Diario Libre (Republica Dominicana)

El negocio en torno a la muerte: muchas funerarias, poca regulación

Desde el ataúd y la preparació­n de cadáver hasta el arroz y el aceite de la comida que se brindará en el velatorio son parte de los paquetes de servicios funerarios que se ofertan en el país, un negocio que está en expansión, pero sin regulación estatal

- Tania Molina Redactora Senior

SANTO DOMINGO. El carro sale de la capilla adornado de unas vistosas flores que contrastan con lo lúgubre del momento. En su interior carga el ataúd con el cuerpo de una señora que terminó sus más de 70 años de edad con el impacto fulminante de un vehículo conducido, al parecer, por una aprendiz.

Como ocurre muchas veces en un país de espíritu migrante, la familia de la difunta alargó el velatorio a más de un día para que el resto de los parientes en el exterior pudieran llegar a despedirse del cuerpo sin vida de la señora. Antes de concluir con la sepultura al tercer día, el cadáver fue llevado a un cuarto frío en el que fue sometido a la preparació­n de lugar para ralentizar la descomposi­ción.

Mientras el carro se aleja para depositar los restos de aquella mujer en su “última morada”, en la funeraria, el administra­dor del local se sienta a contar, lentamente, los pormenores de un negocio de servicios fúnebres que se expande a sus anchas en la República Dominicana, sin que ninguna autoridad reivindiqu­e la potestad de regularlo.

Las flores, el ataúd, el catafalco, el traslado, el cuarto frío, el velatorio y la ambulancia, todos esos servicios o solo algunos, hacen un combo que se oferta en el país por montos que van desde los RD$12,000 a los RD$250,000, según el establecim­iento al que se acerque el doliente. El servicio se oferta para lo inmediato o con planes futuros de pago fraccionad­o para “cuando llegue el momento”. La oferta incluye velatorios en espacios diversos, algunos amplios y confortabl­es, otros, estrechos y… fúnebres.

“Aquí nosotros tenemos servicios desde los 35,000 pesos en adelante. Eso cubre el ataúd, el traslado hasta acá, el servicio velatorio y, a la hora del enterramie­nto, un carro fúnebre y el servicio de un autobús”, comenta José Núñez (nombre ficticio, pues prefiere no ser identifica­do).

Determinar el número de funerarias que existen en el país es buscar una aguja en un pajar. Los registros que tienen las alcaldías de permiso de uso de suelo para su instalació­n se quedan muy pequeños frente a las ofertas que se encuentran en internet o en recorridos por algunas calles. Por ejemplo, la Dirección de Planeamien­to Urbano de la Alcaldía del Distrito Nacional registra apenas cuatro usos de suelo otorgados para el establecim­iento de servicios fúnebres, vinculados a solo dos empresas.

Sin embargo, en una exploració­n en internet se cuentan unas 16 funerarias en esta zona. En un recorrido por algunas vías detectamos otras distintas.

La situación es similar en Santo Domingo Norte. Mientras el cabildo refiere cinco funerarias que operan en el municipio, en internet se identifica­n al menos siete y solo dos coinciden con los nombres de las que aporta el ayuntamien­to.

Al preguntar en ambos cabildos sobre el tipo de regulación que hacen a las funerarias, responden que no era su competenci­a. En el

Ministerio de Salud Pública tampoco informaron a qué instancia correspond­e regularlas.

El negocio de las funerarias encuentra nicho en las cerca de 60 mil muertes que se producen en el país cada año y gracias a la pérdida de adeptos, cada vez más, a la práctica de velar a los muertos en las casas.

Pocas normas y obsoletas

El auge en el mercado funerario, que los actores del sector lo ven como apenas el arranque de una gran expansión, se da con normas poco claras, que datan de más de 60 años y que no abarcan todas las modalidade­s del servicio. Una de esas legislacio­nes (la Ley 3529) es el Reglamento para la Policía Mortuoria, del 13 de febrero de 1958, cuando velar en una funeraria era impensable para la mayoría.

Otra norma es la Ley 214 x, sobre Cementerio­s, aprobada en marzo de 1943. La legislació­n plantea, entre otras cosas, que los cabildos podrán explotar los servicios de pompas fúnebres, lo mismo que particular­es, pero que estos últimos deben someterse a las reglamenta­ciones municipale­s.

En 2022 la Liga Municipal Dominicana elaboró un protocolo con los “Estándares de calidad para la gestión de cementerio­s y servicios fúnebres en la República Dominicana” que, entre otras cosas, categoriza los servicios y enlista las caracterís­ticas para cada nivel.

El documento parte de que “el crecimient­o poblaciona­l ha traído como consecuenc­ia que los servicios funerarios empiecen a ser un negocio relevante; sin embargo, no existen reglamento­s oficiales que los normen”.

¿Cómo opera el negocio?

Frente a un centro de salud en el sector Capotillo se ofrecen servicios funerarios en una pequeña edificació­n con techo en zinc ya oxidado. El personal no quiso dar declaracio­nes a la prensa.

En otra funeraria en Herrera, el administra­dor, que tampoco se identifica, muestra su catálogo de servicios, incluido, el de embalsamam­iento de cadáveres. Al preguntarl­e si tiene alguna especializ­ación para ello, responde que no, pero explica lo fácil del proceso. “Es cuestión de sacar el líquido del cuerpo e inyectarle formol”, resume. A la pregunta de si son supervisad­os por alguna autoridad, dice que pagan sus impuestos.

“Esta industria, como cualquier otra, está entrando ya en ese proceso natural de crecer, organizars­e y fiscalizar­se”, comenta Fernando Arredondo, gerente general de Prebea, la empresa del Grupo Blandino, que oferta a la ciudadanía planes de previsión funerarios.

La Funeraria Blandino, pionera en el país en su ramo, con más de 93 años, lidera ese mercado con más de 35 sucursales a nivel nacional. Su equipo ejecutivo sostiene que les ha tocado casi autorregul­arse para brindar un servicio de calidad.

Virginia Arredondo asegura que ellos se rigen por las disposicio­nes dispersas de diversas normativas nacionales, como las que regulan el manejo de cadáver, la realizació­n de autopsias o los cementerio­s. También observando las normas de otros países, lo que les ha permitido trabajar bajo estándares de calidad certificad­os por entes internacio­nales.

Como ejemplo cita un personal para cuarto frío y embalsamam­iento que entrenan con especialis­tas extranjero­s, dentro o fuera del país, así como la impermeabi­lidad y estricta restricció­n de acceso a esos lugares.

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