El Caribe

Bomberos en Dominicana

- LEILA MEJÍA leila.mejia@gmail.com

Desde el año 1993 han muerto en la República Dominicana cerca de 300 personas como consecuenc­ia de incendios, han resultado heridas centenares más y se han producido millonaria­s pérdidas de dinero. Por tal motivo, si bien el trabajo de un bombero probableme­nte no sea tan frecuente y rutinario como el de los policías, cuando se les presenta una situación de emergencia, casi siempre constituye una situación de intensa gravedad, de grandes proporcion­es y que amerita todos los recursos técnicos y humanos disponible­s para tratar de resolverla.

Lamentable­mente, no hay una comprensió­n clara en nuestro país de la importanci­a que revisten sus cuerpos de bomberos, lo que se ha traducido en precarieda­des que indiscutib­lemente afectan el trabajo de personas que en su mayoría están muy preparados pero que necesitan, de manera imprescind­ible para hacerlo, herramient­as de las que raras veces disponen.

El presupuest­o anual total asignado para todos los cuerpos de bomberos de todo el territorio nacional es de menos de 140 millones de pesos, cifra obviamente insuficien­te que ha tenido consecuenc­ias inevitable­s como pobres salarios para los bomberos, poca y a veces ninguna capaci- dad de transporta­rse a tiempo para los lugares afectados por falta de una adecuada flotilla de vehículos (y falta de ayuda de los agentes de la Autoridad Metropolit­ana de Transporte que parecen no entender que los incendios son situacione­s de urgencia), escasos utensilios para hacer su labor como máscaras de oxígeno, falta de alimentos y bebidas para mantener a los bomberos hidratados durante su trabajo y hasta en ocasiones falta de agua suficiente para apagar o contener el fuego.

Y si la situación es precaria para la capital, para las provincias es todavía peor, pues no hay mucha igualdad en la distribuci­ón del escaso presupuest­o existente, lo que ha conllevado a que en lugares como Azua, Samaná, entre muchos otros, se haya denunciado que han tenido que recolectar dinero entre los vecinos para pagar al chofer que transporta a los bomberos y hasta han tenido que apagar fuegos con cubetas.

En nuestro país existen bomberos, asalariado­s y voluntario­s, muy bien entrenados. Algunos han estudiado en academias, otros han recibido cursos específico­s como el ofrecido por el Ministerio de Medio Ambiente sobre incendios forestales, pero en general la mayoría están muy bien calificado­s para desempeñar­se como bomberos. Sin embargo, sin las condicione­s y los recursos adecuados resulta imposible que estas personas puedan poner en práctica todo ese conocimien­to.

El Gobierno en su asignación presupuest­aria y los Ayuntamien­tos en la supervisió­n y distribuci­ón del presupuest­o deberían prestar más atención a los cuerpos de bomberos. Probableme­nte, con más recursos, la mayor parte de las consecuenc­ias de grandes incendios en nuestro país se hubiesen podido evitar.

La autora es abogada.

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