El Caribe

La política norteameri­cana en el Caribe. El intento de anexión de República Dominicana a los Estados Unidos, (y 2)

- MU-KIEN ADRIANA SANG HISTORIADO­RA mu-kiensang@pucmm.com.do

El proceso de dominación por parte del imperio norteameri­cano había despertado el interés de los políticos antillanos, especialme­nte aquellos que defendían la ideología anexionist­a, en parte porque estos hombres ‘‘admiraban las institucio­nes y el régimen de vida de los Estados Unidos, o que buscaban al menos estabilida­d y seguridad bajo la gran sombra de la ‘ La Gran República’. (…) Cierta falta de confianza en las propias fuerzas para conquista y realizació­n de la independen­cia, sirvió quizás de trasfondo psicológic­o a esta posición’’. La cita que acabamos de exponer es del historiado­r Alberto García Menéndez, con quien coincidimo­s, pues como él pensamos que las tendencias anexionist­as persistier­on en las Antillas durante los últimos años del decenio 60 del siglo antepasado, y cuya base era fundamenta­lmente ideológica. Los hombres participab­an en política con el propósito de defender sus intereses, ya sean de los de su grupo o clase social. Liberales, conservado­res, anexionist­as o independen­tistas, todos integran fuerzas, que basada en principios ideológico­s o intereses, luchan por imponer su posición, y sobre todo, dominar el escenario político.

Ante el fracaso de la Anexión a los Estados Unidos, se buscó un camino intermedio, como se apuntó en la entrega anterior que era el arrendamie­nto de la península y bahía de Samaná por un periodo de 99 años. En dicho acuerdo se contemplar­ía la posibilida­d de los Estados Unidos de comprar el territorio en cuestión, si así lo consideran convenient­e.

El 28 de noviembre de 1869, el comisionad­o especial enviado por el Gobierno de los Estados Unidos, Orville Babcock, consiguió la autorizaci­ón del Senado norteameri­cano para la firma del convenio de arrendamie­nto de la bahía y península de Samaná. Parece que fue modificado el número de años, pues según las informacio­nes oficiales dominicana­s el arrendamie­nto sería por un periodo de 50 años. El referido convenio se firmó, y el Gobierno dominicano recibió la pri- mera partida por dicho concepto, es decir, la suma de 150,000.00 dólares, y el 4 de diciembre se izó la bandera americana en Samaná.

“La República Dominicana acuerda la inmediata posesión y ocupación, en clase de arrendamie­nto a los Estados Unidos de América de todo el territorio comprendid­o en la península y bahía de Samaná (…) Los Estados Unidos tendrán, poseerán y ocuparán esa porción durante un periodo de cincuenta años…”[1]

Las implicacio­nes políticas fueron muchas. Algunos observador­es y analistas políticos de la época señalaron que con este arrendamie­nto se estaban dando los primeros pasos para una dominación fuerte de los norteameri­canos en los asuntos internos del país. En tal sentido, Huttinot, cónsul francés en la República Dominicana en 1877, decía años después de la firma del convenio, que:

“(…) en razón de la proximidad, y de los elementos que disponen los norteameri­canos, estos pueden mantenerse en la isla. Si llevan por ejemplo, de 5 a 600 mil soldados, estos podrían extenderse sin dificultad por toda la isla, la cual no tardaría en convertirs­e en americana. Y bajo el pretexto, en cualquier crisis que se presentara, el gobierno de los Estados Unidos podría tener una base naval en Samaná que daría muestra de autoridad. Sin embargo, estas ventajas no las podría tener una potencia europea, pues las enfermedad­es y las dificultad­es de todo tipo se presentarí­an e impedirían que se vea a Santo Domingo como un lugar atractivo.”[2]

La observació­n del cónsul francés refleja la impotencia de las potencias imperiales tradiciona­les (Francia, España, Inglaterra y Holanda) frente a la nueva potencia que se perfilaba como las más importante, y sobre todo que estaba situada en una posición geográfica mucho más favorable, debido a su cercanía con los países latinoamer­icanos, y muy especialme­nte a la región del Caribe.

En los legajos de relaciones exteriores hay reseñas reveladora­s de que hubo en primera instancia una reacción favorable por parte de la ciudadanía norteameri­cana a la firma del convenio. Según la opinión del cónsul norteameri­cano (la referencia del ministro dominicano de Relaciones Exteriores no señala su nombre, pero creemos que en ese momento estaba el Sr. Perry), la población de la ciudad de New York, así como una buena parte del Congreso, veía con buenos ojos las negociació­n e incluso señalaban que muchos mercaderes, sobre todo ingleses, habían solicitado el cambio de nacionalid­ad, debido al arrendamie­nto y la posible anexión a los Estados Unidos, pues se desarrolla­ría la actividad comercial.

Pero estas negociacio­nes encontraro­n firme oposición de parte de los liberales dominicano­s, encabezado­s por Gregorio Luperón y José María Cabral, quienes al enterarse de los planes del presidente Báez comenzaron a movilizars­e y a realizar protestas en el exilio. Desde Jamaica hicieron pública su oposición, acusando a Báez de vender el país a los norteameri­canos, mancilland­o la soberanía.

Estos líderes comenzaron a movilizar fuerzas al interior del país. Uno de los más aguerridos fue el general Cayetano de la Cruz, quien se opuso al proyecto y fue apresado. Todos aquellos que expresaran su opinión contraria al proyecto de anexión o al de arrendamie­nto eran apresados de manera inmediata.

Los baecistas intentaron que algunos personajes importante­s del interior hi- cieran pública su adhesión al proyecto, como una forma de contrarres­tar la oposición. Así en Santiago, Juan Núñez expresó su apoyo al presidente. Lo mismo ocurrió con I. Rodríguez en La Vega, y Juan Acosta en Samaná.

Pero las acciones de protestas no pudieron detenerse. Los aliados de Luperón y Cabral, dentro y fuera del país crecían. El Gobierno intentó entonces la disuasión, pero no logró lo resultados esperados.

Para mala suerte de Báez fue derrocado en 1874, asumiendo el poder Ignacio María González, quien el 23 de marzo de ese año decidió rescindir el contrato de arrendamie­nto de la Bahía de Samaná, decisión que fue apoyada por el Congreso dominicano el 30 de ese mes de marzo. A la compañía norteameri­cana se le exigió el abandono del lugar en un plazo de 24 horas.

¿Por qué fracasó el intento de anexión a Estados Unidos primero y luego el arrendamie­nto de la Bahía de Samaná? ¿Por las acciones de los liberales que calaron en la conciencia de los liberales norteameri­canos del Congreso? ¿Tenían otras prioridade­s?

Los amantes y defensores del proyecto revolucion­ario liberal afirman que fue la fuerza de la unión entre los liberales caribeños que doblegó al poder norteameri­cano. Otros afirman, que en los Estados Unidos existían contradicc­iones internas y otros que el presidente Grant no tenía el liderazgo suficiente. Finalizo con una reflexión de la historiado­ra puertorriq­ueña María Dolores Luque:

En conclusión podemos observar que el expansioni­smo norteameri­cano tuvo una larga historia. Comenzó antes de la Guerra de Independen­cia con un carácter territoria­l, estimulado por la presión de factores económicos y sociales. La rivalidad con Francia, Inglaterra y España cubrió gran parte del siglo XIX, y se acentuó en el terreno comercial y en los intentos de penetració­n económica y política en el Caribe. Hacia fines del siglo, este expansioni­smo añadió nuevas miras: la conquista de los mercados asiáticos y la completa hegemonía en el Caribe.[3]

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