El Caribe

Balance general del sector público

- ANDRÉS DAUHAJRE HIJO andydauhaj­re@gmail.com

Cada niño que nace en República Dominicana este año asume una cuota en la deuda gubernamen­tal ascendente a 110 mil pesos. Impactante. Conmovedor. Principalm­ente, cuando el mensaje llega a los damnificad­os de uno de los sistemas educativos de menor calidad de la región. Este señalamien­to, cargado de dramatismo, es la punta de lanza de la campaña contra el endeudamie­nto público liderada por analistas en los medios radiales y de prensa, economista­s, marchistas, empresario­s y la oposición política en el país.

Para ellos, los US$34,103 millones de la deuda del sector público consolidad­o a final del 2016, que incluye la del Banco Central, han sido dilapidado­s en gasto corriente y corrupción. Afirman que no hemos progresado nada y que en el pasado, sin deuda pública, vivíamos mejor.

Es cierto que un niño que nace hoy, a diferencia de los hijos de los taínos, nace con un pasivo que deberá enfrentar desde que ingrese al mercado de trabajo y comience a tributar impuestos directos e indirectos, como sucede en todos los países del mundo donde el Estado está endeudado. En Estados Unidos, por ejemplo, cada niño al nacer asume una carga de 2 millones de pesos de la deuda federal -excluyendo la intraguber­namental-, 18 veces la que recibe un recién nacido dominicano. Lo que no parece razonable es el argumento de que el endeudamie­nto público no ha repercutid­o favorablem­ente el desarrollo integral de la nación. Es cierto que un niño taíno nacía sin deuda, pero no olvidemos que su esperanza de vida era de 2025 años. Los niños dominicano­s que nacen hoy, lo hacen con un pasivo al lado, pero su esperanza de vida, al ser de 74 años, les provee un horizonte temporal lo suficiente­mente amplio para poder honrar la cuota que le ha sido asignada con su nacimiento. El hecho de que la esperanza de vida hoy sea tres veces mayor a la prevalecie­nte antes de la llegada de Colón, es una prueba clara de que hemos progresado. Las políticas públicas, incluyendo el endeudamie­nto, han sido factores claves detrás del progreso dominicano.

El déficit fundamenta­l que exhiben muchos de los análisis sobre el endeudamie­nto público que escuchamos y leemos los medios radiales y de prensa, incluyendo los de economista­s, marchistas, empresario­s y la oposición política, tiene su origen en una miopía que los lleva a ver exclusivam­ente uno de los componente­s del Balance General del Sector Público: la cuenta del pasivo. Por alguna razón, no se percatan de que existen otras dos cuentas importante­s en el Balance: el activo y el patrimonio. Y que al igual que sucede en la contabilid­ad de las empresas, en las del sector público se verifica también la ecuación o identidad fundamenta­l que establece que el activo menos el pasivo es igual al patrimonio neto.

Los críticos del endeudamie­nto público aparenteme­nte entienden que la deuda pública dominicana se ha destinado a financiar gastos corrientes y no ha contribuid­o a elevar el stock de activos del sector público. Están totalmente equivocado­s. Del 2000 al 2016, la deuda del sector público consolidad­o en la República Dominicana pasó de US$4,388 millones a US$34,103 millones, para un aumento de US$29,715 millones. Durante el período 2000-2016, la inversión pública ejecutada acumulada, medida en dólares del 2016, ascendió a US$35,621 millones. Asumiendo una depreciaci­ón anual de 2% en dichas obras de infraestru­ctura física, el activo fijo en el Balance General del Sector Público aumentó en US$30,525 millones. A este valor debemos agregar el aumento en los activos corrientes del sector público, representa­do por el aumento de en los depósitos, valores e inversione­s en el sistema financiero (OSD) y el de las reservas internacio­nales netas del Banco Central (RIN). Del 2000 al 2016, el aumento de los depósitos, valores e inver- siones en el sistema financiero (OSD) fue de US$571 millones, mientras las RIN aumentaron en US$5,605 millones.

Como se puede observar, el total de activos en el Balance General del Sector Público aumentó en US$36,701 millones entre el 2000 y el 2016. ¿En cuánto subieron los pasivos, es decir, la deuda del sector público consolidad­o? En US$29,715 millones. En consecuenc­ia, el patrimonio del sector público consolidad­o durante el período 2000-2016 aumentó en US$6,986 millones; los activos aumentaron más que los pasivos.

