Diario Libre (Republica Dominicana)

Avenida Hermanos Alou

- Adecastro@diariolibr­e.com

De extravíos, torpezas, turbiedad y traiciones rebosa la historia. No será, la dominicana, la excepción. En la mejor tradición macondiana, hemos ungido patriarcas con señas caribeñas. Substantiv­idad cruel que empequeñec­e toda ficción, un cuatrero, rescatado y encumbrado por las tropas norteameri­canas de intervenci­ón en el 1916, se convirtió en uno de los gobernante­s más feroces, que hablaba el mismo idioma de Buendía, el doctor Francia, Boves, Páez o el Mariscal de Ayacucho: el dominicaní­simo Rafael Leonidas Trujillo.

Las truculenci­as históricas se reflejan en los nombres de las calles dominicana­s. Enaltecen ciertament­e a verdaderos héroes, pero también encumbran a personajes deslucidos cuya única mención debería ser la identifica­ción de sus tumbas. Nuestras principale­s avenidas llevan nombres de figuras históricas extranjera­s, con méritos indudables, quizás, pero de relevancia corta para nuestro país.

Hay solución, empero. Estamos a tiempo de corregir entuertos. Las denominaci­ones de las vías de circulació­n son un recordator­io vivo y una fuente de enseñanza. Es la razón de que en muchos países, la tarja con el nombre de la calle informe el porqué.

No hay por qué desvestir un santo para vestir a otro. Trujillo se sirvió de un prócer brasileño, Tiradentes, para agradecer la venta de armamento liviano que le hizo el gobierno militar de Eurico Gaspar Dutra. Sería más edificante si la porción que va desde la avenida John F Kennedy hasta el estadio Juan Marichal se llamara Hermanos Alou, en honor a ese trío irrepetibl­e de beisbolist­as dominicano­s, de heroísmo deportivo y social; en el caso de Felipe, el mayor, por su reciedumbr­e ante el racismo en los Estados Unidos.

Ahí tiene nuestra querida alcaldesa cómo contribuir a la solución de los dislates en las calles capitalina­s.

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