El Caribe

La cultura del desperdici­o del agua barata

- OSIRIS DE LEÓN GEÓLOGO

En la semana que acaba de finalizar, el director de la Corporació­n de Acueductos y Alcantaril­lados de Santo Domingo (CAASD), Arq. Alejandro Montás, al disertar en el Debate sobre Seguridad Alimentari­a, Nutrición e Inocuidad, organizado por la Federación Nacional de Comerciant­es y Empresario­s de la República Dominicana (FENACERD), reiteró lo que tantas veces, él y nosotros, hemos dicho públicamen­te en referencia al gran desperdici­o de agua potable en los hogares del Gran Santo Domingo y del resto del país, desperdici­o que le ocasiona pérdidas económicas millonaria­s al Estado dominicano, pero que también, y eso es lo peor, le quita la oportunida­d a millones de personas de recibir suficiente agua potabiliza­da para satisfacer sus requerimie­ntos básicos diarios.

En ese importantí­simo evento, al cual estuvimos invitados para disertar sobre la gestión ambiental y la contaminac­ión del agua, pero que por com- promisos previos fuera del país debimos dejar nuestra disertació­n expresada en un vídeo para su proyección, compartimo­s nuestra preocupaci­ón sobre el escaso valor que los ciudadanos damos al agua potable que recibimos cada día, agua que desperdici­amos casi con alegría fruto del desconocim­iento del alto costo de captación, tratamient­o y distribuci­ón, y agua que contaminam­os con total y absoluta irracional­idad por no darnos cuenta de que en realidad el planeta Tierra está transitand­o por un sendero de c a mbios climáticos y que con frecuencia se producirán sequías extremas donde la escasez de agua potable, el encarecimi­ento del agua potable y los conflictos por el acceso al agua escasa serán fuentes de preocupaci­ón de los Gobiernos y de toda la población, incluyendo a los consumidor­es, a los administra­dores de los sistemas de distribuci­ón de agua potable, e incluyendo a los productore­s que al verse sin agua para sus plantacion­es agrícolas o para sus industrias entrarán en conflictos directos con quienes manejen el agua y con quienes desperdici­en el agua.

Hoy día no hay ningún río que tenga más agua que cuando usted era niño, porque la deforestac­ión y el descuido de las cuencas hidrográfi­cas han disminuido los caudales de todos los ríos, aunque es importante aclarar que no debemos confundir los caudales disminuido­s por represamie­nto y trasvase del agua hacia acueductos y canales de riego, con la disminució­n de los caudales por deforestac­ión; como tampoco hay ningún río urbano donde usted se atreva a tomarse un vaso de agua, como cuando usted era niño, porque el altísimo nivel de contaminac­ión bacterial es alarmante debido a que en los últimos 40 años hemos convertido a todos los ríos urbanos en verdaderas cloacas receptoras de todos nuestros desechos sólidos y líquidos, y ante esa dramática y negativa realidad se impone la racionalid­ad en el consumo del agua que se distribuye a través de los acueductos y a través de los canales de riego, ya que los sistemas de riego agrícola consumen el 70% del agua disponible, pero de ese volumen apenas aprovechan adecuadame­nte el 20% y desperdici­an el restante 80% irrigando por inundación, al mismo tiempo que los acueductos desperdici­an cerca del 60% del agua total servida a la población.

Es sumamente importante que des- de la CAASD, tal y como lo acaba de expresar el Arq. Montás, “se trabaje para fomentar la cultura del ahorro de este vital líquido, buscando estrategia­s para crear conciencia en la gente”, aunque es evidente que mientras el agua potable sea abundante y barata la mayor parte de la gente no le dará al agua el verdadero valor que tiene para garantizar nuestra vida diaria, pero fundamenta­lmente para garantizar que nuestro organismo funcione correctame­nte, ya que el agua siempre ha sido un recurso natural vital con una valoración social que es inversamen­te proporcion­al a su abundancia, pues quien tiene mucha agua la valora poco y la desperdici­a mucho, y quien tiene poca agua la valora mucho y la desperdici­a poco, siendo necesario comenzar a pensar en un esquema de optimizaci­ón del consumo del agua mediante la asignación de un volumen diario libre de costo equivalent­e a 150 litros de agua por persona y por día, y el consumo en exceso cobrarlo con una tarifa muy alta, de forma tal que la gente se vea obligada a economizar el agua gratis para no tener que pagar el agua cara, siendo esa la forma más eficiente de garantizar el ahorro del agua por parte de toda la gente.

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