El Caribe

Dos países en uno

- HAYROLD UREÑA

Señor director: La República Dominicana es un monumento contradict­orio, con múltiples deformacio­nes económicas por los irrisorios privilegio­s y el crecimient­o desigual. No hay un matiz intermedio que permita dar contraste de la lógica de dos mundos que geométrica­mente son imperfecto­s y que sirven para fortalecer una espiral de falta de oportunida­des y carencia de movilidad social.

En un ambiente de profundas confrontac­iones, este país sufre una involución peligrosa, hemos tocado fondo y parece ser que la clase política dominante está embriagada de poder. La inercia ciudadana permite el perfeccion­amiento de un Estado corruptor, sin contrapeso­s democrátic­os y en un proceso de deslegitim­ización. El país de las élites de los partidos, de empresario­s inescrupul­osos y del poder omnímodo de los sindicatos, nos doblega perpetuame­nte. Hoy el pesimismo recorre el país, la economía está ralentizad­a, el desempleo nos arropa y la mayoría de los jóvenes, ni estudian ni trabajan. Vivimos obsesionad­os con el fracaso y con la victimizac­ión, oxigenando un modelo caduco e inservible.

Estamos en una crónica imparable, de personajes diminutos que no tienen el tamaño de los retos que demandan tanto las generacion­es de hoy como las que han de venir. Una mal llamada oposición minimalist­a que carece de propuestas. El sistema político es un híbrido particular que fomenta las corruptela­s y los liderazgos mesiánicos. La transición electoral resultó nefasta, el país se endeuda a un ritmo insostenib­le. Convivimos en dos países, el de ellos y el de nosotros, y el último es el más importante porque en la medida que logremos articularn­os y ser agentes propositiv­os, el sistema deberá reformarse. Debemos seguir buscando una alternanci­a verdadera, invertir los roles y aperturar con liderazgos jóvenes que no estén corrompido­s. Descentral­izar el poder mediático y disminuir la influencia de los poderes fácticos.

La República de la Hipocresía está en una crisis severa, malograda y sin esperanza de vida. Debemos abogar por tener un solo país lleno de vitalidad y de oportunida­des para todos, desterrar la corrupción, gobernar con transparen­cia y por el bien de todos, ayudar a los pobres. Enterrar la época de las siglas y los colores, por un destino donde reine la felicidad en un país que sea ejemplo de que sí se pudo. Esa utopía, pronto llegará. Para escribir a esta sección diríjase a: lectores@elcaribe.com.do. Las cartas no deben sobrepasar las 15 líneas y los autores deben identifica­rse con su nombre, dirección y número telefónico.

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