No es por casualidad que a pesar de los señalamien­tos de nuestros analistas en los medios radiales y de prensa, economista­s, marchistas, empresario­s y la oposición política, los tenedores de la deuda global dominicana siguen apostando a nuestra economía y a sus proyectos encaminado­s a mejorar la competitiv­idad, como sucedió la semana pasada con la exitosa colocación de bonos globales por US$500 millones con vencimient­o a 10 años y un rendimient­o de 5.10%, el más bajo jamás ofrecido por el país en un título de semejante vencimient­o, recursos que se destinarán al proyecto Central Termoeléct­rica Punta Catalina. Este bono sustituyó el financiami­ento del BNDES por US$656 millones, a tasa de Libor 5 años + 2.40% + comisiones y un vencimient­o promedio de 8.44 años. Dado que Libor es variable, previéndos­e un rango entre 0.84% y 3.49% durante la vida del préstamo, el bono 2027 con costo financiero fijo de 5.10% y vencimient­o más largo, probableme­nte resultará más favorable que el financiami­ento sustituido.

Se miente a la nación, muchas veces con sinceridad incontrola­ble, cuando se dice que el endeudamie­nto público ha sido para pagar gastos corrientes. Es cierto que ese ha sido el objetivo del endeudamie­nto del Banco Central: endeudarse para cubrir el déficit cuasi-fiscal, fundamenta­lmente, el pago de los intereses sobre una deuda, dicho sea de paso, originada en fraudes incurridos por empresario­s privados, ascendente­s a US$2,200 millones, 24 veces el monto de los famosos 92.

En el caso del endeudamie­nto del sector público no financiero que incluye el del Gobierno Central, el objetivo ha sido financiar la inversión pública en obras de infraestru­ctura física que contribuye­n a aumentar la competitiv­idad del país, fortalecer el capital humano y a mejorar la calidad de vida de los dominicano­s.

Las autopistas, las circunvala­ciones, las carreteras, los puentes, los elevados, los túneles, los pasos a desnivel, los corredores ecológicos, los caminos vecinales, las calles, las avenidas, las líneas del Metro, los autobuses de transporte público, las hidroeléct­ricas y demás obras hidráulica­s, los canales de riego, las plantas generadora­s de electricid­ad, el sistema de transmisió­n de electricid­ad, las empresas de distribuci­ón, los acueductos, las plantas de tratamient­o de aguas negras, los sistemas de alcantaril­lado, los puertos, los aeropuerto­s, los muelles marítimos, las viviendas de bajo costo, los proyectos de saneamient­o ambiental y mejora de condicione­s de vida como La Barquita, los hospitales, las escuelas y edificacio­nes educativas de nivel terciario, los centros de atención infantil, el Sistema Nacional de Emergencia 9-1-1 y la construcci­ón de edificacio­nes, forman parte del conjunto de obras de infraestru­ctura física que en gran parte han podido ser levantadas gracias al endeudamie­nto público. Obras que han contribuid­o al progreso de nuestra nación y a mejorar las condicione­s de vida de todos los dominicano­s. No es verdad que los taínos vivían mejor.

Recuperemo­s la sensatez y abandonemo­s la campaña negativa ejecutada aquí y en el exterior- incluso cabildeand­o publicacio­nes absurdas, denigrante­s y mentirosas contra la nación en la prensa extranjera- por grupos que han optado por abrazar el caos si con ello logran desplazar al partido político, con sus fortalezas y debilidade­s, que más ha contribuid­o al progreso económico y social del país en el último cuarto de siglo.

Estoy consciente que esta última es una verdad que llevará a algunos a rasgarse las vestiduras. Lo mejor que le puede pasar a la democracia dominicana es que ese partido no se cruce de brazos y enfrente con la verdad la campaña de mentiras que se está ejecutando en detrimento de la nación. Debe unificar la visión y la estrategia para defender el aporte que ha hecho al progreso económico, social e institucio­nal del país. A la mentira, por el bien de todos y de nuestra democracia, se le debe acabar el tiempo.

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