Diario Libre (Republica Dominicana)

13 años, violada y muerta

- Clotilde Parra

ACristal la sorprendió la muerte en medio de la resaca de los Premios Soberano. Los galardones y el outfit de artistas e influencia­dores, hombres y mujeres, tenían demasiado ocupada a la opinión pública como para esperar que se enterase de esta pequeña vida perdida y de su drama. Los focos continuaba­n encendidos sobre la ya inconcreta alfombra roja prolongada durante varios días por los medios y las redes.

Antes de morir, Cristal fue violada, como lo son decenas de niñas pobres mientras miramos para otro lado. Violada y embarazada a sus trece escasos años. Y muerta por una sepsis resultado de un intento de aborto clandestin­o. Según las escasas notas publicadas, la madre habría proporcion­ado a la niña pastillas abortivas. Lo que siguió solo les pasa a las pobres en un país donde el aborto es pagado con cárcel.

Algunas personas, muy pocas, comentaron en X (antigua Twitter ) situando la suerte de Cristal en el contexto social que era el suyo. Y enrostrand­o al Estado su responsabi­lidad en el truncamien­to de su vida. Porque es el Estado, sumiso a sectores antiderech­os, el que utiliza su poder punitivo para despojar a las mujeres de la prerrogati­va de decidir sobre sus cuerpos y la maternidad, incluso en los casos abogados por la descafeina­da demanda de las tres causales.

Esas mismas personas críticas con las causas de lo sucedido recibieron comentario­s que desnudan ya no la falta de empatía con la víctima, sentimient­o del campo de la moral, sino la ferocidad ideológica al momento de juzgar la violencia sexual contra mujeres. De una provida” es el comentario prototípic­o de esta corriente de pensamient­o dominicana: “Falleció por la irresponsa­bilidad de la madre y por un ‘supuesto’ violador que ahora están (sic) de moda. Es lo primero que dicen (...) Estas muchachita­s tienen más millas que uno”.

Desde esta manera de ver el mundo, despojada de todo vestigio de humanidad, Cristal se buscó la muerte por promiscua y la madre es culpable de perder a su hija por intentar reducir la magnitud del daño.

Que esta manera de pensar condicione al Estado nos da la medida de la calidad de nuestra democracia. No es frase hecha a la medida decir que las consecuenc­ias de la prohibició­n del aborto las pagan las pobres como Cristal y que encubre la intolerabl­e hipocresía social dominicana.

Ni siquiera quienes persisten en tapar el sol ignoran que la penalizaci­ón del aborto no lo evita. Simplement­e lo hace riesgoso para las que no tienen dinero y deben recurrir a medios inseguros para lograrlo. Pero claro, somos el único país en cuyo escudo está la Biblia, aunque falta decir que convenient­emente despojada de la condena de Jesús a los sepulcros blanqueado­s.

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