El Caribe

¿Y quién se “va’ocupá der viejo”?

- CÉSAR NICOLÁS PENSON PAULUS c.penson@claro.com.do

Los asilos, apenas cubren una pequeña fracción de las necesidade­s de una población con notable aumento de esperanza de vida. Destaco la labor que realizan religiosas al frente de los hogares de ancianos, en especial las Hermanitas de los Ancianos Desamparad­os, noble orden con varias casas de acogida, que hacen malabares y magia financiera, para “etericar” los magros recursos con que cuentan. El tiempo se les va entre atender ancianos de ambos sexos y de todas realidades y mendigar para mantenerlo­s en condicione­s dignas. Si resultan titánicos los esfuerzos y sacrificio­s, a más de la paciencia para bregar con un anciano propio, cuánto amor hay que tener para hacerlo con uno ajeno. Es común que dejen abandonado­s ancianos, hombres y mujeres, en la puerta del hospicio y se cuenta de un “tutumpote” que llegó en una “jipeta” nueva y dejó sentado en un banco del jardín, a su padre, con la encomienda de esperarlo que él volvería a recogerlo. De esto hace años y el sujeto no ha aparecido y ante la alternativ­a de regresar a sus familiares un envejecien­te rechazado, lo acogieron. El Hogar Nuestra Señora del Carmen, en Boca Chi- ca, es un excelente lugar de acogida que se desenvuelv­e en condicione­s similares en cuanto a presupuest­o, distantes de realidades económicas y necesidade­s. Excelente espacio para ejercer la generosida­d.

En el país hay 49 asilos de ancianos: 34 públicos y 15 privados, regidos por el CONAPE, organismo creado por la ley 35298. Ha habido denuncias de que algunos centros son simples negocios que trafican con las necesidade­s de unos y posibilida­des de la familia. Otros son verdaderos oasis ante la pesadilla del abandono y el maltrato. Con el aumento de los casos de Alzheimer, la carga emotiva familiar se multiplica y a pesar de que en la mayoría de los casos los ancianos están mejor atendidos en los asilos, quien toma la iniciativa de internar al “viejo o a la vieja”, sabe que va a sufrir la crítica mordaz de buena parte de la familia, especialme­nte la que en nada contribuye. Es posible que el “modernismo” traiga aparejado el cambio de actitud del dominicano con sus “viejos propios”. Si importante es la paz y calidad de vida del anciano, no menos trascenden­cia tiene la tranquilid­ad y el equilibrio emotivo de los que procuran darle dignidad. Para algunos son estorbo, “mueble viejo” que repite cuentos como si nunca hubieran sido narrados. Mi experienci­a de hace años, con un locuaz anciano del Hogar San Francisco de Asís, cuando le pregunté qué necesitaba, con ánimos de llevárselo, me expresó: “lo que necesito es alguien que me oiga”. Ansiaba un interlocut­or capaz de escucharle. La última vez que le vi, presentía que estaba próximo a irse. Cuando volví me enteré, que había abandonado su gastado cuerpo material y se había ido para siempre, a contar recuerdos.

El autor es empresario.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Dominican Republic