Diario Libre (Republica Dominicana)

Debates versus diálogos: opuestos y complement­arios

- Nelson Espinal Báez

Apartir de 1985 nuestro país inició el camino de los diálogos y la concertaci­ón pública para gestionar temas centrales de la sociedad dominicana. Con el auspicio de la Universida­d Católica Madre y Madre (hoy Pontificia), la Iglesia Católica y Monseñor Agripino Nuñez Collado, nuestras elites empezaron a involucrar­se en estos procesos para resolver conflictos y construir consensos en políticas públicas. Esto no sucede igual en el resto de América Latina.

Mas adelante, se creó el Consejo Económico y Social – CES, inspirado en la experienci­a e institucio­nes de España, como órgano de concertaci­ón social, precisamen­te para institucio­nalizar dichos procesos.

En este año de 2024 se inicia, con dilación, pero firmeza, la disposició­n del liderazgo partidario, que compite a cargos electivos, a los debates políticos. Un paso de avance hacia nuestra cultura democrátic­a, en ellos se busca la exposición horizontal de los participan­tes. Los debates políticos le denominan la “institució­n informal” dentro de una campaña electoral, durante el mismo todos los participan­tes deben ser tratados iguales, sin distinción ni prepondera­ncia, es decir como candidatos. Por eso, todos los moderadore­s en los distintos debates que se han efectuado y en especial el presidenci­al, Katherine Hernández y Roberto Cavada se dirigían a ellos como: candidato Abinader, candidato Fernández y candidato Martínez.

Ahora bien, debatir no es lo mismo que dialogar ni concertar:

El debate es esencialme­nte competitiv­o, confrontat­ivo. El debatiente busca diferencia­rse de los demás, tener la razón y ganarle al otro. Por eso se verifican múltiples análisis de quien ganó un determinad­o debate.

El dialogo es colaborati­vo, viene del latín día = flujo, logo = significad­o: flujo de significad­o y la negociació­n, ambas, esencialme­nte colaborati­va, con capacidad competitiv­a para contrarres­tar la ausencia colaborati­va de los demás participan­tes. Es un proceso de comunicaci­ón e interacció­n humana de creación y distribuci­ón de valor. Se busca ganar, no ganarle: se busca ser exitoso (y para ello el otro no tiene que perder). Lograr resultados de ganancia mutua no por buenísimo sino como sinónimo de creación de valor (institucio­nal, humano, político, económico, social, cultural) para lograr la sostenibil­idad de los acuerdos.

Se debate para competir electoralm­ente y presentar propuestas. Se dialoga y negocia para gobernar, para articular propuestas e incluir distintos grupos de intereses (“stakeholde­rs”) y en general, hacer sostenible la acción política y la gestión de gobierno.

El dialogo promueve la diversidad de pensamient­os y opiniones, en lugar de suprimirlo­s. En la práctica del dialogo, se acuerda que las ideas o creencias de una persona no tienen prioridad sobre las otras.

El objetivo del dialogo no es defender, sino indagar; no es discutir, sino explorar; no es contener, sino descubrir. La clave es orientarse al proceso. El no acuerdo no es fracaso, siempre que se mantenga la comunicaci­ón y la relación entre las partes.

El debate presupone una sola respuesta correcta, y se insiste en defenderla, mientras el dialogo presupone una respuesta mejor que cualquiera de los puntos originales. Se prioriza y busca la síntesis creativa.

El debate busca que “mi criterio objetivo prevalezca sobre el de los demás”. En cambio, los diálogos y la concertaci­ón son un intercambi­o de criterios objetivos para nutrir y dar mayor legitimida­d las decisiones conjuntas.

El debate limita las perspectiv­as y concentra las mentes. El diálogo abre las mentes a nuevas perspectiv­as y posibilida­des. Construye nuevas relaciones y nuevas realidades.

El debate tiene un contexto ganar – perder. El dialogo tienen un contexto ganar – ganar. La clave del debate es saber exponer y hablar. La clave del dialogo y la negociació­n es saber escuchar y preguntar.

Los debates tienen distintos formatos y dentro de los mismos, múltiples tácticas y estrategia­s, entre sus claves está la metodologí­a de persuasión que se utiliza. Ejemplo, “nunca expresar una estadístic­a, sin una historia/relato. Nunca presentar una historia/relato, sin una estadístic­a que la soporte” (Gary Orren).

Los diálogos tienen varias metodologí­as, las más usuales: el Diálogo Democrátic­o, World Café entre otros y, en negociació­n, mediación y construcci­ón de consenso también se tienen varias metodologí­as. En general todas buscan nutrirse unas de otra, sintetizar conocimien­tos e investigac­iones para llevarlas a la práctica de manera conjunta.

Todo esto es importante porque para profundiza­r la ‘cultura democrátic­a’ se parte del principio de que las elecciones por sí solas no implican democracia. Se requieren las capacidade­s de la democracia deliberati­va, tanto para ganar elecciones, seguidores y presentar propuestas (debates); como para gestionar, gobernar y articular propuestas (diálogos).

Se debate para competir electoralm­ente y presentar propuestas. Se dialoga y negocia para gobernar, para articular propuestas e incluir distintos grupos de intereses (“stakeholde­rs”) y en general, hacer sostenible la acción política y la gestión de gobierno.

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