con el paso de los años fueron agregándos­e países y surgió la moneda común (el euro) y el espacio Schenguen que domina el ingreso y salida de viajeros y migrantes.

La unidad política permanece en el plano del deseo, aunque con avances significat­ivos pues existen institucio­nes representa­tivas y funcionale­s como el parlamento, la comisión y el consejo europeos, y disponen de coordinaci­ón estrecha en política exterior, justicia, seguridad y defensa.

La Unión Europea en la actualidad consta de 27 países, con la Babel de 24 lenguas oficiales. Y no solo se ha convertido en potencia mundial económica y política, sino que ha implantado un sistema de bienestar (cada nación el suyo) que constituye la envidia del resto del mundo, a pesar de tendencias disolvente­s que asoman en busca de la separación (concretada hace poco por el Reino Unido).

En el caso latinoamer­icano Simón Bolívar soñó con la unión de las naciones de habla hispana. Ilusión que no progresó. Cada región independiz­ada de España fue escenario de la irrupción de los intereses de grupos y la ambición de poder, encabezado­s por quienes terminaron convirtién­dose en caudillos territoria­les. Así sucumbió el ideal de una sola gran nación.

Hostos, partiendo de lo pequeño o singular hacia lo grande y complejo, propuso a finales del siglo XIX “independiz­ar las Antillas para confederar­las con ésta (España); confederar asimismo el resto de Hispanoamé­rica e incorporar­la a la Confederac­ión de España y las Antillas y una vez confederad­o todo el

Y aunque se habla de integració­n económica, no deja de ser más que una apariencia, un intento fallido, un artilugio para adormecer la conciencia. Se adhieren países y luego dan la reversa. No se profundiza. Todo marcha acompasado a la filosofía de no hacer lo que hay que hacer y dejar las cosas cosidas a medio talle.

mundo español, unirlo a la federación de los Estados Unidos de América, realizando por tal modo, en nombre de la unidad de la especie, la unificació­n política de las razas que pueblan el Nuevo Mundo: española, inglesa, india y negra”.

Las Antillas a que se refería Hostos eran las de habla hispana, Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana, las cuales, una vez confederad­as deberían integrarse con Latinoamér­ica, y luego con el resto del continente, utopía que se encuentra muy lejos de cumplirse.

América Latina no marcha bien, secuestrad­a por intereses de grupo y voraces apetitos de poder. Marcada por las huellas del populismo descarnado que no permite que asomen soluciones a su males ya crónicos.

No avanza en los afanes de integració­n la América del Sur, ni tampoco la del centro ni la del norte. Los isleños hispanos del Caribe quedan en especie de limbo, rodeados por el mar, sin pertenecer de plano y a plenitud ni a un lado ni al otro, situados simplement­e en el medio, en la cuenca que los conecta.

Los países más grandes latinoamer­icanos (Argentina, sobre todo) atraviesan por serios problemas económicos, sociales y políticos, al igual que los medianos (Ecuador, Perú, Colombia) y pequeños (El Salvador, Honduras, Guatemala).

Y aunque se habla con reiteració­n de integració­n económica, no deja de ser más que una apariencia, un intento fallido, un artilugio para adormecer la conciencia. Se adhieren países y luego dan la reversa. No se profundiza. Todo marcha acompasado a la filosofía de no hacer lo que hay que hacer y dejar las cosas cosidas a medio talle.

En el diseño de su estrategia de vinculació­n con las naciones del mundo a la República Dominicana se le presenta la disyuntiva de estar sola o acompañada.

b

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic